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El primer caso de Santos Godino, el Petiso Orejudo

El comisario inspector Flores, escritor e historiador policial, recientemente fallecido nos contó en una reunión del Centro de Estudios Histórico - Policiales...

el primer hecho criminal que protagonizó el notoriamente conocido Petiso Orejudo, donde es besado y condecorado por la madre de un menor, a quien intento asesinar.


El relato adquiere cierta relevancia por cuanto, Cayetano Santos Godino, nacido en 1896, es conocido como el más tristemente célebre asesino serial de menores indefensos con un récord de cuatro muertes y más de siete tentativas de homicidio.


Flores nos dijo que solo contaba con 9 años cuando su padre Fiore Godino, italiano, farolero, 42 años, casado con Lucía Ruffia, se presentó en Investigaciones y denunció que uno de sus ocho hijos, de nombre Cayetano Santos, era un chico rebelde que molestaba a todos los vecinos a quienes arrojaba cascotes y piedras, pidiendo que se lo encerrara el tiempo que fuese posible para tratar de revertir su conducta.


borrada

Lo que don Fiore no sabía era que su hijo, un año atrás, por septiembre de 1904 había secuestrado de la puerta de su casa, Belgrano 3326, a un niño de 17 meses llamado Miguel Deapoli, llevándolo a un terreno baldío en Humberto 1ro. Y Liniers, y que luego de lastimarlo a golpes de puño lo arrojó contra un cerco de espinas y al ser sorprendido por un agente de policía mintió diciéndole que había encontrado al chico en esas condiciones y junto con el agente fueron hasta la comisaría 10ma. Donde la madre agradecida lo besó y recompensó creyendo que había salvado la vida de su hijo.


No fue esa la única oportunidad donde Cayetano Santos apareció como denunciante y salvador milagroso de sus víctimas, hecho que quizás con la forma análoga que cometía sus crímenes, atadura con piolín arrendador del cuello, seguida de asfixia por inmersión, clavo hundido en las sien, cigarrillo encendido en los ojos lo hicieron caer en manos de la justicia.


Terminó sus días en la prisión de Ushuaia en 1944 después de 28 años de encierro, "ajusticiado" por sus propios compañeros, por haber estrangulado, después de arrancarle los ojos a un gatito que era mascota del penal.


Flores terminó su relato diciendo que el depravado sujeto sonreía mientras confesaba sus crímenes, burlándose especialmente de aquella pobre madre agradecida y la recompensa y el beso que le había dado después de su primer intento de homicidio.