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Esperanto: atentado contra el público en Mar del Plata

A las 6 de la mañana, por cada boca de ventilación salió una cantidad abundante de una especie de gas irritante, con el fin de vaciar el boliche de gente.

*Sebastián Sainz
ssainz@diarioveloz.com

@sainzseba

Los patovicas son sólo fieras con hambre y la verdadera bestia es su amo. En este caso el encargado de Esperanto de Mar del Plata, o el mismísimo dueño Leo Travaglio.

Fue una noche más de verano, en la cual junto a unos amigos decidimos pagar más de 100 pesos la entrada al boliche, obviamente con una consumición. La previa no duró demasiado, ya que en la ciudad costera rigen restricciones para los turistas que deben ser cumplidas, como el ingreso a los lugares bailables.

La carta, o el menú, de lo que se ofrecía en cada barra, se caracteriza por ser la más exclusiva de todo el circuito nocturno. Sin embargo, todos habíamos aceptado la idea de jugar a ser habitúes.

La noche fue una de las mejores, junto a las amistades y varias amigas ocasionales. Se la pasa muy bien ahí, si no, se le puede preguntar a Pocho La Pantera o hasta Noelia Ramella, quienes también vivieron el calvario del final (¿o la bailarina se fue antes?).

Llegó el momento, lo que se dice todos enfiestados. La música brilla por su ausencia, pero más relucen las luces que marcaban el fin de la jodita. La puerta principal, abierta de par en par a la espera de la retirada, ante la atenta y perezosa mirada de los guardias de seguridad.

La salida era a paso lento, entre chamuyos y anécdotas, pero todo se nubló cuando de la ventilación del boliche salió una cantidad abundante de una especie de gas irritante para la vista y el olfato.

Ahí nomás, se me cruzó por la mente Cromagnon, pero dije "es exagerado". Busqué otra imagen, y la del campo de concentración tampoco duró demasiado. Intenté con algo menor, un cruce entre la Policía y barrabravas y mucho gas lacrimógeno, pero no me convenció. Claramente, esto era diferente, pero con un grado de violencia elevado.

Aplaudo los controles, pero después de vivir este hecho me pregunto: ¿Quién le pone límites a los empresarios de la noche?