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Charlas de Quincho

Con la revelación de un enigma (¿por qué Cristina de Kirchner no asistió a los agasajos protocolares ofrecidos por el presidente Piñera en Chile y optó por quedarse encerrada en su habitación?), iniciamos los abundantes quinchos de hoy...

Nota extraída del diario Ámbito Financiero

...También le descubrimos al lector detalles y entresijos secretos de las negociaciones que culminaron en el acuerdo con Irán para investigar el atentado a la AMIA, y la intimidad del ágape en un golf de Santa Teresita, con representantes del kirchnerismo y el Scioli.

Mauricio Macri paseando de campaña por la concurrida peatonal de Monte Hermoso, en el sur de la provincia de Buenos Aires.; El bonaerense Rodolfo «Manino» Iriart y Alberto Pérez -el jefe de Gabinete de Daniel Scioli- en la cabecera de la cena que compartieron en Mar del Plata. 

Recién a mediodía de ayer se supo la razón del encierro en el que se mantuvo Cristina en el Marriot de Santiago de Chile desde la tarde del sábado, cuando llegó para participar en una doble cumbre de mandatarios. Se enclaustró en su habitación y se perdió en la noche de ese día el show de caballos inteligentes y bailarines que les mostró Sebastián Piñera a sus invitados en la cena del club Hípico, a la que fueron la mayoría de los invitados a una cita de mandatarios latinoamericanos y europeos (Mariano Rajoy, Dilma Rousseff, Evo Morales, Raúl Castro, Angela Merkel, entre otros). Se perdió también el menú magnífico de atún rojo del Pacífico -una delicadeza que cotiza en los mercados gastronómicos como el oro (un ejemplar de 220 kilos se vendió hace unos días en la pescadería de Tsukiji, en Tokio, a 1,3 millón de euros)-, algo de lo que se privaron también, con tal de seguir los gestos de su Presidente, los demás miembros de la delegación que la acompañó, salvo Oscar Parrilli que llegó casi a los postres y, por supuesto, el embajador Ginés González García. Este pudo contemplar las audacias de los caballos atletas, un espectáculo que tiene como propietario al canciller chileno Alfredo Moreno, un aficionado que armó la escuadra que pasea por el mundo como emprendimiento privado y que le presta a su Gobierno para estos actos majestáticos. Se llama Criadero Palmas de Peñaflor, de propiedad del canciller Alfredo Moreno y se parece en algo al show argentino que desarrolla desde hace años el empresario Raúl Moneta, aunque con menos despliegue, ya que cuenta con sólo 25 caballos y 15 bailarines; el de Moneta tiene decenas de pingos y jinetes, además de bailarines y el infaltable seleccionado de imágenes de la Virgen con que suele cerrar el show. Este espectáculo de Moreno se presentó el año pasado en el Castillo de Windsor (Inglaterra) para celebrar los 60 años de reinado de Isabel II y dejó pasmada de admiración a la realeza de ese país, como también el sábado a quienes se acercaron al club Hípico de Santiago. Moreno, como Moneta en sus presentaciones, estuvo en la cena disfrazado de gaucho (huaso, para los chilenos) y mostró que puede representar a la América morena con atavío propio, tan original como esos trajes raros que usan presidentes como Evo Morales, Correa y antes Fernando Lugo, una costumbre que pretende evocar vestidos autóctonos pero que tiene algo de alta costura refinada cuyo origen algún antropólogo descubrirá en algún momento (esos trajes que usan tienen algo de Jorge Ibáñez o de Beni Fernández, que revela su pretensión por encima de la autenticidad).

La razón del encierro en la noche del sábado era hablar en varias conferencias con Héctor Timerman, quien desde ese día estaba escondido -no avisó que faltaría a la cumbre de Chile, algo que despertó algunas inquietudes en los mirones del protocolo oficial- en Adís Abeba (Etiopía) para cerrar la letra fina del acuerdo que se conoció ayer con Irán para facilitar el avance en la investigación del abominable atentado a la mutual judía AMIA. Era más importante eso que los sombrerazos con otros presidentes, algo que los Kirchner nunca han apreciado mucho -prefieren las relaciones de a uno y fuera de las cumbres con sus colegas de otros países-. Timerman, en realidad, había acordado todo la semana pasada, cuando viajó otra vez en secreto y -presume- sin custodia a Zurich para una segunda reunión con el canciller iraní, Alí Akbar Salehi, también en el Marriot de esa ciudad, a solas y atendidos por el mismo mozo que, hace tres semanas, no terminan de descifrar si es un afiliado a los gastronómicos de Suiza o es un agente secreto encargado por alguien de tratar de escuchar de qué hablan. En esa cita de Zurich quedó acordado el permiso que dará Irán para que el juez Rodolfo Canicoba Corral, y el fiscal Alberto Nismann, viajen a Teherán e indaguen a todos los sospechosos de haber tenido implicación en esa atrocidad de 2004. Esta es una de las claves del documento, porque aprovecha una facultad que le da a los magistrados el código de procedimiento para que realicen estos viajes, que son habituales como lo han hecho Ariel Lijo -en estos días indagando a alemanes por el escándalo Siemens- o María Servini antes de Italia para las investigaciones del llamado Plan Cóndor. De esa letra, que terminaron firmando ayer, participó el equipo de abogados de la Cancillería que maneja la exembajadora radical Susana Ruiz Cerruti, algo también clave para la suerte de este audaz intento. Tiene que ser aprobado por el Congreso y para que no se desate una batalla jurídica con la oposición se cuidaron de que sea sostenible pese a los interrogantes que plantea. Uno de ellos es por qué no se le reclama a Irán el cumplimiento de la ley argentina y se avanza en un marco especial como es crear esa comisión de notables. ¿Por qué ese trato a los iraníes y no, por usar un extremo, a los delincuentes comunes? ¿Por qué Irán se resiste a cumplir la ley pero es poderoso y hay que crearle un tribunal especial que tampoco puede decidir nada porque lo prohíbe la Constitución argentina?

El Gobierno argumenta que su propósito es que se sepa la verdad y se castigue a los culpables después de casi 20 años sin avances en la causa. Por eso se habla de Comisión de la Verdad, un instituto que se usó ya en la Argentina, cuando regían las leyes de Punto Final y los indultos, para permitir en juicios que se conociera el destino de desaparecidos con testigos con inmunidad para ser perseguidos. No es una novedad, pero en la Argentina hubo varios juicios de la verdad y el modelo se estudia en algunos países que están en transición después de períodos de terrorismo de Estado. En estos días, por ejemplo, viajan a Libia abogados que trabajaron en los años 80 en los juicios a los militares por la represión clandestina de las guerrillas para asesorar el Gobierno post-Gadafi en el enjuiciamiento de los responsables de las atrocidades de aquel régimen, y van con la receta de los Juicios por la Verdad para encapsular las responsabilidades en sólo algunos altos exfuncionarios y llevar el resto de las causas a juicios de la verdad. En la Argentina muchos testimonios de esos juicios fueron usados, cuando cayeron indultos y leyes de Punto Final, para procesar a los responsables que habían declarado protegidos por ese instituto. Había cambiado el reglamento, algo que ocurre tanto en la Argentina.

Más allá de esos reproches, el Gobierno espera que la oposición apoye el acuerdo en el Congreso en un tema que, como en otros, los adversarios del Gobierno habían hecho punta con proyectos que el kirchnerismo relanzó como propios, como la ley de medios y las estatizaciones de Aerolíneas, las jubilaciones e YPF, que el radicalismo había asado sin suerte contra el peronismo que gobernó desde 1989 y desde 2002 pero que desde esa fecha les robó las iniciativas. Ahora el tema Irán justificará la apertura del Congreso para extraordinarias en febrero con la fuerza de un proyecto que en el fondo, y más allá de pruritos formales, pocos se animarán a contradecir en la substancia.

El atractivo del tema Irán le hizo perder interés a Cristina en otros asuntos en la estadía de pocas horas en Santiago. Estaba agobiada, como toda la delegación, por el calor de la jornada, algo que le permitió lucir la sombrilla negra, chica, del tamaño que se puede ver en los cuadros de Goya, con la cual coqueteó. Impidió que alguien se la sostuviese en alguna caminata («La llevo yo, no quiero un Rucci 2», bromeó cuando alguien quiso asistirla, recordando el paraguas que José Rucci usó para proteger a Juan Perón de la lluvia en su regreso al país de 1972, mención que en el peronismo está cargada de simbolismos ambiguos, como todo simbolismo, claro). El momento de más peso estuvo en la serie de reuniones a solas con Merkel, Piñera (iba a ser de 5 minutos y duró 40), Dilma -que también regresó por adelantado a su país, ella para atender a la tragedia del boliche en Santa María, que causó más de 240 muertos- y el mexicano Enrique Peña Nieto. No le contó a nadie de qué habló con cada uno de ellos y adelantó la partida en la tarde de ayer, manifestando agotamiento por el calor y por el larguísimo viaje que hizo de Cuba a Vietnam por más de diez días. La hora de lucimiento la tuvo en la mañana de ayer cuando habló extensamente en capítulo privadísimo y a solas de los presidentes de la cumbre Cerlac-UE. Fue en lo que llaman el Espacio Riesco, un centro de convenciones en las afueras de Santiago, donde se hizo el «retiro» de los mandatarios, oportunidad de hablar sin testigos de la prensa ni de las delegaciones. Cristina desplegó allí el habitual discurso de crítica a los países desarrollados, a los bancos, al neoliberalismo y a los especuladores, y pidió controles al flujo de los capitales. Como nadie escuchaba de afuera, no empleó el tono enojado de sus intervenciones públicas, algo que terminó agradando a la mayoría, pese a que entre los presentes estaba Rajoy, que aplica en España todas las recetas que critica la Argentina. Ayudó al clima que el Gobierno hubiera derogado normas de control de importaciones observadas por la OMC en las horas antes del viaje. Más allá de lo que ocurra con eso, Cristina llegó a Chile representando a un país sin normas de restricción escritas. Ese efecto lo ilustró una frase de un representante belga que dijo «Esta mujer es la Merkel de América Latina» que anoche los publicistas del Gobierno analizaban si usar o no en las campañas oficiales porque, como todo, tiene su lado bueno y su lado malo. Pero es su trabajo decidir qué conviene.

Antes de esas globalidades, el kirchnerismo había tenido en la provincia de Buenos Aires su oportunidad de mayor estridencia con la reunión a la que convocó en el Golf de Santa Teresita el autodenominado grupo Gestar, una agrupación que chapea con que fue creado por Néstor Kirchner, aunque en esta oportunidad no estuvieron sus bastoneros principales, como José Luis Gioja y Diego Bossio. Se ha contado todo lo que produjo, incluyendo el insulto que usó Amado Boudou para calificar el reclamo de Daniel Scioli de discutir la coparticipación. No se ha contado mucho lo que se escuchó el jueves por la noche, también en el Golf de Santa Teresita, en la reunión previa, un asado del que participaron los organizadores de la cumbre que fue más que importante -65 intendentes de Buenos Aires, la mayoría de los legisladores nacionales del distrito, tres ministros, entre ellos Julio De Vido, además del vicepresidente-. Esa noche de la previa se charló con más tranquilidad entre Julián Domínguez, Carlos Kunkel, «Wado» de Pedro, Martín Insaurralde, Fernando Espinoza y no muchos más, y quedó con claridad qué está detrás de esas convocatorias y que queda a veces confuso en el declaracionismo. Son kirchneristas que insisten en el liderazgo de Cristina de Kirchner, que reconocen también sus adversarios en la provincia, es decir, los sciolistas. ¿Qué los diferencia? Que los sciolistas acatan a Cristina porque es la Presidente, pero no porque compartan sus proyectos. ¿Qué es compartir los proyectos? Dejar que ella maneje los tiempos, eso es todo. Los sciolistas, en cambio, dicen que tienen su proyecto y manejan los tiempos por las suyas. En definitiva, matices de ese recurso escaso en el peronismo -es por eso que lo exalta por encima de cualquier otra consideración- que es la lealtad y su contracara, el verticalismo.

Ese ánimo de los kirchneristas es lo que les da a sus reuniones el carácter de torneo de elusiones de lo que no hay que hablar. Por ejemplo, del proyecto de candidatura de Julián Domínguez de ser candidato a gobernador. Es seguramente quien más concentrado está en ese empeño, pero como para este grupo los tiempos los maneja Olivos, se ocupa de desbaratar cualquier discusión sobre esa idea tan querida por él y los suyos. Por eso, los nombres de Scioli y Sergio Massa tampoco salen en los discursos, aunque todos se refieren, sin mencionarlos, a ellos como sus adversarios. Como van detrás de los mismos votos, y los tractores en el distrito son, al final, el gobernador y ese intendente, no es atinado nombrarlos para no abrir heridas que después no se pueden cerrar. Por eso la frase de Boudou sobre la cobardía de Scioli pareció apartarse de la gramática básica de no dar nombres. Esa frase la dijo en un reportaje posterior a la cumbre de Santa Teresita y procuraron los organizadores quitarle trascendencia. Scioli no llegó a escucharla porque ese viernes ya estaba embarcado rumbo al viaje de descanso a Italia -lo adelantaron estos Quinchos que ocurriría- del cual regresará el sábado. Desde Como, donde lo aloja su amigo y antes armador de sus lanchas Fabio Buzzi, mandó a que sus escuderos contesten a esa frase con argumentos económicos que se multiplicarán durante su ausencia, del tipo «¿Cómo no vamos a hablar de plata si es un año electoral, y vienen las paritarias de los estatales en donde cada punto de aumento salarial implica un gasto de $ 650 millones?». El debate reabre la pelea por los fondos de todos los años, pero agravada por las complicaciones de caja, algo que subyace por debajo de los cruces de estilo, como la queja sciolista de que la Nación no manda lo que debe, le pide a la provincia que asuma más responsabilidades y lo que le da se lo tira por la cabeza como si fuera un favor graciable.

Mucho de esto se habló el sábado en otro asado peronista, «El Mirador» de las playas del sur de Mar del Plata, pasando el faro. Como hace 10 años, un grupo de amigos y compañeros que acompañan a Scioli encabezados por su jefe de Gabinete, Alberto Pérez, compartió una cena en el balneario más popular del país. Salame quintero traído especialmente de Mercedes, cordero patagónico regado con vino del sudoeste de la provincia (Villarino) y helado, degustaron junto con esposas e hijos. Comentarios de todo tipo en los que sobresalieron tres temas: fútbol, política y Boudou. Los sciolistas se relamían porque la reunión de Pérez con Daniel Angelici y Alejandro Rodríguez trajo sus frutos, y la provincia logró coronar los clásicos del verano sin incidentes entre hinchadas, como sucedió en otras provincias, como la de Santa Fe, donde no se pudo jugar el clásico entre Rosario Central y Newell's. Finalizando el asado, el propio gobernador Scioli llamó a Pérez para chequear los resultados del operativo del partido entre Boca e Independiente y, como xeneize confeso, comentar algo del resultado. El subsecretario de Seguridad, Emiliano Baloira, se paseaba contento por el éxito conseguido con Casal en medio de tantas internas de barras bravas y poca ayuda de algunos actores del fútbol, que siguen mirando para el costado. En la mesa principal, varios referentes de la agrupación que lleva como nombre la sigla del gobernador diagramaban la planificación territorial de la DOS. El ministro Martín Ferré, junto con los diputados Martín Cosentino, Guido Lorenzino, el anfitrión «Manino» Iriart; el titular del IPS, Mariano Cascallares (la ANSES provincial), y el vicepresidente de Ioma, Roberto Paso, pusieron fechas a la apertura de locales en las localidades de Junín, San Nicolás, Malvinas Argentinas, Ayacucho y dos localidades con sus referentes presentes. Berazategui, donde Nicolás Milazzo tiene una relación con vaivenes con el intendente Mussi, y Tandil, donde el subsecretario de la Jefatura de Gabinete y exvocero de Lavagna, «Topo» Rodríguez, incomoda al radical Lungi. Carlos Gianella presentó el primer borrador del mapa (que ellos llaman ampulosamente «escáner del país») que junto con Soledad Peralta, la persona de confianza de Karina Rabolini, está haciendo los equipos técnicos que ellos comandan en la DOS y que contiene datos sociopolíticos y productivos de todas las provincias. El tema Boudou no estuvo ausente en las mesas. «Del sciolismo no esperen discursos distintos en público y en privado», decía Pérez al vice de lotería Néstor Cotignola, al pilarense José Molina y al titular de Medio Ambiente, Hugo Bilbao. Y antes de invitar al último brindis de la noche, con los niños dormidos en los sillones y las mujeres pidieron irse, Pérez se dejó dominar por un arrebate de bondad o malicia -tarde, en la madrugada, esos impulsos se confunden- y señaló: «Seguro Amado está arrepentido de lo que dijo».

Esa misma noche hubo asado macrista, también en Mar del Plata, pero, como cuadra al novel del PRO, en zona más calificada como la calle Alem, Playa Grande, donde tiene su santuario de verano el presidente de Boca y puntero radical dentro del PRO, Daniel Angelici. Convocó al quincho del edificio a las principales espadas del armado del sector: Mauricio Macri (quien venía de Monte Hermoso), Gustavo Posse (quien hizo actos en Mar del Plata y se despidió de esas costas para terminar las vacaciones con su familia en Punta Ballena, adonde llegó anoche), Jesús Cariglino, el intendente de Pergamino, «Cachi» Gutiérrez; la diputada Laura Alonso y, entre otros, el empresario Emiliano Giri, dueño del balneario Mariano de Punta Mogotes y una de las bases de Macri en Mar del Plata. Venían de jugar al fútbol en el balneario 12, donde trataron de que Cariglino, responsable de uno de los equipos, mostrase alguna habilidad con la redonda. Fue una noche también de balance, que sintetizamos así: 1) el proyecto del frente electoral es una necesidad porque ninguno de los partidos que la integrarían -el PRO y formaciones distritales- está en condiciones de controlar los comicios en la interna y en la general; cuando más, pueden armar listas, pero no mucho más; 2) el liderazgo de Macri ayuda porque fue el primero en hablar de frente y además de ir a internas dentro de ese frente. Se allanó a sentarse sin mostrar primacías con Posse y Cariglino, y eso le da la delantera en el armado. Disciplinó la interna entre Emilio Monzó y Jorge Macri y con eso mitiga una pelea que dividía mucho. Para ese frente opositor, se escuchó en la mesa, se quedan sin argumentos para resistirlo los dirigentes de la UCR y del FAP; 3) cruzaron datos de encuestas que dicen afirmar que en el electorado opositor hay una demanda de que haya frente y si no lo hay habrá reproches serios, como ocurrió el año pasado. Posse ilustró ese ánimo al decir que además de las demandas puntuales del público por inseguridad, inflación, etc., hay una fractura del sistema de representación y el frente puede cubrir esa demanda que es más fuerte de lo que se cree. Hubo también una mirada sobre los candidatos del peronismo. Nadie cree que haya saltos de Scioli o Massa a alguna oposición. De Massa dijeron que no es una amenaza para Cristina ni el kirchnerismo, pero sí para Scioli, lo que lo hará jugar en las filas del oficialismo, pero sin concretar. Recordaron que en 2010 Massa amenazó con listas de legisladores aparte del Frente para la Victoria, que después hizo saber que se presentaría el año pasado para gobernador, que el 15 de enero de este año iba a hacer un lanzamiento en la costa, y nada de eso se concretó, además de que suele suspender todos los actos complicados con el argumento del mal tiempo. Bastante para una noche a la cual todos llegaron cansados de tanto trajín proselitista, ánimo que pudo recuperar Macri cuando relató lo bien que lo trata el público cuando recorre la costa. «Se está armando, le empieza a gustar más la política, y eso que empezó de grande», comentó uno de los veteranos de la mesa.

Terminamos con un enigma cuyo drama parece superado, pero que preocupó a muchos de quienes pasan el verano en Punta del Este: ¿quién es el importantísimo empresario argentino cuya esposa tuvo hace unos días un serio accidente automovilístico que obligó a una internación en la que ya se recupera? Por eso lo dejamos ahí y no daremos, por decoro, otros detalles.

Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte. Fallece el abuelo, de 95 años, y el nieto va a darle el pésame a su abuela, de 90. El hombre pregunta cómo murió el anciano. Y la respuesta de su abuela lo deja tieso:

-Fue haciendo el amor...

-¡Abuela! ¡A la edad de ustedes...! ¿No saben que es muy peligroso agitarse, hacer ese ejercicio violento?

-Mirá, querido; desde hace cinco años nos lo tomábamos con mucha calma: lo hacíamos sólo los domingos y al ritmo de las campanas de la iglesia de acá a la vuelta. Ding para un movimiento, dong para el otro...

-¿Y qué pasó?

-Que si no fuera por el carrito del heladero, tu abuelo todavía estaría vivo...