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El pai descuartizador que pidió el suero de la verdad

Mató y descuartizó a dos de sus mujeres. Acorralado en el juicio oral, hizo un planteo insólito.

Primero fue una cabeza. Apareció envuelta en una funda de almohada. La pescaron en las aguas del Río Luján, a la altura del partido bonaerense de San Fernando, en abril de 2006. La víctima era una mujer, pero el cuerpo no fue hallado en el río.

Unas semanas más tarde apareció un cuerpo, sin cabeza y con las manos amputadas. Lo que quedaba de ese cadáver de mujer lo habían embalado en una bolsa de lona verde del tipo marinera. Fue en un descampado de Benavídez, partido de Tigre.


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Ni la cabeza ni el cadáver de la bolsa marinera pudieron ser identificados en ese momento. Los investigadores sólo contaban con dos tatuajes como señas particulares: uno con la letra "D" en el anverso de una de las muñecas de un brazo y, el otro, una rosa sobre el omóplato derecho.
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Esos tatuajes fueron estudiados por peritos especializados que concluyeron que esta decapitada "NN" o "Natalia Natalia" -como les gusta decir a los policías cuando se trata de alguien no identificado-, tenía un pasado "tumbero" en prisión o en algún instituto de menores.

Es que la letra "D" encerrada en un corazón, en realidad era un tatuaje superpuesto a otro más antiguo con el típico símbolo de "los cinco puntos" -dibujados como el 5 de la cara de un dado-, que se hacen los "pibes chorros" para representar la ejecución de un policía rodeado por cuatro delincuentes.

El 23 de junio de 2008, un grupo de isleños que viven en la zona del arroyo Abra Vieja del Delta de Tigre, vieron a la altura del muelle 365 pasar flotando lo que ellos en principio creyeron que era "una pata de chancho", según declararon en la causa.

Pero no era un jamón arrojado al río. Era una pantorrilla humana de mujer.

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La policía asoció de inmediato ese hallazgo con una denuncia por paradero que 20 días antes había realizado en la comisaría Jorge Luis Lubrano, un conocido pai umbanda de la zona de las islas del Delta.

El hombre dejó asentado en la denuncia que su esposa, la veterinaria María Teresa Colombo Van Rensburg, de 72 años y más conocida como "Tesina", lo había abandonado.

El caso comenzó a ser investigado por el fiscal Jorge Strauss y por detectives de la SubDDI de Tigre, en ese momento a cargo del comisario Darío Lutte, que de inmediato se pusieron en contacto con la familia de Tesina.

Primero una hija que vivía en San Fernando y luego un hijo que reside en Estados Unidos y trabaja en el Departamento de Estado, le contaron a los investigadores que nunca habían aprobado la relación de su madre con Lubrano. Tenía 26 años menos que la mujer y lo consideraban un "vividor".

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Los estudios de ADN confirmaron que aquella pantorrilla de una pierna izquierda pertenecía a Colombo Van Rensburg. Fue el único resto del cadáver que apareció. El pai se transformó en el principal sospechoso pero no de uno, sino de dos homicidios.

Ni bien comenzaron a investigar a fondo a Lubrano, la policía descubrió que antes de casarse con Tesina, el pai había estado en pareja con otra mujer que estaba desaparecida hacía dos años. Su nombre: Diana Vanesa Puebla, de 29 años.

La memoria de los policías de la SubDDI de Tigre que no olvidaron aquella cabeza y el cadáver decapitado de mujer y el trabajo de la Policía Científica, fueron clave para identificar esos restos hallados en 2006 como pertenecientes a Puebla.

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El nombre Diana explicaba el tatuaje de la letra "D" en el antebrazo. Había tenido un pasado difícil. En algún momento se había dedicado a la prostitución, según consta en el expediente.

Pero además, los expertos de Policía Científica lograron hacer una singular pericia de reconstrucción del rostro a partir de la fotografía de aquella cabeza pescada en el río.

Pese a la putrefacción de la decapitada y tomando en cuenta las medidas y proporciones de la cara, los peritos lograron hacer un identikit de la víctima y ese rostro coincidía con el de Puebla.

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Lubrano fue detenido en mayo de 2010. Allanaron su templo umbanda en el delta del Tigre. Allí secuestraron varios cuchillos de todo tipo y tamaño, pero no se descubrió ninguna evidencia científica que lo comprometa.

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El fiscal Strauss siempre tuvo la sospecha de que el móvil de los crímenes podía ser la codicia de Lubrano. Que las mataba para quedarse con sus bienes. Reunió una gran cantidad de prueba indiciaria contra el pai y en 2012 lo llevó a un juicio oral que será recordado por el insólito pedido que hizo el imputado ante el tribunal.

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Lubrano solicitó declarar, pero con la única condición de que le inyectaran "pentotal sódico", una droga conocida como "el suero de la verdad" que se utiliza como anestésico y que alguna vez, aunque experimentalmente, se usó en psiquiatría como agente hipnótico.

Según argumentó la defensora oficial Inés Mendoza en el debate, la intención del pai era clamar su inocencia y que los jueces no duden de la veracidad de sus dichos.

El Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Isidro rechazó el planteo. Lo consideró descabellado. La defensa no había aportado ningún elemento que acreditara la seriedad del método.

Los jueces Alberto Ortolani, María Elena Márquez y Gonzalo Aquino tuvieron entre sus manos juicios con causas difíciles como el "Robo del Siglo" al Banco Río de Acassuso o el encubrimiento del crimen de María Marta García Belsunce, pero nunca habían escuchado en un debate una locura semejante.  

El 25 de abril de 2012, Lubrano terminó condenado a la pena prisión perpetua por los dos homicidios calificados.

Uno de los elementos tomados en cuenta por el tribunal fueron las diversas versiones que Lubrano dio sobre el paradero de sus mujeres a la gente que preguntaba por ellas.

En el caso de Puebla, Lubrano llegó a decir que se había fugado del país porque se había practicado un aborto ilegal, que se había marchado a Paraguay a operarse los senos, que se había ido a Brasil, que había muerto en un accidente en San Fernando o que había fallecido de cáncer en un hospital de La Plata.

A los jueces tampoco les resultó creíble que ambas mujeres se esfumaran abandonado lo que más querían: en el caso de Puebla a su hija de 9 años, y en el de Colombo, que era amante de los animales, sus perros.

En el fallo también se hace mención a que los cuchillos secuestrados en el templo umbanda tienen las características para hacer los cortes "limpios y sin desgarros" que presentaban lo restos descuartizados de las víctimas.

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Además, una testigo clave del juicio fue la última pareja que tenía Lubrano antes de ser detenido, quien con mucho temor les confesó a los jueces que ella podía haber sido la tercer víctima, ya que el pai la vivía amenazando y le decía: "Vos vas a aparecer muerta en el río como ésas".