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Detrás del humo, los problemas reales

El retorno de Cristina luego de su problema de salud mostró que ella conserva la totalidad de la iniciativa política. Pero también que la economía es hoy por hoy su talón de Aquiles.

De pronto, todo cambió. Después de 26 días de ausencia la Presidenta de la Nación reapareció en la escena pública y con ella la política reverdeció en un territorio mustio, donde predominaba la apatía y el aburrimiento. Con sus afirmaciones pero también con sus omisiones -que fueron muchas-, Cristina Fernández hizo un repaso de lo que ella considera lo más importante de la actualidad, dejó atrás como una anécdota la ablación de su tiroides y marcó otra vez el tono de la música con la que bailan oficialismo y oposición.

Primera conclusión: guste o no, hoy es la única persona capaz de generar política con palabras o silencios, encender debates y adoptar, para bien o para mal, decisiones movilizadoras que repercuten con fuerza en la sociedad. Esas decisiones van desde la incitación a un patriotismo fundamentalista cuando se agita la causa histórica por Malvinas, hasta el severo ajuste económico en desarrollo que se pretende disimular precisamente con cuestiones extemporáneas convertidas en nubes de humo.

Nueva etapa

Detrás de esas cortinas engañosas, se materializan los problemas reales que debe afrontar el Gobierno. Sin menospreciar otras varias dificultades que aparecen en el horizonte, hay dos que sobresalen. La primera es económica y la otra política.

Si no se computan los auxilios temporarios del Banco Central y de la Anses, cuyos dineros están destinados a otros fines, las cuentas fiscales cerraron en diciembre pasado con una fuerte reducción del superávit que hubo en años anteriores. Con otros criterios contables hasta puede hablarse de déficit. Fue esa la señal de alarma para achicar los subsidios masivos a las empresas de servicios públicos y buscar, de forma desprolija y a las apuradas, atenuar el impacto en los usuarios diferenciando las tarifas.

Cualquier gobierno sabe, y éste más todavía, que los humores sociales están conectados a los bolsillos de la gente. Y que si se extiende la preocupación en las economías familiares, el "relato" que de la realidad hace el kirchnerismo no alcanzará para detener la decepción. "La peor noticia no son los aumentos tarifarios. Lo grave es que hay que recortar presupuestos asignados a planes de ayuda social", reconoce un técnico que con el ascenso de Hernán Lorenzino al cargo de ministro de Economía, ha quedado en un puesto expectante en el Palacio de Hacienda.

La otra dificultad seria que debe enfrentar el Gobierno de Cristina en esta etapa, es política. Pero en ese terreno la Presidenta se mueve con más soltura porque por ahora -y nada indica que eso pueda cambiar en el corto plazo- ella es la dueña de la iniciativa. No a otra cosa responde la sorpresiva aparición del tema de una eventual reforma de la Constitución, planteado por Amado Boudou en una reunión de "cristinistas duros". No fue casual. La intención reiteradamente utilizada por el oficialismo es extender la agenda a cuestiones que no son inmediatas para ganar tiempo y a la vez enviar mensajes en varias direcciones.

Están avisados

La reforma constitucional es necesaria para habilitar a Cristina para una re-reelección en 2015, es decir, dentro de larguísimos cuatro años. En ese encuentro realizado en Mar del Plata, el jefe de La Cámpora en territorio bonaerense, José Ottavis, fue por demás claro: "Hay que ir por todo", expresó. Eso estuvo dirigido, claramente, al interior del oficialismo donde se desarrolla una lucha por la continuidad en el poder aún discreta pero de pronóstico reservado.

Ir por todo, como dijo Ottavis, es convertir al kirchnerismo en el exclusivo dueño del poder. Avanzar sobre todas las áreas del Gobierno con funcionarios propios y de a poco dejar en el camino a ese peronismo tradicional que no se resigna a quedar afuera de lo que se siente parte fundamental.

En ese sector están varios gobernadores como Daniel Scioli, José Manuel de la Sota o Juan Manuel Urtubey, algunos caudillos provinciales, intendentes, legisladores y sindicalistas. Muchos de ellos, que hasta no hace mucho lo miraban con desprecio, han comenzado a valorar a Hugo Moyano, el único que por ahora se ha animado a desafiar al poder cristinista.

La Presidenta no quiere saber nada con el líder camionero y así lo verbalizó el ministro del Interior Florencio Randazzo, quien descalificó la gestión de Scioli para que Moyano no renunciara a la conducción del PJ. Más todavía: desde el Gobierno se hace todo lo posible para minar la posición del jefe de la CGT en el interior mismo de la central obrera.

Moyano tiene mandato hasta junio, pero si no es reelegido y asume algún delfín del kirchnerismo, en sus planes está conformar una poderosa confederación de gremios del transporte. Aseguran sus compañeros de ruta que desde allí podrán dar la batalla que consideran imprescindible para custodiar la doctrina peronista.

Como se ve, los principales problemas del Gobierno tienen origen en el propio Gobierno.