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Después de 131 años desaparecida, hallaron a 'la octava maravilla del mundo' que se perdió por la erupción de un volcán

Una erupción volcánica ocultó en 1886 a Las Terrazas Rosas y Blancas, uno de los paisajes más imponentes y peculiares del mundo, ubicado en Nueva Zelanda.

La hipótesis es concreta: la octava maravilla del mundo está bajo tierra y no solo eso, sino que se conserva en perfectas condiciones. Las Terrazas Rosas y Blancas, uno de los paisajes naturales más increíbles del mundo podrían haber resistido la erupción volcánica del Monte Tarawera en 1886.

Siete años atrás, en 2010, la investigadora Sascha Nolden encontró unos diarios que pertenecían al geólogo Ferdinand von Hochstetter. En las notas estaba el dato de la ubicación de las terrazas, con mayor precisión que ningún otro documento. Los datos echaban luz sobre el levantamiento de 1859 sobre el lago Rotomahana, al norte de la Isla Norte de Nueva Zelanda.

Las terrazas fueron por mucho tiempo la atracción turística más importante del hemisferio sur y del Imperio Británico. Recibían cientos de embarcaciones al año repletas de turistas de toda Europa y América.

Sin embargo, por la acción volcánica y los 131 años que transcurrieron desde entonces, el escenario mutó. Tanto el lago como sus alrededores. Entonces, una vez que Nolden difundió los diarios, un equipo trabajó para superponer el contorno del lago y establecer las diferencias con su estado actual.

La investigación se publicó en Journal of the Royal Society of New Zealand. Los especialistas sostuvieron en un comunicado: "Después de más de 2.500 horas de investigación en los últimos 12 meses, estamos seguros de que, después de todo este esfuerzo, hemos identificado las ubicaciones de las terrazas. Estamos más cerca de lo que nadie ha estado en los últimos 130 años".

De acuerdo al relevamiento, las terrazas ya no están debajo del lago, pero sí en sus orillas, bajo una capa espesa de ceniza y escombros. Alejadas unos metros de su posición original, la erupción del 10 de junio de 1886 no solo la desplazó sino que también las ocultó. Varios años más tarde, el cráter se rellenó con su agua.

La peculiaridad de su paisaje, sus cascadas y escaleras casi interminables de agua se formaron gracias a grandes cantidades de bicarbonato de calcio que fueron arrastradas por el agua caliente. Luego, ya como carbonato cálcico, emergieron las amplias capas caliza y travertino.

Pese a la imponencia y la peculiaridad de las terrazas, hay una paradoja: nunca desde el Imperio Británico se intentó establecer en registros oficiales su ubicación exacta. Por eso, los investigadores debieron recurrir a documentos previos encontrados un siglo y medio después.

La investigación se encuentra en desarrollo. El paso siguiente será la exploración en el mismo territorio. Después de lograr el permiso del pueblo iwi para excavar el área en cuestión, el equipo espera comprobar su hipótesis: encontrar tal como estaba 131 años atrás la octava maravilla del mundo.

(Fuente: Infobae)