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Fernando Stanich* Si algo logró el alperovichismo es reducir la política a una cuestión matemática. La bonanza económica desde 2003 y la compra-venta instaurada a partir del sistema de acoples acabaron por cartelizar el régimen electoral tucumano.

En el oficialismo, la vida sonríe cuando las cuentas cierran. Y en este año, la ecuación que hace el alperovichismo es que el ciclo acabó con saldo favorable.

Y si José Alperovich debe tener los números en orden para cerrar el balance, las elecciones del domingo 23 no pueden quedar fuera de la cuenta. Aunque las encuestas y los antecedentes muestran que el Frente para la Victoria puede sacar cómodamente las cinco bancas de diputados en juego, ¿por qué tanta cautela en la Casa de Gobierno?

Los que conocen el razonamiento del mandatario están convencidos de que, nuevamente, todo se reduce a una cuestión numérica. Para que el alperovichismo se quede con los cinco escaños es necesario que se ponga en marcha la infernal maquinaria logística y clientelar. Es decir, que cada dirigente territorial de prestigio contrate 1.000 autos para trasladar votantes, que invierta miles de pesos en bolsones, en movilizadores y en punteros para copar los barrios y municipios. Pero para todo eso hace falta plata. Muchísimo dinero.

Y ahí es donde todo vuelve a ponerse en una libreta de sumas y restas. Si con menos de la mitad de la inversión, el piso es de cuatro bancas, para qué volcar millones de pesos en una elección que en poco los afecta. "Sólo para que se quede contenta la Betty", ironizó un operador alperovichista, en alusión a la esposa del intendente de Monteros, que ocupa el quinto lugar en la lista y que responde a la senadora Rojkés.

En la Casa de Gobierno saben que sólo deben llevarle 500.000 votos a Cristina Fernández para no estropear el idilio circunstancial por el que atraviesa la relación. Lo demás, no importa, siempre que las facturas se puedan pagar. Por eso los alperovichistas más concienzudos dan por sentado que el corte de casi 100.000 votos del 14 de agosto, en desmedro de la lista de diputados, se repetirá y hasta profundizará.

"Sacca sólo tiene que tocar el timbre", chicaneó otro oficialista con ida y vuelta por el primer piso de 25 de Mayo y San Martín. "Le dejamos un ejército de heridos para trabajar", añadió, en referencia a los huérfanos del poder que dejó la elección del 28 de agosto, deseosos de ser alquilados para la temporada de saldos y retazos. Precisamente, ahí es donde al radicalismo también podrían cerrarle las cuentas. Porque al primer candidato a diputado de la UCR le reditúa peronizar su accionar. Total, el partido que se queja públicamente de los aparatos oficialistas los permite en su seno.

Conservador

Al hablar de números, Alperovich también es un hombre conservador. Si hasta aquí le dio resultados, para qué cambiar la estructura de conducción -más no de poder- en la Legislatura. Al monterizo Regino Amado, el rol de presidente subrogante le permite hacerse llamar vicegobernador. Y a Armando Cortalezzi, el hombre rodeado de violentos, no brindó señales de que pretenda bajarlo del segundo lugar: al parecer, un par de piñas no empañan su trabajo electoral en la capital. Es simple, "Cacho" paga bien y es un tipo rendidor.

Al fin y al cabo, la política tucumana se reduce a un dos más dos igual a cuatro. En rigor, desde 2003 a esta parte ya no hay sorpresas. Sencillamente, porque se instaló el razonamiento de almacenero: el alperovichismo fía, no importa si después cobra de más. Y baja y sube las persianas cuando le da la gana. Total, los números le cierran.