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Exclusivo DiarioVeloz - El crimen del financista y el Casino Cali, ¿están conectados?

Resolver el crimen de Miguel Ángel Graffigna significaría tirar del ovillo de una madeja que involucra altos personajes de la política. ¿Impunidad o perejilazo en puerta?

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

info@boimvaser.com.ar

Un casino clandestino, un crimen dentro de un auto de alta gama cerca de Villa Urquiza (el de su dueño, Miguel Ángel Graffigna, con un tiro en la cabeza) y el misterio que pronto entrará en el olvido, o en su defecto, en otro "perejilazo" que acuda a refrendar la impunidad.

Se mezclan nombres que suenan casi desconocidos para el común de la gente, así que contemos la historia y veamos si la justicia se atreve a esclarecer el asesinato y poner sobre la mesa los personajes de esta trama de película.

Pongamos las piezas en orden para entender este asunto.

Jorge "Acero" Cali es la cara visible y conocida de un gimnasio en el barrio de Almagro que tenía esas puertas "mágicas" que se ven en las películas, pero en este caso era una heladera mágica que se corría y daba paso a un garito clandestino en el cuál se apostaban fortunas. No había prostíbulo VIP, los que están en el negocio del juego clandestino no permiten damas de compañía para no distraer a los jugadores. La consigna es algo así como: el único que te saca la plata del bolsillo somos nosotros. Lo que sí había era una empleada exuberante a la que los apostadores la querían llevar a toda costa, a cualquier precio. Si alguien lo consiguió es cosa de ellos, pero en ese sitio no se ejercía la prostitución.

Cuando Cali cuenta que entre sus amigos figuran desde Guillermo Moreno hasta Julio De Vido, parece más una advertencia de que si lo apresan a él le salta la ficha al gobierno. La vieja consigna de ... "cuento todo".

Pero el real dueño del casino Cali también es un desconocido para la opinión pública, pero archi conocido en el mundo del juego y las apuestas (legales e ilegales).

El tugurio VIP descubierto en el barrio de Almagro era de un peso pesado del juego legal e ilegal, como otros tantos que están diseminados tanto en Capital Federal como en otros lugares del país. Para abrir un local de esos se precisa un sólo requisito: pagarle el peaje correspondiente a la seccional que tiene jurisdicción en la zona donde se lo ubique. Y tener, obvio, un listado de clientes adictos al "escolaso" a quienes invitar a sus instalaciones.

Miguel Ángel Graffigna era un financista amigo de dueño del lugar, que a su vez tenía esa cartera de clientes por sus relaciones en el mundo del dinero.

A Graffigna lo mató dos cosas. Su ambición desmedida y avaricia, y un balazo en la cabeza. Lo segundo, a consecuencia de lo primero.

Porque lo suyo era presentarle clientes a los dueños del casino, y recibir una comisión en base a un porcentaje de lo que dejaban los apostadores. Y si gente de su entorno también llevaba apostadores al lugar, Graffigna tenía que darle su parte del negocio. Pero el "pecado capital" de la avaricia (su abogado lo sabe bien) lo llevaba a no querer pagar lo que correspondía y ahí está el motivo de su asesinato.

El pasado turbio y esa personalidad psicópata le sirvió a parte de su entorno para embarrar la cancha a los investigadores y hacer suponer que su muerte fue parte de su enfermiza relación con mujeres y ambientes siempre conflictivos.

También Graffigna prestaba dinero en la calle Lavalle a quienes perdían todo y querían intentar recuperarlo (algo típico de los ludópatas -adicto al juego-) . Su método original era otorgar hipotecas "in situ" o prendas sobre autos de alta gama. Quizás también cambiaba cheques, de tanto en tanto, y a contadas personas, pues los documentos de los ludópatas son siempre peligrosos. En cambio, con un formulario 08 (transferencia automotriz) o un título de propiedad la plata siempre se recupera.

Para un argumento policial o de suspenso, involucrar su muerte con el mundo de los amoríos frustrados y enfermizos y esa extraña relación con el universo de intercambio de parejas (swingers), es demasiado trillado, pero la verdad es otra.

Pero para la realidad electoral presente y futura, que aparezcan los nombres vinculados al casino Cali puede ser peligroso para la próxima campaña electoral, provocaría una posible hecatombe a la cual nadie quiere arriesgarse a entrar.

Puede que no pase nada (la memoria colectiva de la sociedad argentina es muy frágil), y que la gente olvide estos temitas menores a la hora de votar, pero antes que arriesgarse a que se conozca la verdad es mejor que todo caiga en el olvido.

¿Acaso no nos olvidamos de las inundaciones en La Plata y la masacre del tren en Once? El accidente de hace días en el Sarmiento reverdece la memoria hasta que otros nuevos episodios retornen de la mano de la amnesia colectiva.

Por ese lado se inscribe la trama secreta del homicidio de Villa Ortúzar.

Una deuda impaga, y como el título de un disco de Los Redondos: Bang Bang. Estás liquidado!

Y si no se resuelve jamás, es porque estás en la Argentina.