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Entre el lujo y el crimen

La detención de José Pedraza fue practicada en un lujoso departamento de Puerto Madero, símbolo aberrante de cierto gremialismo.

Que el gremialista ferroviario José Pedraza haya sido detenido en su lujoso departamento de Puerto Madero, el barrio más caro de la ciudad de Buenos Aires, y que fuera esposado por la Policía en la misma muñeca donde llevaba una pulsera de oro, mientras un auto importado de su propiedad estaba estacionado en la cochera del edificio, es todo un símbolo del patrón de vida de cierto sindicalismo.

Expertos inmobiliarios valuaron el precio del piso donde vive Pedraza entre los 700 mil y un millón de dólares, lo que demuestra la falta de austeridad y decencia que caracteriza a buena parte de los llamados "gordos" de la CGT. Pero José Pedraza no fue detenido y llevado a Tribunales para un trámite administrativo sino por estar acusado por un fiscal de ser el autor ideológico del asesinato del joven Mariano Ferreyra, del Partido Obrero, durante la violenta agresión que recibió un grupo de militantes de esa agrupación política por parte de una patota armada de la Unión Ferroviaria, gremio que dirige Pedraza desde hace 25 años.

Y lo que la gente se pregunta –ya superados todos los límites del asombro– es por qué tanta tolerancia sobre esta conjunción entre una riqueza ostentosa e injustificable y la patota, la mafia y el crimen. Pareciera que era necesario que un joven de 23 años fuera muerto de un balazo para que todos se enteraran de los negociados que manejaba la Unión Ferroviaria, que les permitían a sus dirigentes vivir como magnates. Esto viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, como que Pedraza lleva un cuarto de siglo al frente de un gremio, cuyos representados tienen sueldos que apenas les permiten afrontar el costo de vida.

¿Son éstos los verdaderos delegados de los trabajadores, de quienes deben defender sus intereses y condiciones laborales? La cuestión es más compleja que lo que parece, ya que esa conducta parece ser un patrón común que incluye a la cúpula de la central obrera y a su titular, el "progresista" Hugo Moyano, sospechado de tener –con la colaboración de testaferros y parientes– empresas y campos. Los burócratas sindicales hacen sus grandes negocios con los medicamentos, con las obras sociales, con los trenes de carga. Y de pronto aparece uno de ellos que es detenido por la Policía en un departamento valuado casi en un millón de dólares.

La situación supera, en efecto, todos los límites. La Justicia determinará si José Pedraza tiene alguna responsabilidad ideológica en el asesinato de Mariano Ferreyra. Pero este entramado gremial de corrupción, mafias y crimen organizado también tiene que ser objeto de una amplia investigación judicial, política y parlamentaria. La sociedad debe reaccionar porque, de lo contrario, la Argentina seguirá recorriendo un pésimo camino, que puede desembocar en un verdadero abismo entre los trabajadores y quienes deben representar legítimamente sus derechos.