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Charlas enloquecidas: ¿cuál ser la rara: mi hija o yo?

Con mi hija que vive en Mendiolaza, nos hablamos casi diariamente. En general, son pequeñas charlas divertidas, con mínimas novedades de nuestras vidas que, aunque también mínimas, son intensas.

Por Cristina Wargon
@CWargon


Pero el martes las dos estábamos en problemas, se lo noté en su voz tan propensa a la risa, esta vez mas seria. Quizás ella me lo haya notado en la mía, porque nos dimos una Lorquiana cita para las cinco de la tarde, y puntualmente nos hablamos .

- Empezá vos, me dijo, con lo que creí era pura generosidad.

- Nada, ayer por la noche me ahogué, tuve que llamar a Emergencias, pero ya estoy bien- dije apresuradamente- para no afligirla.
- Ah- respondió tan oronda. -Tuviste un ataque de pánico- No le quise recordar que no le tengo miedo ni a las arañas venenosas, ni tampoco que fue ella, con su sutil oído de hija quien me detecto el EPOC (que después confirmaron los médicos).

- ¿Y a vos qué te está pasando?- seguí.

- A mí no, al Chupetín- Valga aclarar que Chupetín es el caballo de Amparo y tiene una vida muy activa en el corazón de toda la familia. En realidad sólo es activo con los niños porque con los grandes es mañoso y artero. Odia que lo monten y si alguien osa hacerlo, automáticamente enfila hacia los espinillos y deja colgado al atrevido. Todo se le perdona en nombre de su santa paciencia con los chicos. Chupetín tiene un pasado muy traumático, fue el único caballo que sepamos que fue secuestrado y hallado con vida durante la democracia y ha quedado con la extraña idea de que es un perro. A cada rato quiere entrar en la casa y le apasiona meter su cabezota por la ventana. Reconoce mi voz cuando lo llamo y contesta en idioma caballo. Nos entendemos bien. Hasta se podría decir que es más comunicativo que algunos nietos cuando se internan en la adolescencia. Lo cierto es que me alarmé, y mucho.

- ¡¡Qué tiene???!!!

- Cólicos- respondió mi hija con voz de médica internista

-¿Eso te dijo el veterinario?

- Mami, en Mendiolaza no hay veterinario de caballos

- Y entonces ¿cómo saben que es eso???- me sulfuré

- Porque salta y se tira pedos como si fueran el Huracán Elisa
(Obviamente nos habíamos enojado las dos porque sabe que odio la escatología)

- ¿Y no lo podés decir de otra forma?

- Sí: mi noble equino despide flatos ¿así te gusta más?
(Bendije los 800 Km. que nos separan e impidieron que le retorciera el cogote, y como lo importante era Chupetín lo pasé por alto. Trague saliva y avancé)

- ¿Quién lo diagnosticó y cómo sigue?
- Un vecino que es del campo, hay que darle vaselina, pero si no reacciona, sólo queda sacarle el bolo metiendo la mano...

Me corrió frío por la espalda -¿Y si se están equivocando con el diagnostico?

La Negra se puso extraordinariamente irónica y guaranga
– ¿Vos sospechás desde Buenos Aires que pueda ser una neumonía y que nosotros queremos meterle el dedo en el culo de puro cochinos?

- Me rehúso a seguir esta charla -contesté indignada. Tenés dos títulos universitarios y estás estudiando otra cosa... ¿te parece?....

Y de pronto nos largamos a reír ¡¿De qué estábamos hablando, de un EPOC, de un ataque de pánico, de un caballo con dolor de panza?!

Imaginé que alguien nos estuviera grabando, esos señores oscuros y ominosos a la búsqueda de drogas o de información política. ¿Pensaría que hablábamos en clave, o pedirían nuestra inmediata internación? ¿Cómo alguien podría adivinar los amores compartidos y el sutil lazo que se extiende entre nosotras cuando hablamos, reímos y hasta peleamos por cualquier cosa, incluso por la panza de Chupetín?.

Pero para mí, igual, ella es un poco rara.