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El tamaño de la tristeza

*Por Andrea Ferrari. Para las muchas generaciones que crecimos con los libros y la música de María Elena Walsh, es difícil pensar en ella separándola de la experiencia personal.

¿Quién es capaz de recordar cuándo oyó hablar por primera vez del Mono Liso o de la tortuga viajera? La impresión que teníamos entonces era que esas historias eran tan parte de la infancia como la leche chocolatada, que siempre habían estado, que permanecieron cuando nos distrajimos con el rock y los libros "de adultos" y que, por suerte, seguían estando ahí cuando las quisimos para nuestros hijos. Pero hubo una época en que no habían llegado. Y si las creaciones de Walsh perduraron tanto en el tiempo fue por su furiosa originalidad, por la ruptura que significaron con el pasado.

En la literatura infantil la irrupción de María Elena fue una ventana abierta para airear tanto cuento acartonado, plagado de diminutivos y moralejas. Ella se plantó en contra del pedagogismo imperante en las historias para chicos. Se propuso darles más juego, más goce y menos "enseñanzas". Haciendo eje en el humor, sus obras cuestionaron las verdades establecidas, se rieron de la autoridad, combatieron la solemnidad a través de la irreverencia. En la línea del nonsense inglés, implantó el disparate, experimentó con palabras y sonidos y se permitió poner al mundo patas para arriba.

Walsh no sólo moldeó a varias camadas de lectores, sino también a los escritores que vinieron después. Es tan difícil aislar hoy a la literatura infantil argentina de su influencia como al rock de la marca de Los Beatles.

Para las generaciones que consumieron, cantaron y repitieron las historias de María Elena hoy es un día triste. Una tristeza grande, como de elefante. Y sabemos gracias a ella que una tristeza de elefante es mucho mayor que una tristeza de persona. Es capaz de inundar casas, provocar vendavales, hacer despegar todas las estampillas del correo y varias catástrofes más.

Lamentablemente, se desconoce el paradero de aquel bombero de la manguera a lunares y el hacha brillante como la luna.