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El incendio de Barracas: mitos, verdades y misterios

Funcionarios del ministerio de Seguridad supieron de entrada que el incendio no era una desgracia ni obra del destino.

¿Qué se perdió entre la documentación que se apilaba en el depósito incendiado de Barracas?

Los argentinos somos muy propensos a creer en todo tipo de conspiraciones. Tenemos motivos para ser así, pero quienes nos dedicamos a investigar periodísticamente no podemos caer en teorías que no tengan sustento. Sería mentirle a los lectores, algo que DiarioVeloz viene demostrando desde su nacimiento que no hacemos. Somos el portal que más veces ofreció información después confirmada por los hechos.

Todos los organismos e instituciones públicas o privadas que depositan archivos primero que todo lo digitalizan.

O sea, ningún papel alcanzado por el fuego en Iron Mountain perdió su contenido original,  por lo menos así debiera ser.

Ahora bien, y esto es lo que se conoce en oficinas oficiales bien informadas. ¿Qué ocurriría si negocios de compra de dólares a precio oficial quizás vendidos en el mercado negro al precio del "blue", fueron autorizados por funcionarios de altísimo nivel en áreas monetarias refrendados con su firma y sello?

Estaríamos hablando de cifras que rondan los 6.500 millones de dólares, nada de monedas. Si algún juez investigara a fondo esa compra venta de divisas, lo que se perdió en el incendio es la firma y los sellos de los funcionarios que avalaron ese monumental negocio. Sin los originales, no existen pruebas incriminatorias, y eso fue lo que habría desaparecido bajo las llamas. Literalmente, la digitalización sola sin los originales no tiene valor jurídico. Los responsables de semejante desaguisado ya pueden dormir tranquilos. ¿Nadie investigó los antecedentes mundiales de Iron Mountain en materia de incendios? No hay sólo un caso, Barracas no fue el primero, hay suficientes calamidades cómo para dudar de la prevención que hace dicha firma en el cuidado de papeles.

Pero lo más doloroso del caso no es eso, sino la inmolación de los bomberos en una catástrofe de dudoso origen.

Existe un protocolo que de haberse cumplido a rajatabla hoy no tendríamos esas pérdidas de vidas.

En todo el mundo, las reglas de los cuerpos de bomberos es la siguiente. Cuando son llamados a hacer una habilitación, desde un local como Cromañón, Iron Mountain o el bar de la esquina de tu casa, el personal de bomberos le exige al responsable del lugar planos e información del sitio, y recién con eso en la mano procede a dar el visto bueno.

Esa información se digitaliza y va a parar a una computadora que almacena tan valiosa información.

En el momento que se produce el siniestro, el jefe del operativo una vez conocido el lugar (obvio, si es público) imprime esa data y de acuerdo a su contenido cuenta con la información necesaria para dirigir el procedimiento.  Según esa información se sabe si hay que utilizar agua o productos químicos para atacar las llamas.

Y además, se conoce el tipo de material y la antigüedad de las paredes y demás elementos que hacen a la estructura del lugar.

Si se hubiera seguido ese protocolo a rajatabla, los bomberos aplastados por esa lápida que les cayó encima hubieran sido impedidos de acercarse. La pared fatal era antigua y muy proclive a perder estabilidad a las temperaturas que alcanzó el fuego en ese momento.

Preguntamos a gente especializada de Policía Federal y se nos dijo además que la instrucción y el entrenamiento permanente del cuerpo de bomberos está muy distante de ser el ideal.

Gente abnegada, con vocación de servicio y dispuestos a jugarse la vida no alcanza. Ocurre lo mismo con los efectivos policiales. ¿Cada cuánto hacen instrucción de tiro o de lucha para combatir la delincuencia?

Ya imaginás la respuesta, con los bomberos pasa algo similar.

Se nos insistió con ese protocolo obligatorio y se te hiela la sangre saber que de haberse puesto en práctica hoy no estaríamos llorando las pérdidas humanas.

Los papeles perdidos quedarán en el recuerdo, pero la vida de esos pobres servidores públicos no la devuelve nadie.