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El misterio de Betty y el boxeador violador

Ocurrió en 1999. El caso aún sigue presentando varios interrogantes sin respuestas.

Beatriz Martínez era una mujer elegante y atractiva. Su principal enemigo, al que ella combatía a diario, era el paso del tiempo. Había cumplido 60, pero decía que tenía 45. Separada, con dos hijas, estuvo varios años en pareja con un destacado diputado radical, aunque en el último año de su vida había conocido a un muchacho de poco más de 20, a quien presentaba como su novio.

Betty, tal como le decían, vivía sola en una elegante casaquinta del barrio conocido como Gonnet-Bell, en el partido de La Plata. Se trata de una zona arbolada, con calles poco transitadas que ha tenido un importante crecimiento inmobiliario en los últimos 30 años, de la mano de familias acomodadas platenses que se han instalado en ese sector cercano al centro, pero lo suficientemente lejos del ruido de la ciudad.  

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La tarde del 25 de enero de 1999 fue especialmente calurosa. Una de sus hijas, con su marido, fue a visitarla.  Ahí se descubriría el brutal asesinato que conmovió a esa ciudad y que hasta hoy está envuelto con un manto de misterio.

Betty, 48 horas antes del hallazgo, había llamado por teléfono a un comercio de City Bell para pedir pizza y empanadas. Era la noche del 23 de enero y una tormenta sacudía con fuerza a los árboles del barrio.

El repartidor llegó, tocó timbre, entregó el pedido y se marchó. No notó nada extraño.

En la casa, tal como lo determinarían los peritajes, había al menos dos hombres. Uno de ellos, mientras mantenía relaciones sexuales con la mujer,  la ató a la cama, con un trozo de tela de cortina. Ella estaba desnuda, boca abajo, cuando el asesino le levantó la cabeza agarrándola del cabello. Después terminó su sanguinaria obra degollándola con el filo de una cuchilla, que hundió con fuerza, de izquierda a derecha.

Ariel Reynaldo Palacios era por entonces, un ladrón de poca monta. De contextura robusta, alto, había practicado boxeo, como su padre. Pero la droga y el delito lo apartaron del deporte en el que se destacaba. 

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Esa madrugada, "Rulo", tal como lo conocían, estuvo paseando por Villa Elisa y City Bell con su novia en un auto Chevrolet Corsa blanco que, según le dijo a la joven, se lo había prestado un amigo. El coche era de Betty que, para entonces, ya había sido asesinada.

Es más, Palacios había intentado asaltar poco antes a una vecina de Gonnet-Bell, a media cuadra de la casa de Beatriz. Todo en la misma noche. Cuando descubrieron el cadáver de la mujer, dos días después, a los investigadores les llamó la atención que el Corsa estuviera totalmente embarrado, mal estacionado, en la cochera de la quinta. Una rueda, el criquet y una manta se encontraban en el fondo de la piscina.

Pero Rulo no era el único sospechoso. El novio de Beatriz, que había viajado con sus amigos a Brasil, había regresado poco antes del crimen a La Plata. El joven, un importante empresario maderero de Gorina, dijo que esa noche no estuvo con la mujer. Pero, llamativamente, Betty había pedido a la pizzería las empanadas preferidas de su novio. También, de acuerdo a los peritos, el muchacho mantuvo relaciones sexuales con Betty horas antes del homicidio.

Luego de varias idas y vueltas de la justicia, finalmente allanaron la casa de Palacios y de su novia. Allí encontraron cadenitas, anillos y pequeños elementos que habían sido robados de la casa del crimen.

Rulo, que primero confesó ante la Policía (lo que no tiene valor judicial y es considerado nulo), cuando fue indagado negó todos los cargos.     

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El caso parecía cerrado. Pero surgirían sorpresas. Primero, de acuerdo a los forenses, el asesino podría ser diestro, porque el corte en el cuello fue realizado desde atrás, de izquierda a derecha. Y Rulo, cuando practicaba boxeo, se destacaba por su destreza con el puño izquierdo. Además, en el cuerpo de la víctima encontraron dos perfiles genéticos, ninguno de ellos compatibles con Palacios.

De todas maneras, Palacios fue a juicio oral y, luego de varias jornadas de testimonios, el Tribunal llegó a la conclusión de que Rulo era culpable de haber sido coautor de asesinato. Pero no el autor material.

Debido a que, a partir del ADN, se estimó que el homicida degolló a la mujer mientras mantenía relaciones sexuales con ella. Los restos seminales, de acuerdo a los peritajes, no eran del acusado.

Si bien los ADN aportaron nuevos sospechosos, el caso nunca se esclareció por completo y quedó, como tantos otros, en la impunidad, pese a los insistentes reclamos de justicia de los familiares de Betty. 

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Además, para agregarle aún más interrogantes a esta historia, Palacios sería favorecido por un cambio de calificación y por la derogada "Ley del 2X1", lo que lo devolvió rápidamente a la calle y, con su salida, una seguidilla de hechos aberrantes llevarían nuevamente a Rulo a la tapa de los diarios locales.

Condenado a 14 años de cárcel, Palacios salió a los 5 años. Y poco después, en City Bell, comenzaron a denunciarse brutales asaltos y violaciones. En todos los casos, los relatos de las víctimas tenían muchos puntos en común: el sospechoso era un hombre robusto, que se movilizaba en una bicicleta todo terreno gris. Tenía una particularidad: le sacaba el celular a la víctima y realizaba una llamada para contar lo que estaba haciendo. 


Palacios fue detenido en 2006 por la violación de una pareja. Después, fue acusado de otros dos hechos, entre ellos uno cometido en una casa de familia, donde obligó a las víctimas a las peores aberraciones sexuales, antes de que él mismo sometiera a las mujeres.

Rulo Palacios, probablemente, no volverá a salir de la cárcel. Fue condenado a 44 años de cárcel por las violaciones. Nunca quiso declarar por el crimen de Martínez, jamás contó con quién estuvo en la casaquinta de Gonnet-Bell aquella fatídica noche del verano de 1999. Con ese silencio, dejó más interrogantes que respuestas en el expediente de Betty.