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El sino del estudiante

*Por Arnaldo Pérez Wat. La droga y sus maleantes organizados se basan en una realidad: la mediocridad es un mal necesario para que el mundo exista, salir del hombre "light" es salirse de la sociedad.

En determinados momentos de su vida, el joven estudiante tiene la sensación de que penetra en su alma un sentimiento vehemente y vigoroso y se abandona irresistiblemente a él, como olvidando todo consejo; identificándose con todo lo novedoso que lo inspira y domina. Parecería que ya no hay otro principio de acción que el furor de la juventud que lo abrasa. Reedita así el arrobamiento de la fantasía que impulsó a los poetas de los pueblos antiguos.

Sin embargo, se trata de un espíritu maleable. Su entusiasmo es producido por una causa exterior frente a la cual se halla dispuesto y de la cual recibe su formación moral e intelectual.

Pero el exterior no goza de la paz de la Arcadia ni del paraíso que cantan los trovadores. Hay males ocultos y egoístas que atentan contra su estado de plenitud gozosa. Las sibilas, seres provenientes más de la imaginación que reales, pesaban en la excitación general como inspiradoras divinas. Hoy el templo de aquellas pitonisas no es el mismo. En las aulas y a la salida del colegio, existe la falsa promesa de otro estado de plenitud y excitación. Producen sentimientos distintos de los que se experimenta normalmente.

Ya no se trata de aquella dicha juvenil auténtica. El paco arrebata y absorbe enteramente el alma y la eleva. Pero en esas alturas ya no siente las bellezas con las que soñaba el germen de poeta que habitaba en su corazón. Igualmente, le adormece el sentimiento de admiración. Todo es fantástico y alucinante, pero ya no es él mismo: hay una parte de su persona que no participa.

Por ello el regreso del "viaje" siempre es penoso. Porque antes, las exageraciones de su espíritu inocente eran naturales y él contribuía con el colorido. En el escape a aquella altura siniestra hay otra clase de colorido, ha sido conducido más allá de los límites prescritos por la naturaleza y la razón. Ha llegado a enfermar su alma con estados cuyos síntomas hacen imposible lo que puede llamarse una completa curación.

La baja pasión de la droga no es el embeleso sentimental del estudiante enamorado, porque en el cielo artificial al que se asciende con los estupefacientes se confisca hasta la voluntad; y únicamente se puede ser feliz en el verdadero amor cuando se es libre.

La droga y sus maleantes organizados se basan en una realidad: la mediocridad es un mal necesario para que el mundo exista; salir del hombre light es salirse de la sociedad.

Otrora fue el demonio que atormentaba por dentro, pero su reconocimiento tenía poco de científico. Este otro Satanás, que también desgasta por dentro, tiene nombre y apellido en el vademécum de la farmacología.

La función del maestro. Sin embargo, no podemos mostrarnos pesimistas, debemos pensar que, como contrapartida, el maestro debe inspirar entusiasmo en ese terreno fértil de seres inquietos.
Encontrará así una mayoría que quiere cambiar el mundo. En otros hallará que ya se ha despertado una vocación, y vocación significa futuro.

Explotando esta voluntad juvenil que apunta hacia el porvenir, la parte sana de la sociedad debe evitar por todos los medios la chatura que favorece aquella dirigida perversidad solapada. No todos pueden ser genios, pero hay que aprovechar con experiencia y sabiduría la conciencia del joven estudiante, ese espíritu que, como el águila, se encuentra en la cima de la existencia con su vista contemplando la posibilidad de volar.