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Fenómenos paranormales en la era digital: cuando la ciencia no puede explicar lo inexplicable

Hacemos de lado por un momento la realidad argentina para no alienarnos más de lo que estamos.

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

Sí, el fenómenos paranormal más grande visto es que la Argentina siga caminando al borde del abismo mientras la clase política insiste en dar siempre un paso más y así y todo aún no caímos en el precipicio.

Pero esto se trata de otra cosa. Nada que ver con las historias de fantasmas ni de terror estilo Stephen King o Edgar Allan Poe.

Diciembre del 2015. Un amigo me invita a pasar fin de año en su casa de Río Tercero, la ciudad que voló hace 25 años y aunque hay muchas leyendas populares que en otra ocasión develaremos con lujo de detalles, ahora no nos detendremos en ellas.

Libertad al 100, pleno centro. El amigo anfitrión me reservó una habitación en un hotel, Claro de Luna, que cierra por refacciones entre mediados de diciembre y el 10 de enero. Recuerdo la trama de "El resplandor", cuando el notable Jack Nicholson interpreta una novela de S. King en la cual un escritor y su familia se alojan en un hotel cerrado y el personaje enloquece mal.

Me dan la llave del hotel diciéndome que estaría solo, sin servicio de mucama ni desayuno. Una habitación entre 40 y pico para mí solo.

A la mañana del 1 de enero el conserje llega al Claro de Luna para ver si precisaba algo. Prepara café para ambos y le cuento la historia de esa novela del gran autor, y como la curiosidad es fuerte le pregunto si hay historias fuera de lo normal en esos lugares donde las almas van y vienen.

En los pueblos del interior abundan historias que en los grandes centros urbanos se las considera fábulas, o mitos, o leyendas populares.

Hace años consumo toda lectura y documentales sobre Nikola Tesla, una de las mentes mas brillantes en la historia de la ciencia. Gracias a que Tesla imaginó en el siglo 19 que la energía podía transmitirse en forma inalámbrica, hoy existen los medios audiovisuales, la Internet y otras maravillas de las comunicaciones. Patentó 700 inventos, y cuando los periodistas de su época le preguntaban de donde sacaba semejantes ideas, Tesla respondía no saber qué le ocurría... sentía como una luz exterior que le venía encima y después daba paso a esos inventos. Lo tomaban por demente, o por jodón. El mismo año de su muerte, 1943, la Suprema Corte de los EEUU lo reconoció como el inventor de la radiofonía, hasta entonces título que se le adjudicaba a Marconi.

Le pregunto al conserje del Claro de Luna si había tenido experiencias fuera de lo normal, y el hombre tímidamente comienza a relatar un hecho especial. Lo detengo un segundo y llamo a mi amigo anfitrión, para que esté presente durante el relato. Necesitaba un testigo para afirmarme en el inconsciente que no lo había soñado.

Ya con Raúl presente, el hombre se larga sin prejuicios, con la simpleza típica de los hombre de campo. Cuenta que unos años atrás falleció su suegro -muerte no traumática, natural, sin sufrimiento-, y nuestro relator no le dijo nada al personal del Claro de Luna. Faltó unos días después del velorio, entierro y esos trámites burocráticos que trae la muerte.

Una mañana estando en su despacho una mucama se le acercó a decirle que su suegro estaba en el lobby leyendo el diario. Sobresaltado (la mujer no sabía del fallecimiento), el conserje sale a ver quien era su presunto suegro y aunque los sillones estaban vacíos el diario estaba desparramado como si alguien lo hubiera estado leyendo.

Después de contarle a su mujer esa extraña historia, recibió un whatssap desde el celular del difunto, que había sido dado de baja y el matrimonio se quedó con el chip. El mensaje solo decía: Henry, el apodo del fallecido.

Inquietos fueron a la compañía telefónica a contar el misterioso episodio, y la encargada de atenderlos le mostró en pantalla que ese número había sido dado de baja y nadie lo tuvo después. Un técnico de la empresa no pudo explicar técnicamente el episodio, no había error ni justificativo alguno al extraño incidente.

Mi amigo-testigo, apasionado por los relatos paranormales, estuvo metido en internet un par de días y encontró varios episodios similares sucedidos en diferentes partes del mundo.

En todos, los mensajes recibidos desde teléfonos desafectados del sistema decía casi lo mismo: Estoy bien.

En ningún caso la ciencia pudo encontrar una explicación tecnológica a estos sucesos ya inscriptos en lo que se llama el universo paranormal.

¿Los muertos nos avisan que el lugar adonde partieron no tiene nada de macabro, que la muerte solo es un pasaje de un estado a otro?

Tampoco tenemos la respuesta, solo contamos esta historia que tal vez le lleve consuelo a los seres queridos de los difuntos. Menos podemos decir por qué le ocurre a ciertas personas, y no a todos.

Solo contamos una historia que se repite: Los mensajes de los difuntos en la era digital. Como decían nuestras abuelas, creer o reventar..