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El divorcio de los Kirchner y Repsol

Entre ellos hubo amor y buenos negocios. De aquello sólo quedó un divorcio controvertido y desavenencias políticas, que amenazan con revestirse de crisis diplomática.

La historia de los Kirchner con Repsol-YPF es digna de estos tiempos. De la idiosincrasia de un gobierno que se gestó desde sus albores políticos, allá en la Patagonia, con el rótulo de petrolero, y hoy culpa de su política energética a los españoles y a los compatriotas a quienes ayudó a ingresar como accionistas.

La ofensiva que el gobierno viene desarrollando sobre la empresa de capitales mayoritariamente españoles pasó por varias etapas. Multas por mala liquidación impositiva, suspensión de áreas para explotar y hasta la intención, por ahora frenada, de nacionalizar la empresa petrolera.

Néstor y Cristina Kirchner habían apoyado la privatización de la petrolera estatal en los 90. Él, como gobernador de Santa Cruz y ella, como senadora. Las ventajas que tenía Repsol (entonces con el 96% de las acciones) en la YPF de los 90 en esa provincia patagónica fueron siempre el comentario de acólitos y opositores. En el 2006, se negoció con Brufau, para permitir el ingreso de capitales argentinos en la empresa.

Pero Néstor Kirchner falleció y a fines del año pasado algo se rompió entre la presidenta y la familia Eskenazi y, por ende, con los socios. La jefa de Estado comenzó a culpar a la empresa de la falta de producción y de la escasez de combustible. Aunque para algunos analistas el transfondo de esta pelea es la intención de que a la empresa ingrese otro empresario K, Cristóbal López, el amo y señor de los casinos, quien amasó su fortuna a la sombra de los Kirchner.