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"Esta es mi oficina off shore"

* Por Diego Esteves. Ana Rosenfeld, la abogada de los famosos, abre su yate.

Entre los cientos de barcos que amarran en el puerto de Punta del Este, encontrar el de Ana Rosenfeld (56) no resulta difícil: 22 metros de eslora, cinco de ancho, casco en tono "dorado Rolex", tres camarotes en suite, seis LCD y tecnología de última generación. Así como dicen que las mascotas se asemejan a sus dueños, se puede establecer un paralelo innegable entre la abogada de Moria Casán, Ramón "Palito" Ortega y Carlos Tévez, entre otros, y el "Grand Fri Fri", como bautizó su millonaria embarcación "self-made". Diseñado por su marido, Marcelo Frydlewski, con quien está casada desde hace 27 años, el yate, cuya construcción llevó un año y medio, es uno de los más lujosos del Este, y sirve de oficina flotante durante el verano. Antes de poner un pie sobre la popa, la especialista en divorcios y "terror de los maridos infieles" aclara: "En este lugar, tengo mucha paz y energía para pensar, además, soy sagitariana, puro fuego, así que hace falta mucha agua para apagar tanto fuego". Welcome Aboard.

—¿Por qué decidió ser abogada?

—Uh! Quise ser abogada desde la edad de 5 años. Miraba las películas de Perry Mason y ya quería pelearme en un estrado, impartir justicia desde chiquita. Primero veía el Club del Clan y después a Perry Mason. Ahí empezó mi admiración por Ramón "Palito" Ortega, y después terminé siendo su abogada ¡Mirá qué increíble!

—¿En qué se destacaba?

—Siempre fui diferente. Tuve una lucecita que me hacía resaltar porque preguntaba cosas diferentes al resto o porque tenía ambiciones. Quería llegar, destacarme. Leía la Selecciones (del Readers Digest) donde, en la última hoja, mostraban que si uno hacía algo diferente, si pintaba o creaba algo distinto, te ganabas un reloj Rolex. Y las vueltas de la vida hicieron que pudiera acceder a comprarlo con mi propio trabajo.

—Rolex, barcos, entre otras cosas.

—Claro, cosas que de pronto suenan a banales, pero que hacen a tu confort, al medio en el que te movés.

—¿Se considera materialista?

—No, soy absolutamente sentimental. Tengo un corazón grande, pero, obviamente, sé que con dinero se vive y accede a muchas cosas.

—¿El dinero hace a la felicidad?

—No, para nada. La felicidad la logré con equilibrio, rodeada de mi marido y mis hijas, con mis amigos, y haciendo lo que me gusta.

—Es una lección que debe de haber visto en muchos de sus divorcios...

—El dinero no hace a la felicidad porque los matrimonios de hace muchísimos años no sólo rompen el matrimonio, sino una familia. Los hombres y las mujeres se pueden separar, pero la pelea que genera el dinero te enseña que, verdaderamente, para algunos el dinero está puesto en un lugar que les quita el foco.

—¿Es verdad que se recibió de abogada en menos de dos años?

—Me recibí de abogada en un año y siete meses, a los 19 años. Estudié en el Carlos Pellegrini que me dio una condición universitaria. Rendí sexto año libre, aprobé matemáticas, la última materia, en marzo ¡la única que me llevé! En Corrientes y Pueyrredon tomé el colectivo 124, directo a la Facultad de Derecho, y compré el programa de mi primera materia "Introducción al Derecho", lo leí y era lo que había dado en el Pellegrini. A los 15 días me presenté a darla libre, y me saqué ocho. Venía bien encarrilada. Compré el programa de Derecho Romano, que era la materia filtro, aprobé y, en el primer año, de las 28 materias, aprobé 17. Sólo cursé cinco materias.

—Y su padre ¿a qué se dedicaba?

--Mi papá fabricaba televisores. Tarde o temprano el orgullo de mi padre iba a ser encender el televisor y verme en la pantalla.

—Lo que es el destino...

--Mi papá tenía fábrica de televisores cuando las teles eran armadas casi artesanalmente. Terminé, de alguna manera, en el negocio de mi padre.

—¿Cómo empezó a defender a famosos?

—Mi primer contacto real y profesional fue con Ramón (Ortega) y con Evangelina (Salazar) y con Moria (Casán), por supuesto. Con Ramón y Evangelina eran perfil bajo y no había exposición. Los defendía en todo lo referente al derecho a la intimidad. Pero desde un lado más tapado, por su perfil.

Al poco tiempo, a través de Darío Arellano, el productor de los Midachi, conocí a Moria Y con ella fue una exposición pública a mil, porque lo primero que ella decía era: "Cualquier cosa pregúntele a mi abogada"

—¿Por qué la eligen?

—Porque me manejo bien, soy reservada y muy buena profesional Porque trabajo y me pongo la camiseta de mi cliente Y elijo a mis clientes

—¿Tiene la libertad de elegir a sus clientes?

—Me llama muchísima gente, pero no acepto a cualquiera No me relaciono con gente del escándalo o con la que no coincido No me gusta que mi nombre funcione como un escudo

—¿Cuáles fueron los casos que más la apasionaron?

—Hubo dos casos que tuvieron su repercusión y me pusieron en un lugar muy popular El divorcio de Roberto Pettinato contra su segunda esposa, Gabriela Blondeau, por los bemoles que fueron los motivos del divorcio y Pettinato se ocupó de molestarme mucho, al igual que Martín Barrantes en el divorcio de Pampita Ahí fue donde acuñé la frase: "Los maridos se divorcian de mí"

—¿Defiende maridos?

—Tengo clientes maridos, no muchos, pero tengo Sigo defendiendo a las mujeres, porque les infundo la fortaleza que les falta

—¿Y su marido tiene miedo de levantarle la voz?

—No discuto con mi marido, sino que le digo: "Sí, mi amor" Discuto todo el día en mi trabajo, entonces cuando llego a mi casa lo único que quiero es paz Mi marido es el equilibrio exacto entre la guerra exterior y la paz interior Trato de ser una buena madre, me levanto a la mañana y no sé dónde voy a terminar a la tarde Mi trabajo es siempre sorprendente Mientras charlo con vos ahora, no sé la cantidad de gente que está esperando para terminar las vacaciones, para llamar a Ana Rosenfeld

—¿Las vacaciones son un momento de quiebre para los matrimonios?

—¡Hay que pasar el verano! El otro día estuve en la frutería y una señora me dice: "Ay, Anita, Anita, no sabés, tengo tu teléfono en la mesa de luz" O, por ejemplo, el 31 volvía de La Boyita de pasar el fin de año con amigos, venía con el auto descapotado, a paso de hombre, y de los autos me gritaban: "Anita, ¡tengo tu teléfono! Tengo la agenda completa para febrero, entre cuatro y cinco entrevistas diarias

—-¿Cómo se conoció con su marido?

—A Marcelo lo conocí hace 27 años estudiando Derecho Él es el hermano de una amiga de ese momento, que hoy es mi cuñada Un día viene a mi oficina y me dice: "¿Vos no serás Anita, esa famosa que pasó tan rápido por la facultad?" Y ahí empezamos nuestra "second chance", porque los dos éramos divorciados (risas)

—¿Es muy coqueta?

—Siempre Entre mis amigos, digo que soy la Susana de las abogadas Pero eso nació conmigo, siempre fui de pintarme, arreglarme, vestirme Me parece que la moda es importante y es lo que te queda bien Consumo marcas Louis Vuitton, Chanel, Prada, Gucci, no ropa sino zapatos y carteras Cuando una mujer se viste con más de $100 en ropa, es porque se viste para otra mujer, porque, en definitiva, el hombre la quiere con buena forma y más natural Las marcas son importantes, pero lucen más en una carteras o en los zapatos, porque marcan un estilo

—¿Asesora a sus clientes en cuanto a la imagen?

—Cuando termino los divorcios, ¡me las llevo de compras, a pasear por la avenida Alvear!

—¿Se lleva algún regalito?

—Y sí, además me llevo la bendición de los maridos y el cariño de mis clientas