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En la ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta apuesta a una victoria en primera vuelta y Lammens sueña un batacazo

Para ganar en octubre, el jefe de Gobierno deberá superar los 50 puntos. Si no lo consigue, en noviembre deberá enfrentar un escenario polarizado.

La Ciudad de Buenos Aires es la única que le aporta una cuota de tranquilidad al macrismo. A pesar de llevar doce años ininterrumpidos de gestión, el oficialismo parece no haber sufrido el desgaste natural del ejercicio del poder y hasta podría llegar a ganar en primera vuelta, una hazaña que todavía nadie logró debido a que en la ciudad la Constitución exige para eso superar el 50% de los votos.

En la elección de 2015, Horacio Rodríguez Larreta derrotó con lo justo a Martín Lousteau en la segunda vuelta (48,36% a 51,64%) tras haberle sacado más de 20 puntos de diferencia en la primera (45,56% a 25,47%). Para el balotaje, el líder de Eco pudo sumar gran parte de los votos del kirchnerismo y casi da el batacazo. Todos tomaron nota, por eso el oficialismo esta vez hizo lo imposible por ensanchar su coalición y no correr riesgos innecesarios: incorporó al Partido Socialista -algo impensado- y a la UCR. En ese contexto, Lousteau aceptó encabezar la lista de senadores nacionales. La principal amenaza fue neutralizada con buena muñeca política.

Más allá de ganar en primera vuelta, el otro objetivo de Rodríguez Larreta es aportar la mayor cantidad de votos para la reelección de su jefe político Mauricio Macri en un distrito que representa un 8,1% del padrón. Números nada despreciables de cara a una elección que se podría definir por dos o tres puntos.

Pero la experiencia del 2015 también marcó a fuego al kirchnerismo porteño, que tras varias derrotas con Daniel Filmus y Mariano Recalde también decidió ampliarse y buscar un candidato que pudiera emular la experiencia de Lousteau. De la mano de Alberto Fernández, con un perfil joven, dialoguista, extrapartidario y no-kirchnerista, el presidente de San Lorenzo, Matías Lammens, llegó para ocupar ese espacio y "reconciliar a la gran familia progresista", que según explican incluye a los peronistas y a los liberal-progresistas. Otros referentes que supieron ser muy críticos con la gestión K, como Pino Solanas y Victoria Donda, complementan la oferta ensanchada del Frente de Todos.

Mientras tanto, al igual que a nivel nacional, la polarización causó estragos en el escenario porteño y redujo el resto de la opciones a su mínima expresión. El economista Matías Tombolini representará a Consenso Federal -el espacio de Roberto Lavagna- con pocas expectativas, al igual que el productor teatral Roberto Valerstein, alfil del liberal José Luis Espert. No obstante, es posible que ambos ganen relevancia en una segunda vuelta ya que sus votos podrían jugar un rol clave tanto para una victoria del macrismo como de la oposición.

La izquierda, por su parte, irá dividida, aunque no tanto como otras veces. El FIT incorporó al MST, lo que pone por primera vez a los cuatro principales partidos trotskistas en la misma boleta. El MAS y la agrupación de Luis Zamora -Autodeterminación y Libertad- irán por separado. Ambos espacios fueron invitados a sumarse al frente pero, curiosamente, las diferencias resultaron más importantes que las coincidencias. Un poco más del 3% de los votos es lo que necesitan para meter un legislador porteño.

En definitiva, la elección porteña girará en torno a dos incógnitas: cuánto influirá negativamente la imagen de Mauricio Macri en la intención de voto de Rodríguez Larreta y qué porcentaje de los votos de Lousteau se trasladarán mecánicamente hacia Juntos por un Cambio. La primera pregunta determinará si es posible una victoria en primera vuelta. La segunda, las chances de Lammens de romper el techo histórico del kirchnerismo sumando a los progresistas no-k y a los desencantados del macrismo.

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