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CSI Guayaquil

Desde los informantes y sabuesos hasta hoy, los criminales dejan huellas y los investigadores están para desentrañarlas. Conocé como es un laboratorio de Criminalística.

Hacia fines del siglo XIX la investigación criminal se limitaba a dejar todo librado a la actividad de los informantes y a la sagacidad de los sabuesos que auscultando testigos y sospechosos mediante la caracterología y la tipología, basándose en la apariencia y formas corporales, les permitía deducir el carácter y la capacidad de sus semejantes.

Algunos eran seguidores de la teoría frenológica de Franz Joseph Gall, quien conociendo que las funciones intelectuales residen en áreas específicas del cerebro, asumió que la superficie del cráneo las revelaba y de su observación era posible determinar hábitos y conductas de los seres humanos.

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Tenían por entonces plena vigencia las teorías de Ezechia Marco Lombroso, médico italiano conocido por el seudónimo de Cesare Lombroso, máximo exponente del positivismo criminológico, quien se dedicó a estudiar a los delincuentes y no al delito; llegó a sostener que existía una especie de hombre distinto al normal, una raza diferente, un ser que no había perfeccionado su evolución y era cercano al salvaje, cuya innata naturaleza lo condicionaba a la conducta criminal. 

En esos tiempos, el público masivamente se entusiasmó con el consumo de aventuras novelescas, particularmente aquellas de misterio y corte policial. La pasión por el detective, entendido como un artífice, fue uno de los hechos que caracterizaron la literatura de la época. Nuestros bisabuelos se aterraron con los criminales y veneraron al Arsenio Lupin, el ladrón caballero de Maurice Leblanc, al mismísimo Andrés L´Archiduc, personaje central de la Huella del Crimen  de Raúl Waleis y al máximo exponente del género, Sherlock Holmes del Sir Arthur Ignatius Conan Doyle.

Jamás se podría haber sospechado que esta literatura era el preludio de una nueva metodología de investigación criminal que empezaba a transitar el camino de las más ingeniosas aplicaciones científicas.

Ellas permitieron descubrir que no hay delincuente, por experimentado que sea, que involuntariamente no deje detrás de su paso por la escena del crimen una serie de rastros y evidencias físicas, conocidas como testigos mudos que - por cierto - son los únicos que jamás mienten. Se demuestra que un cabello, la distribución de las manchas de sangre, la colilla de un cigarrillo, una pisada en el barro, un mordizco, una huella de efracción o un escrito, son testigos sobre los cuales nada predomina.

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Hemos sido invitados por la Policía de la República del Ecuador a visitar uno de sus laboratorios de Criminalística, ubicado en la Ciudad de Guayaquil, la de mayor conflictividad criminal, de ese país. La dependencia cuenta con unos doscientos cincuenta hombres con título profesional en las distintas ciencias y técnicas aplicadas a la investigación criminal y se encuentra comandada por el Teniente Coronel Roosevelt E. Campos H. y el Mayor Christian Esteban Rengifo Dávila; ambos Licenciados en Criminalística egresados del Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina.

El presidente Rafael Correa ha propiciado un programa de inversión para tecnificación del Departamento de Criminalística de la Policía Nacional, que desde 2008 a la fecha asciende a u$s 27.000.000.

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El edificio donde funcionará en su lugar definitivo, se encuentra en construcción, con un presupuesto de u$s 7.000.000 y u$s 15.000.000 en mobiliario y equipamiento.

Consecuentes con los investigadores de las novelas - cuyas perspicaces visiones apasionaron a toda una generación - los policías de los laboratorios cristalizan, más allá de lo imaginable, las fantasías de los escritores.