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El extraño posteo de la mujer que pedía justicia por su hijo y mató a su marido

Verónica González pasó la noche detenida en el penal de Batán. Este martes la indagarán.

"Y cuando se viene la tormenta, seguro sos vos que hacés milagros. Gracias, Gasty. Mami te amará por siempre".

Eso escribió en su Facebook Verónica González (50) el jueves pasado por la noche. No llovió esa madrugada, tampoco el día siguiente. Es más, el 21 de marzo estuvo parcialmente nublado en Miramar. El viernes, la temperatura trepó a los 20°C y el cielo amaneció aún más despejado.

Sin embargo, ese 22 de marzo el clima estuvo enrarecido en el barrio donde vivía con su marido, Carlos (66), y donde en 2011 habían asesinado a su hijo Gastón (12), un crimen que aún sigue impune. La tormenta, en cambio, sí se había desatado sobre la familia Bustamante: a Verónica la detuvieron acusada de atacar a golpes a su esposo en su casa.

El hombre moriría horas después, llevándose la verdad a la tumba. Y ese posteo en Facebook de Verónica, horas antes de la brutal agresión a su marido por el que está presa en el penal de Batán, se tornó muy llamativo.

También un manto de duda recayó sobre la investigación del asesinato de Gastón, cuyo expediente está en la Corte Suprema a la espera del aval para un juicio que nunca se hizo contra el cuñado del chico, Julián Ramón. Justamente, la mamá había sido la primera sospechosa del caso, pero también la principal promotora de la búsqueda de justicia.

"Fue un crimen con una saña, una violencia... Pero también muy cuidado: no hay arma homicida. El asesino fue cuidadoso", le dijeron a Clarín fuentes de la investigación sobre el ataque a Carlos. La autopsia confirmó que murió a causa de los múltiples politraumatismos craneales que le provocaron los golpes y que le generaron un edema cerebral.

El martes próximo, Verónica será llevada nuevamente ante la fiscal del caso, Florencia Salas, donde escuchará que ahora está acusada del delito de "homicidio agravado por el vínculo", ya no en grado de tentativa como le endilgaban mientras su esposo agonizaba en el hospital de Mar del Plata. Aunque se prevé que la calificación legal del hecho lleve otro agravante.

Mientras tanto, Verónica pasa sus horas en el pabellón femenino del penal de Batán pidiendo la medicación psiquiátrica que toma y por eso será llevada al hospital para que se la administren. Ya recibió la noticia de la muerte de Carlos.

Antes de esa fatídica mañana del viernes 22 de marzo, Verónica y Carlos seguían compartiendo la misma casa de la calle 27, entre 46 y 48, de Miramar, donde en 2011 habían matado a su hijo menor. Gastón tenía 12 años y, pese a que pasaron más 7 años del crimen, su cuarto, el lugar que eligió el asesino para quitarle la vida, seguía intacto, como un museo.

Los vecinos le dijeron a los investigadores que en el último tiempo el matrimonio discutía mucho. A eso se suman las denuncias falsas de Verónica sobre lesiones y amenazas del último tiempo, la causa por estafa de la que había sido acusada en este mes por una amiga y la patología psiquiátrica de base que padece.

Lo cierto es que cuando lo encontraron a Carlos, los médicos constataron que presentaba un cuadro de hipotermia y también evidencia de que había sido golpeado en dos lapsos de tiempo diferente, por lo que creen que el primer ataque fue bien temprano por la mañana

cuando dormía. Luego, el hombre habría llegado hasta el living, donde lo golpearon nuevamente.

Ensangrentado sobre el piso del living lo encontró su mujer y su hermana cuando entraron cerca de las 13.40. Unos 25 minutos antes, los vecinos habían visto a Verónica en la puerta de su propiedad, tomándose la cabeza. Cerca de las 12, un repartidor de los productos Avon había ido hasta la casa, golpeó pero nadie le abrió. Sí dijo que escuchó gritos en el interior. Todo eso consta en la causa.

El repartidor le llevó los productos a la hermana de Carlos y la mujer llegó hasta la casa de los Bustamante. Fue ahí que encontró a Verónica en la puerta, donde los vecinos la veían desde hacía rato. Y las cuñadas juntas entraron a la propiedad y encontraron la trágica escena.

Esa mañana, Verónica fue al banco y las cámaras de seguridad de la sucursal la registraron dos veces allí. "Entra y al rato sale y se queda parada un rato", le explicaron las fuentes la secuencia de las imágenes. Sólo distinguen que tiene una campera roja. Nada más.

Lo cierto es que la mujer es la única sospechosa que tiene el caso. La inconsistencia de su relato, el momento en que se habría producido el primer ataque y otros elementos que constan en la causa apuntan hacia ella.

Mientras tanto, en el perfil de Facebook de Verónica, cuya foto de perfil es la de su hijo Gastón, son varias las personas que le piden que confiese y, también, que tienen una mirada sospechosa sobre el crimen del nene.

Siete años de impunidad


Fue la mañana del 21 de noviembre de 2011. "Andá tranquila ma, que yo te llamo", le dijo Gastón a Verónica, según su testimonio. El chico había cumplido 12 años y ya se podía quedar solo. Ella, entonces, salió de su casa para comprar unos plantines para una clienta en el vivero de Miramar.

Ese día, el chico tendría que haber ido a la escuela, pero la noche anterior había festejado su cumpleaños, se había dormido tarde y quería quedarse un rato más en la cama. Su madre lo consintió, pero ella tenía sus obligaciones. Era la primera vez que lo dejaba solo en su casa.

Verónica tardó menos de una hora en regresar y fue quien encontró a su hijo muerto en su cuarto: estaba en el piso, tenía una media en el cuello y una almohada en la cara. Su asesino lo había golpeado, estrangulado y asfixiado.

Según la investigación, el asesino robó 300 pesos y también quiso llevarse una TV que trasladó del cuarto matrimonial a la cocina, pero al final quedó en la casa. Sólo que dejó en la pantalla una huella de arrastre, la huella de quien hasta hoy es el principal sospechoso: el cuñado de Gastón, Julián Ramón.

Según consta en el requerimiento de elevación a juicio contra el cuñado de Gastón, "Ramón lo asesinó para que no lo delate, porque no quería perder a su novia". Y lo que lo motivó a entrar a la casa fue un robo: buscaba la plata que Carlos tenía escondida para depositar en un plazo fijo. Pero sólo halló 300 pesos.

Ese día, los ingresos de la casa no fueron forzados, los perros tampoco ladraron y a Gastón lo atacaron en su cuarto, en su cama. El crimen sigue impune. Ramón fue sobreseído en todas las instancias y el expediente llegó a la Corte Suprema, que debe definir si se realizará un juicio.