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Europa al borde del abismo

* Por ROBERT SAMUELSON. Hemos llegado a esto. Un año después de rescatar a Grecia del incumplimiento de pagos, Europa está mirando al abismo. El rescate ha demostrado ser insuficiente.

Grecia necesita más dinero y no puede solicitarlo en mercados privados, donde enfrenta tasas de interés de hasta el 25 por ciento. Pero los gobiernos de Europa se muestran renuentes a aportar más fondos, salvo que otras entidades de crédito -bancos, tenedores de bonos- absorban parte de las pérdidas, reduciendo el valor de sus deudas. Eso, sin embargo, constituiría un incumplimiento, corriendo el riesgo de que se produjera una crisis bancaria más amplia que podría torpedear la frágil recuperación de Europa en Francia, Alemania y en otras partes. No hay una salida fácil.

Lo que se denomina "crisis de la deuda" es cada vez más una crisis social y política.

Cerniéndose sobre las complejidades financieras, está la cuestión más general de la capacidad -o voluntad- de las débiles naciones deudoras de soportar crecientes penurias para pagar los intereses de sus masivas deudas gubernamentales. El desempleo ya es del 14,1 en Grecia, 14,7 en Irlanda, 11,1 en Portugal y 20,7 en España. ¿Cuáles son los límites de la austeridad? Los agudos recortes de gastos y aumentos fiscales efectivamente reducen el déficit presupuestario; pero también crean profundas recesiones, reduciendo las rentas públicas y anulando parte de la mejoría en el déficit.

Cuánto tiempo se puede aguantar este agotador proceso no está claro. En España, el partido socialista en el poder tuvo grandes pérdidas en las recientes elecciones. El malestar popular persiste en Grecia en medio de indicios -según informa Anthony Faiola, del Washington Post- de un "resurgimiento del movimiento anarquista" allí y en otras partes.

LAS CAUSAS

Algunas de las causas de la situación de Europa son bien conocidas: la dura recesión tras la crisis financiera de 2008-2009; poblaciones que envejecen y costosos estados providentes. Pero también hay otro culpable menos reconocido: el euro, la moneda única utilizada ahora por 17 países.

Lanzado en 1999, su intención fue promover la unidad económica y política. El crecimiento económico mejoraría. Las costosas conversiones de monedas cesarían; el dinero fluiría fácilmente, atravesando fronteras hacia las mejores oportunidades de ganancias. Al utilizar el euro -y no los marcos o las liras- los alemanes, italianos y otros se considerarían cada vez más "europeos". Por un tiempo, pareció tener éxito. En la primera década del euro, los puestos de trabajo de los países que usaban la moneda común aumentaron en 16 millones.

Era un espejismo. El euro ayudó a crear la crisis y ha hecho que su solución sea más difícil, tal como lo demuestra un nuevo informe del Fondo Monetario Internacional. Para comenzar, el euro fomentó una burbuja de crédito, que condujo a un auge en la vivienda, en los préstamos y en los gastos del consumidor. Cuando cada país tenía su propia moneda, el banco central del país (su Reserva Federal) regulaba las tasas de interés locales y las condiciones crediticias. Con el euro, el Banco Central Europeo (BCE) se encargó de esa tarea. Pero una política única no favorecía a todos igual: las tasas de interés apropiadas para Alemania y Francia eran demasiado bajas para los países de la "periferia" (Grecia, Irlanda, Portugal y España).

Los "mercados financieros -inversores privados- aumentaron este problema al suponer que la creación del euro reduciría el riesgo. Los países débiles serían protegidos por los fuertes. El dinero fluyó a los países de la periferia. Hubo una enorme compresión de las tasas de interés. En 1997, las tasas de los bonos gubernamentales de 10 años, de Grecia, promediaban un 9,8 por ciento mientras esa cifra en Alemania era del 5.7 por ciento. Para 2003, los bonos de Grecia estaban al 4,3 por ciento, justo por encima del 4,1 por ciento de los bonos de Alemania.

FALLA BANCARIA

"Los mercados fallaron. Todo eso no hubiera ocurrido si los bancos de Alemania y Francia no hubieran prestado tanto dinero", expresa el economista Desmond Lachman, del American Enterprise Institute. "Fue como el mercado de la vivienda en Estados Unidos". Tanto los bancos norteamericanos como los europeos se extralimitaron en relajar las normas de crédito.

Ahora que la burbuja del crédito ha estallado, el euro impide la recuperación. Una de las formas en que los países repuntan de las crisis financieras es depreciando sus monedas. Con eso se logra que las exportaciones y el turismo local sean más baratos, creando puestos de trabajo que amortiguan los efectos aciagos de la austeridad en otras partes. Pero atados al euro, Grecia y otros deudores vulnerables pierden su válvula de escape.

La deuda de Grecia se está acercando ahora a un insostenible 160 por ciento de su economía anual (producto bruto interno). Si entrara en mora, los inversores quizás procurarían deshacerse de los bonos de otros deudores débiles, por temor a que ellos también entraran en incumplimiento. Eso podría causar el aumento de las tasas de interés y cargar a los bancos europeos con enormes pérdidas. A fines de 2010, los bancos europeos tenían alrededor de 1,3 billones de préstamos e inversiones -tanto gubernamentales como privados- en Grecia, Irlanda, España y Portugal, informa el Institute of International Finance, un grupo de investigaciones de la industria. Una crisis bancaria pondría en peligro la recuperación económica.

Por tanto, Europa está ganando tiempo, luchando por retrasar toda mora de Grecia lo suficiente para que otros países vulnerables demuestren que pueden manejar sus deudas. Por ese mismo proceso el euro se vuelve causa de disputa -al revés de su objetivo original- a medida que las naciones echan la culpa y los costes a otras. Dadas las enormes deudas de Europa, incluso la acción de espera podría fallar. Podría simplemente prorrogar una crisis mayor. "Pueden evitar esta bala", expresa Lachman, "pero no la próxima".