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Errores y enseñanzas del caso Bielsa

Ocurrió lo que todos temíamos. Se fue Marcelo Bielsa de Chile. Me permito comentarlo pese a mis escasos conocimientos sobre fútbol: correspondo a lo que mis amigos califican como “hincha de sofá”.

Pero lo hago porque su desvinculación devino un caso público, con connotaciones políticas y sociales interesantes de analizar. De verdad lamento su renuncia. Lo lamento, por haber sido de quienes defendieron la decisión de pagarle una fortuna, sabiendo que cada peso estaba bien invertido y daría frutos. Estoy seguro de que extrañaremos la seriedad de su proceso y, espero equivocarme, extrañaremos asimismo los resultados obtenidos por el mismo. Sin dudas, soy de los miles que hubieran querido que Bielsa se quedara.

Pero no fue así. Citando a Calamaro, nos dejó la flor y se llevó el florero. Lo que sí, es hora de que nos preguntemos por qué se fue. Objetivamente, Bielsa hizo un buen trabajo, refrendado por sus resultados. Debió buscarse una formula institucional que permitiese que se sintiera cómodo con la directiva de turno: ciertamente, las instituciones, como explica Pierre Bourdieu, deben trascender a sus líderes. El personalismo y caudillismo del fútbol es la causante de la dimisión de un profesional de excepción. Y fue una teleserie extendida.

Bien dice el Eclesiastés que hay un tiempo para todo: el “tema Bielsa” terminó por alargarse de tal forma que fatigó al país y la opinión publica. Quien lo haya hecho tuvo la deliberada pero equivocada decisión de prolongar la agonía inútilmente. El tiempo de preparación para la Copa América es hoy escaso, y las posibilidades de desarrollar un programa serio se diluyen mientras el proceso no tenga cabeza.