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El debate sobre la inflación en Argentina

Por Ricardo Bebczuk. Como en muchos otros períodos de nuestra historia económica, la inflación se ha convertido en tema de discusión cotidiana en la Argentina actual.

Como en muchos otros períodos de nuestra historia económica, la inflación se ha convertido en tema de discusión cotidiana en la Argentina actual. A pesar de que el debate está contaminado con posiciones políticas e ideológicas, es fundamental recordar que la inflación siempre ha sido y será un fenómeno puramente económico. Como tal, aplicaremos las herramientas de análisis que provee la economía para abordar las cuatro preguntas centrales que despierta esta delicada cuestión, a saber:

1) ¿Por qué hay inflación en la Argentina?

2) ¿Es necesario reducir la inflación?

3) ¿Qué papel le cabe al Gobierno en el desarrollo del actual proceso inflacionario?

4) ¿Cuál ha sido y cuál debería ser la actitud del Gobierno frente a la inflación?

Dada la complejidad del tema, responderemos las dos primeras preguntas en esta nota, y las dos últimas en una próxima.

INTERROGANTE CENTRAL

¿Por qué hay inflación en la Argentina?

Dado que la inflación es simplemente el cambio en los precios de los bienes y servicios, para establecer las causas de la inflación debemos entender cómo los productores fijan sus precios. Todo precio es igual al costo de producción multiplicado por el margen de ganancia del productor. De estas dos posibles causas de la inflación actual, la suba de los costos de producción aparece a todas luces como la más convincente.

A fin de interpretar el problema conviene remontarnos a 2004-2005, cuando comienza a afianzarse la recuperación económica posterior a la crisis. De la mano del mayor ingreso se incrementan las compras de los consumidores, que rápidamente sobrepasan la capacidad de oferta de los productores. Aquí tenemos el primer impulso inflacionario: frente a una elevada demanda, los productores ajustan sus precios, a pesar de que los costos de producción -principalmente los costos salariales- todavía seguían deprimidos por el arrastre del desempleo post-crisis. En esta primera etapa, llamémosla Fase I, la causa de la inflación fue un mayor margen de ganancia de las empresas.

Pero a continuación tiene lugar la Fase II: al aumentar la producción y caer el desempleo, los trabajadores recobran cierto poder de negociación y reclaman mejoras salariales que compensen la suba de precios durante la Fase I. Las empresas acceden a estas exigencias pero trasladan los mayores costos a sus precios, poniendo en marcha una nueva ronda de inflación, que motoriza a su vez una nueva recomposición salarial. En concreto, la economía argentina se encuentra hoy atrapada en la Fase II, esto es, una espiral de salarios-precios-salarios.

¿Qué se puede decir de la visión que asigna la culpa de la inflación actual a los grupos económicos fijadores de precios? En este caso, la explicación vendría por el lado de los márgenes de ganancia más que por los costos de producción. Es sencillo descartar esta teoría si se tiene en cuenta lo siguiente: 1) habida cuenta de los aumentos de precios acumulados especialmente desde 2005, estos sectores habrían amasado ganancias exorbitantes a expensas de los asalariados, contradiciendo la mejora en los indicadores de pobreza y desigualdad evidenciada en los últimos años; y 2) los productores no tienen poder discrecional para imponer precios y así obtener beneficios exagerados. Por un lado, en muchos sectores rige una fuerte competencia, por lo cual siempre habrá productores dispuestos a vender a un precio más bajo resignando parte de su ganancia. Por el otro, sin importar el precio que pretenda el productor, quien decide si el precio es aceptable o no es el comprador. Observando el alto dinamismo de las ventas de numerosos bienes y servicios, es evidente que los precios están en línea con una fuerte demanda.

¿SITUACION PELIGROSA?

¿Es necesario reducir la inflación?

La convivencia de altas tasas de crecimiento económico a la par de una inflación del 25% ha creado la falaz sensación de que la inflación no es dañina. El error de este argumento radica en olvidar que la inflación desata una carrera entre los distintos sectores de la economía para evitar la pérdida de poder adquisitivo. La marcha de la economía es mucho más armoniosa y previsible cuando los precios están en reposo. En todo caso, si los precios suben, la situación será manejable siempre y cuando todos corran a la misma velocidad. Es justamente este crecimiento más o menos simétrico de todos los precios el que explica que la economía argentina haya asimilado hasta ahora una inflación muy elevada sin efectos sensibles sobre el crecimiento.

Lamentablemente, de acuerdo a la experiencia local e internacional, este tipo de inflación neutral no parece ser la norma. Un ambiente de alta inflación es inestable por naturaleza, por el mero hecho de que nadie quiere quedar rezagado en la carrera y, si las circunstancias se lo permiten, intentará sacar una ventaja sobre el resto. Las disparidades en el ajuste de precios entre los distintos sectores crea ganadores y perdedores, introduciendo incertidumbre, tensiones sociales y escaladas de precios que se retroalimentan a sí mismas.

Dos datos que confirman que el crecimiento no inflacionario no es sólo posible sino deseable son que, por un lado, la tasa de inflación promedio mundial es de 4%, revelando una clara preferencia internacional por la estabilidad de precios (la tasa en Argentina es más de 6 veces superior); y por otro, un amplio grupo de países en Asia y en América Latina han logrado crecer a tasas considerables -del 6% al 10% anual- con niveles de inflación del 6%.

Por otra parte, más allá de la euforia propia de un crecimiento acelerado, en nuestro país ya son visibles las tensiones propias de un clima inflacionario. Ejemplos a mano son: (a) el retraso del tipo de cambio real (el tipo de cambio es uno de los precios más atrasados en la carrera inflacionaria), (b) la preocupación creciente entre empresarios y trabajadores formales por la suerte de las paritarias, y (c) la erosión de la capacidad de compra entre los beneficiarios de planes sociales y entre la enorme masa de trabajadores no amparados por el régimen gremial. El hecho de que este servidor esté escribiendo sobre el tema y usted lo esté leyendo es otra prueba igualmente categórica de que casi nadie cree en la inflación neutral.

Los comentarios anteriores sustentan la idea de que Argentina podría y debería mantener un crecimiento económico robusto sin comprometerlo con la amenaza de una inflación insostenible.