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El largo adiós de Mauricio Macri

*Por Joaquín Morales Solá. Lo terminó de bajar un número perdido entre mil números. Fue un detalle casi imperceptible para cualquiera que no sea Mauricio Macri.

La última encuesta que vio señalaba que parte del electorado macrista de la Capital, que seguía siendo fiel a su líder en el distrito, prefería votar a Cristina Kirchner en lugar de Macri en las presidenciales. ¿Para qué seguir insistiendo? ¿Para qué, cuando, además, se le habían frustrado todas las expectativas de alianzas que concibió junto con el proyecto presidencial?

Fue el final de un proceso opositor marcado por el error de un amplio mosaico de dirigentes políticos, algunos supuestamente experimentados. Pero fue también la humana reacción de huirle a una derrota anunciada por ahora en todas las encuestas. Los políticos opositores se están bajando de las presidenciales como esos deportistas que abandonan el campo de juego cansados de buscar la pelota y de no encontrarla.

¿Es Cristina Kirchner, en cambio, una jugadora magistral e imbatible? No, pero sabe respetar el mensaje de las encuestas, aunque sólo sea en la estética de las cosas y no en el fondo de ellas. Pacifista en las formas, beligerante en el fondo. No importa: la sociedad sólo se detiene ante la fachada de los asuntos. La Presidenta fue ocupando así, sin decirlo y casi sin que se note, todos los espacios vacantes. Otra cosa habría sucedido, tal vez, si la alianza de Macri y el peronismo disidente se hubiese consolidado a partir de la buena elección que hizo en junio de 2009. Tenía un candidato a gobernador bonaerense, Francisco de Narváez; una presencia significativa en la Capital; tres presidenciables (Carlos Reutemann, Macri y Felipe Solá), y un buen urdidor de zurcidos políticos, Eduardo Duhalde. Aquella victoria los empujó a cada uno de ellos, al revés, a correr detrás de personales ambiciones presidenciales, que se fueron agotando irremediablemente.

Reutemann se fue a su casa, como lo anticipó hace mucho tiempo. El senador tiene un compromiso con su palabra. Hizo lo que dijo que iba a hacer, que era no hacer nada. El anhelo final y casi agónico de Macri para que Reutemann le contestara una propuesta presidencial o vicepresidencial fue siempre una ilusión más que esperanza. ¿Alguien imaginaba a Reutemann quebrando un compromiso público para pelear un combate con pronóstico de derrota? ¿Cómo haría eso cuando hasta decidió no participar abiertamente de las elecciones de Santa Fe, su propio y entrañable distrito?

Duhalde se metió en una increíble interna con Rodríguez Saá, sobre todo para ganar tiempo mientras esperaba lo que todos ellos vaticinaban como el final del duelo social por la muerte de Néstor Kirchner. Esto es: el final de la luna de miel de Cristina Kirchner con importantes sectores sociales. Cuando otra realidad lo despertó, Rodríguez Saá lo había metido ya en un desgastante y banal proceso interno que caminaba hacia ninguna parte. Felipe Solá se encerró en su propio laberinto y De Narváez ya luchaba, decepcionadas sus ambiciones presidenciales, por un respaldo para su candidatura bonaerense.

Macri tuvo hace algunos meses la oportunidad, quizá, de lanzar formalmente su candidatura presidencial a la espera de crecer en las encuestas y, así, cosechar aliados. No lo hizo, porque buscaba una ingeniería electoral casi perfecta para dar el salto. Nunca nada es perfecto en la caótica construcción política. Terminó proponiéndole a De Narváez, el jueves, una fórmula presidencial encabezada por Gabriela Michetti con Felipe Solá como vice. De Narváez le contestó que prefiere seguir construyendo una alternativa de centro al lado de Ricardo Alfonsín. Macri le pidió una convergencia en la provincia de Buenos Aires entre candidatos de los dos dirigentes, pero De Narváez está dispuesto a eso sólo si Macri le abre a él las listas de la Capital. Nada. Los viejos socios parecen hablar ahora dos idiomas distintos.

Jaime Durán Barba nunca es mejor como cuando esparce el terror. ¿Y si era candidato presidencial para perder con el 25 por ciento de los votos nacionales?, se preguntó Macri. ¿Y si el kirchnerismo ganara el gobierno de la Capital y la oposición ni siquiera conservara el control de los distritos que tiene ahora?, le contestó Durán Barba. ¿Qué sucedería en ese caso?, siguió interrogándose. Durán Barba suele decir que él siguió muy de cerca los procesos políticos de Venezuela, Ecuador y Bolivia. La hoja de ruta está y el kirchnerismo podría adoptarla , sentenció. Macri recita ahora el parlamento de su asesor.

Macri pudo ser un candidato testimonial a presidente, pero prefirió, debe reconocerse, someterse al intenso fuego kirchnerista en la Capital durante los próximos cuatro años, si es que ganara, desde ya, la jefatura del distrito. Aquella encuesta que lo tumbó señalaba que está en la Capital unos 16 puntos por arriba del que le sigue, Daniel Filmus, aunque esos números se dan vuelta, en la propia Capital, cuando compite por la presidencia con Cristina Kirchner.

Nada de lo que era el kirchnerismo ha cambiado. La única modificación comprobable es el estilo de la Presidenta. Cristina Kirchner le reclamó a Moyano más serenidad, pero al día siguiente los Moyano lanzaron un bloqueo parcial de las petroleras. Nadie les dijo nada. La producción petrolera está en niveles ínfimos porque no se resolvió el conflicto entre sindicalistas en Santa Cruz, porque los maestros del norte de esa provincia protestan bloqueando los pozos petroleros y porque una huelga de empleados de vigilancia dejó sin custodia los pozos de Santa Cruz y de Chubut. Nadie dice nada tampoco.

En el fondo, la política fundamental de Cristina Kirchner es más beligerante que la de su esposo, aunque nunca la traslada a las palabras públicas. ¿No fue ella la que firmó un decreto de necesidad y urgencia para hacer lo que ella misma se había comprometido por ley a no hacer? Es el caso de los directores estatales en empresas privadas con acciones minoritarias en manos de la Anses.

¿No continuó en los últimos meses, acaso, el hostigamiento y el acoso a los medios periodísticos y periodistas independientes? La SIP lo comprobó en una misión especial que envió a la Argentina (la segunda en la era kirchnerista) y lo denunció públicamente. La SIP no es la corporación maldita que pinta el oficialismo. Esa organización internacional denunció la censura en la Argentina durante la última dictadura y le dio una tribuna internacional a Jacobo Timerman para que expusiera su secuestro y tortura bajo el poder de los militares.

Pero esas cosas no las hace ella; las hacen otros y, a veces, ni siquiera se sabe quiénes son. El estilo personal, duro y confrontativo de Néstor Kirchner fue reemplazado por un poder aparentemente más blando, pero más profundo, eficiente y organizado en la realidad. Casi cinco meses antes, la sociedad es indiferente aún a esos trazos críticos y casi invisibles del presente y del futuro.

Las encuestas anteriores ya no sirven para medir a la oposición en las presidenciales. ¿Adónde irán los votantes de Macri? ¿Adónde los de Pino Solanas? Dicen los encuestadores que Elisa Carrió, con una propuesta más centrista, podría quedarse con parte de los votos macristas y del radicalismo desencantado por la llegada de De Narváez. Duhalde podría cosechar también entre los anteriores seguidores de Macri. Alfonsín vacila entre dejar ir a Hermes Binner y Margarita Stolbizer, o enterrar los tratos con De Narváez. Los dos bloques juntos parecen incompatibles.

La política se enreda demasiado con las ideologías. La gente común, en cambio, termina eligiendo un gobierno o inclinándose por lo que más se asemeja a un gobierno. ¿O acaso no está mezclando espontáneamente los votos de Macri con los de Cristina Kirchner?