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El Gobierno arma una tormenta de un vaso de agua

*Por Hugo Grimoldi En palabras de la presidente de la Nación, "el mayor logro de estos años es que la economía ha vuelto a quedar subordinada a la política".

Más allá de que el concepto tiene sus bemoles para la discusión, ya que siempre es el político el que toma las opciones que le plantean los tecnócratas y elige el camino, esa noción ya había sido expresada por Néstor Kirchner desde los tiempos de la Cumbre marplatense del ALCA y ha sido repetida luego con gran orgullo por todo el oficialismo.

Pero una cosa son los teóricos heterodoxos del kirchnerismo, los que llenan los blogs o las aulas universitarias con esos conceptos populistas que rozan con la epopeya y otra debería ser la acción de los funcionarios que tienen que poner en marcha las políticas. Ni Néstor antes, ni ahora Cristina Kirchner, ambos bien pragmáticos, han tenido nunca dudas de que una cosa son los discursos y otra la ejecución. Cuando CFK dio la orden de actuar porque los dólares seguían saliendo pese a su 54 por ciento, seguramente nunca pensó que sus acólitos iban a ejecutar tamaña chapucería como la que están llevando a cabo.

Ya nadie se chupa el dedo y menos cuando el bolsillo puede sufrir. Lo que ocurrió durante las últimas semanas en la Argentina no fue que una banda de desalmados se estaba aprovechando de un gobierno que había ganado de un modo tan contundente dos elecciones seguidas, sino que había en la plaza un bien que apetecía como ninguno por lo barato, el dólar atrasado en su cotización en relación a la inflación. Una mercadería que, además, tenía un proveedor de lujo, como era el BCRA, quien hasta esos días estuvo financiando alegremente su remate.

Al mejor estilo de la Argentina, tras el 23 de octubre y a partir de la comprobación que la sangría no se detenía, vino el bandazo y de la cuasi libertad se pasó a la necesidad perentoria de pedir permiso. El primer error estratégico de ejecución de las medidas fue sacar el problema de la órbita de la autoridad monetaria y poner a otras dependencias ajenas al tema a fijar las reglas, con seis o siete funcionarios de primera línea de varias dependencias (ministerio de Economía, BCRA, secretaría de Comercio, AFIP, etcétera) sobreactuando y haciendo buena letra para tratar de asegurarse la continuidad en diciembre. Pero además, lo que ha quedado en claro es que, con la imposición del cepo cambiario, los funcionarios actuantes ni siquiera se han detenido a leer los libros de la historia más reciente para saber qué les pasó a Lorenzo Sigaut, Juan Sourrouille o Erman González, por ejemplo, cuáles fueron sus fantasías y cómo terminó cada una de esas historias. Así, se hubieran dado cuenta que atacar las consecuencias sin eliminar las causas, y aquí, hay que volver a mencionar a la inflación no reconocida como el principal factor del problema actual, ha sido una constante entre quienes intentaron hacer lo mismo en otras ocasiones, hasta que fracasaron en toda la línea. En su descoordinada misión, los ejecutores prendieron luces amarillas por todos lados y pusieron a dudar a todo el mundo sobre los fundamentos del modelo. Si bien hay problemas, porque es notorio que la economía no es la de los primeros años del kirchnerismo, la cátedra económica, aún la más ortodoxa, sugiere que hay que hacer varios retoques, aunque no traumáticos, para reencauzar las variables. Lo que más sufrió fue la veracidad sobre el nivel de Reservas.

Tanto llenarse la boca con la supuesta fortaleza del Banco Central y se dejaron flancos abiertos por todas partes. Ahora, se ha comenzado a dudar de las divisas atesoradas, porque ya que no se sabe cuánto de ellas son préstamos del exterior, cuántos pagarés de la Tesorería hay y cuántas han quedado rotuladas como de libre disponibilidad. Por su parte, la medida que implantó la obligatoriedad de liquidar el 100 por ciento de las divisas de los rubros petrolero y minero dentro del país, en la práctica ha funcionado también como un aviso sobre los graves problemas que tiene la balanza comercial, golpeada sobre todo por las importaciones energéticas, otro de los despropósitos argentinos de los últimos años. ¿Por qué decir recién ahora que la franquicia de esos sectores era inequitativa con el resto de los sectores, si estuvo vigente durante los dos gobiernos de los Kirchner?

Otro punto a observar es que se avanzó contra los coleros y arbolitos, pero nada se hizo contra las grandes cuevas que negocian desde siempre el dólar a otro precio, para evitar que sus clientes se expongan. Si la idea fue consentir el mercado paralelo, para que allí se transaran muchas más operaciones por encima del dólar administrado y para evitar así que se siguiera dando el trasvasamiento que drenaba las Reservas, justo es decir que se ha logrado, pero sólo por un tiempo. También la historia recuerda que cuando comienzan a sobrefacturarse importaciones o a subfacturarse exportaciones, las divisas resultantes se liquidan en el exterior a otro precio y son el alimento natural del segundo mercado. En medio de las restricciones y de verdaderos despropósitos, como por ejemplo que depositantes con certificados a plazo fijo en pesos declarados en Bienes Personales a la AFIP no podían constituir el equivalente en dólares porque, como en el medio se registra una operación cambiaria de compra de divisas la misma dependencia dictaminaba que su situación era de "inconsistencia", la gente comenzó a sacar los fondos de los bancos, algo menos de U$S 700 millones en una sola semana.

El miércoles pasado, en un almuerzo con banqueros extranjeros, el ministro de Economía, Amado Boudou, y la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, escucharon estas historias y se hicieron cruces, ya que comprendieron que la situación podía ponerse espesa y que había peligro de corrida. De allí, que dispusieron que a partir de este lunes los bancos podrán tener en sus cajas todos los dólares que necesiten para reintegrar esos depósitos que, en dos semanas, parecen haber barrido con 10 por ciento del caudal del sistema. Las estadísticas indican que los depósitos en dólares, que comenzaron el año por debajo de los 13 mil millones, habían llegado de modo ininterrumpido a superar los 16 mil millones. Así, el proceso de dolarización de portafolios que generó la percepción del atraso cambiario, no sólo se había ido a los colchones o al exterior, sino que se había volcado en cuentas a la vista, cajas de ahorro y plazos fijos en los bancos. Fue matemático, apenas se conocieron las medidas de la AFIP, los depósitos empezaron a ser retirados.

Pero además de dotar de liquidez al sistema, ambos funcionarios pasaron la gorra ante los banqueros y le pidieron a las entidades que se endeuden con líneas de crédito externas o bien que las casas matrices hagan un esfuerzo y giren fondos hacia sus filiales en la Argentina, para engordar un poco las Reservas del Central. Como más allá de los problemas que tienen los bancos en el exterior debido la crisis global, se les dijo que no iba a ser posible atender ambos pedidos, ya que la situación no era individual, sino sistémica, los banqueros terminaron sugiriendo que se termine de una buena vez con las restricciones que llevaron a esta situación. Si ahora, por lo que fuere, se decidiera retrotraer las medidas y convalidar en nuevo escenario, el valor del dólar ya ha quedado fijado casi en $ 5, las tasas de interés han subido y los precios de la economía se han ajustado a ese nuevo nivel. La especulación del mercado termina teorizando que, de esta forma, el nuevo ministro asumiría con parte del trabajo sucio hecho y podría dedicarse a armar y a presentar un programa ordenado y creíble con medidas de estabilización, que incluyan lo fiscal, lo monetario y lo cambiario, a partir de un equipo profesional que no tenga prejuicios y que sepa de qué se trata.

En tanto, la responsabilidad de la devaluación del peso podrá ser trasladada fuera de la órbita gubernamental, echándosele la culpa de sus males a la voracidad del mercado y a las tapas de los diarios, por supuesto.

En este punto, la gran fantasía de los funcionarios, el primero de ellos el futuro vicepresidente de la Nación, es que los medios silencien toda la situación, lo que no es otra cosa que engañar al público. Una de las misiones primordiales del periodismo es alertar sobre situaciones que le pueden cambiar la vida a la gente y no transar, sobre todo con el poder de turno, en un aspecto básico que hace a la ética de la profesión y a supervivencia de las empresas: la credibilidad.