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Charlas de Quincho

El cambio aspiracional de una figura de la oposición dominó todos los quinchos de este fin de semana, incluso los religiosos.

Ahora que está todo más claro (o más oscuro) sobre quiénes quieren (o querían) suceder a la Presidente, se habla de cómo y a quién elegirá para secundarla en la fórmula. Pero no sólo el segundo lugar en la boleta presidencial provoca inquietudes: también la de una poderosa provincia, en la que algunos imaginaron un -a todas luces impensable- cisma entre el gobernador y uno de sus ministros. Curioso: el cumpleaños de un político se convirtió en un hecho cultural y de convivencia política. Rosario, en tanto, sigue encantando con su oferta artística. Veamos.

Aunque la decisión parece aldeana y cerrada a un solo distrito, el anuncio del descenso de Mauricio Macri a una candidatura reelectoral disparó todas las formas del rosqueo en quinchos urbanos y rurales, laicos y religiosos, festivos y conspirativos. Más aún, en reuniones como la que hizo el nuncio Adriano Bernardini para celebrar el día del Papa (festeja la fecha de asunción de Benedicto XVI) se entrecruzaron discusiones sobre cómo cada candidato armará su retablo con una acidez poco frecuente en ese ámbito palaciego, casi monárquico, que es la casa que fue de la marquesa Adelia María Harilaos de Olmos y que donó para que el Vaticano montase allí su embajada en Argentina.

En ausencia de hombres del Gobierno nacional, que pareció agotar su piedad con la comitiva que participó de los actos de beatificación de Juan Pablo II, Daniel Scioli acaparó la representación de políticos que compartieron el catering que aportó la firma Golden Center que administra el predio de Tierra Santa del sindicato de Comercio y que es prenda que asegura la propiedad de ese lote privilegiado frente al aeroparque para esa organización (Armando Cavalieri prefirió no estar presente en ese cóctel).

De Fernando de la Rúa a los Caselli (Esteban, padre, senador italiano; Antonio, su hijo, embajador de la Orden de Malta), Adalberto Rodríguez Giavarini, los ex jueces de la Corte Eduardo Boggiano y Guillermo López, pasando por un amplio arco de obispos encabezados por Héctor Aguer, los invitados se acordaron menos de los Papas y más de sus vecinos candidatos. Todos descontaban la baja de Macri a la Ciudad no sólo por la lengua veloz de sus funcionarios que festejan que tienen la posibilidad de seguir mandando en el distrito, sino por un dato discreto que se difundió esa noche: el principal teórico de la candidatura municipal, el asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, había partido de regreso a su país el martes por la noche después de festejar que había terminado de convencerlo a Mauricio de declinar la carrera presidencial.

Otros manejaban otras historias que afectan el armado de la fórmula nacional, cuya estrategia trataron de explicar en tonos muy distintos esa tarde del jueves Aníbal Fernández con su nueva versión de las zonceras de raigambre jauretchiana, en la Feria del Libro, y en tono más serio el gobernador Jorge Capitanich, a quien le tocó compartir la conferencia del IAEF (Ejecutivos de Finanzas) en el hotel Sheraton nada menos que con dos opositores de fuste como Ricardo Gil Lavedra y Graciela Camaño. Según el cuento escuchado en la Nunciatura, el «Coqui» chaqueño introdujo su explicación de por qué cree que Cristina de Kirchner gana seguro las elecciones admitiendo que estaba ante un auditorio opositor. Usó el viejo recurso de la «captatio benevolentia» (capturar la benevolencia de quien escucha, según aconsejaban los retóricos latinos) y desarrolló la hipótesis de que en todas las elecciones se juegan dos posiciones: el eje de la continuidad (hoy, el oficialismo) y el del cambio (la oposición). Para que se imponga uno u otro -siguió Capitanich- las fuerzas en puja tienen que cubrir con éxito tres factores: el liderazgo, las condiciones del contexto político y económico y el dominio territorial. En esas elecciones, concluyó, la candidatura de Cristina tiene a favor esos tres elementos, mientras que la oposición no ha definido liderazgo, el contexto positivo no la favorece y no ha logra tener dominio territorial. Con esta explicación dejó sin mucho argumento a sus compañeros de mesa; tampoco del auditorio le presentaron mucha batalla y el gobernador -que ha figurado en más de una especulación como candidato a vicepresidente- se retiró rumbo a su otra actividad que fue la presentación de su libro «Kirchnerismo: desde las tensiones estructurales hacia la construcción del futuro», también en la Feria del Libro en acto en el que lo acompañó Amado Boudou.

En corros que se formaron en los salones del palacio de la Nunciatura, las conversaciones continuaron en torno de las decisiones que tiene que tomar en pocas horas más Cristina de Kirchner sobre candidaturas. La más trillada y con menos sorpresas es sobre quién representará al kirchnerismo en la Capital Federal -tiene un final previsible que se puede leer en todos los diarios-; la más compleja es sobre quién la acompañará en la fórmula presidencial. Los tertulianos de la nunciatura con más vocación teórica la ponen a la Presidente ante esta alternativa: o elige a alguien que sea una señal de sucesión y que sea un político con capacidad de armado, o se inclina por una figura de su entorno, que la represente como persona pero sin la fuerza, la vocación o la talla como para ser una señal de sucesión. Una y otra alternativa tienen sus pros y sus contras.

 Si elige a un pergeño de sucesión, se expone a las fricciones con el vice que son ya clásicas en todas las presidencias y que Cristina probó con amargura con Julio Cobos. El beneficio es que un político de esa clase puede ser importante en el manejo de un Congreso en donde el kirchnerismo estará más en minoría pero en un período en el que será clave la sanción de normas de la agenda que le espera al nuevo gobierno (inflación, tipo de cambio, alineación de precios, etc.). Seleccionar a un «propio» que la represente pero sin fuerza política propia la tranquiliza -en caso de ganar las elecciones, claro- porque no le hará internas odiosas, pero también puede ser una señal de debilidad en una Presidente que no tiene reelección y que tendrá que administrar con el sino del «lame duck» (pato rengo, como dicen los estadounidenses del mandatario en su último mandato). Un dilema al que se le agregan otros, como el que tiene Cristina que resolver para asegurar un triunfo en primera vuelta con elecciones airosas en distritos con muchos votos; en Buenos Aires ya lo tiene a Scioli, por eso la mirada de los voyeurs de la política se dirige, para especular sobre los vices, a provincias grandes en donde el peronismo tiene votos como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos o Tucumán. En Capital esos votos no sobran; tampoco puede ir Cristina a buscar un vice a Mendoza, en donde hay votos peronistas pero está el antecedente -irrepetible desde cualquier perspectiva- de Cobos.

A los vices, pero de la provincia de Buenos Aires, estuvo dedicado el asado que anoche hizo en la sede de la Municipalidad de Malvinas Argentinas Jesús Cariglino, para albergar al grupo que alienta la nueva quimera de Sergio Massa, que es anotarse en las primarias contra Daniel Scioli para la gobernación de Buenos Aires. Los estrategas de campaña -los comparte con varios colegas y de varios partidos- lo han convencido de lo obvio, que tiene un capital de notoriedad que debe aprovechar en alguna urna y subir un escalón para futuras batallas. Se ilusionó por una semana con la posibilidad de ser candidato a presidente de una quimera opositora, demasiado arriesgada para su estilo. Durante la semana que pasó enlazó a un grupo de intendentes (algunos probaron anoche el asado de Cariglino) para cerrar ese proyecto de ir a perder contra Scioli, pero quedar en condiciones de influir en lo que viene con más fichas que las que le da ser intendente de Tigre, entre quienes están Luis Acuña (Hurlingham), Joaquín de la Torre (San Miguel), Pablo Bruera (La Plata), José Eseverri (Olavarría), Sandro Guzmán (Escobar), Mario Ishii (José C. Paz) y algunos legisladores entusiastas, como el senador provincial de San Isidro, Jorge Donofrio, todos reunidos por el diputado Juanjo Álvarez, fogonero de esta aventura.

La confianza en el lanzamiento tuvo un barquinazo en el fin de semana porque este armado dependía de que convencieran de un pase -hubiera sido la transferencia del año- del ministro sciolista «Cacho» Álvarez, a quien creían herido por la postergación de su nombre en el corazón de Scioli para ser candidato a vicegobernador (todos apuestan ahora para ese cargo por la arquitecta Cristina Álvarez Rodríguez, otra ministra sciolista que ingresó a la política de la mano de Ginés González García porque es sobrina-nieta de Eva Perón). No lo conocían a este «Cacho» de Avellaneda que no sólo es ministro, maneja uno de los distritos clave del conurbano y que además gravita en el Senado, sino que tiene una relación especial con el gobernador que no iba a agotar en un lanzamiento de fuegos artificiales como esa presentación en la primaria. Por si faltasen testimonios, Álvarez se reunió el viernes por la tarde con Scioli para explicarle su posición y prevenirlo de informaciones capciosas que podrían atentar sobre su relación. La noticia de ese encuentro aguó el entusiasmo massista que igual se reunió anoche en el quincho de Malvinas para confirmar que igual se anotan en la primaria. Ir por afuera habría sido un extremo de sabbatellismo demasiado audaz en una formación que nunca saca los pies del plato, aunque a veces no sepan bien en dónde está el plato.

Scioli, que se entera de todos estos detalles de su distrito hora tras hora, no se salió de sus carriles. Dedicó el fin de semana a mostrarse con la protocandidata Álvarez Rodríguez en el distrito evitista por excelencia, Los Toldos, que es en donde nació Eva Perón. Esquivó definiciones con un: «¿Con quién voy a ir a Los Toldos si no es con ella?». Cerró cualquier especulación con una defensa de la lealtad de «Cacho» Álvarez: «Tengo una estima altísima sobre el trabajo que está haciendo». Y repitió que cualquier decisión sobre vices la hará después de hablar con Alberto Balestrini, que se repone de a poco de su enfermedad cerebral que lo tiene postrado hace más de un año. ¿Hablar?, le preguntan. Por supuesto, la mujer de Balestrini dijo en las últimas horas que el vicegobernador pronunció ya las primeras palabras desde su recuperación. El resto fue el método habitual de encerrase el fin de semana en la residencia de La Ñata, pero esta vez sin fútbol. Es la hora del tenis; el gobernador se está entrenando con Ricardo Cano, compañero de Guillermo Vilas en la Davis, para un desafío de postín: Gastón Gaudio quiere revancha contra él por la derrota que sufrió jugando a fútbol contra el equipo de Scioli, los Piqueteros de Villa La Ñata.

En tiempo de campaña, los políticos se encierran en sus caparazones y evitan -para no sugerir imágenes confusas- mostrarse en público. Sólo quiebran esa conducta en acontecimientos límite, como los velorios (ocurrió en esa multipartidaria que fue el entierro del dirigente conservador Enrique Pinedo) o en algunos cumpleaños, como el que celebró el viernes el diputado pinista Julio Raffo en el avejentado restorán de la asociación de Les Ancienes Combatants que tiene la comunidad franco-argentina en la calle Santiago del Estero. Ingresaban esa noche para festejar a este abogado mendocinoide (es de familia mendocina, pero ha hecho su biografía en la Capital, conserva el acento y otros hábitos provinciales como si aún viviese ahí), que es la tercera autoridad de la ciudad como vicepresidente segundo de la Legislatura por el partido de Fernando Solanas, de quien es además abogado, asesor y productor de algunas de sus películas.

Esa dignidad y el afecto que se ha ganado entre sus colegas motivaron que en las mesas se mezclaran hombres de todas las estaciones de la política, como el propio Pino, el legislador ibarrista Eduardo Epsz-teyn, el exjefe de Gobierno Jorge Telerman, el segundo de Macri en la Ciudad,

el demoprogresista Oscar Moscariello; el titular del MST, Alejandro Bodart, quien compartió mesa con un integrante de la mesa chica de Mauricio Macri; Fabián «Pepín» Rodríguez Simón, Daniel de Abrantes, del Partido Socialista Auténtico (impecable como cantor de tangos, habilidad que probó acompañado por un trío de guitarras); Alberto Cordero, intendente radical de Guaminí y cuñado del cumpleañero; el exinsurgente «Pancho» Langeri, exmarido de Patricia Bullrich y amigo del exilio brasileño de Raffo, y el politólogo Aldo Isuani, hoy soldado del GEN de Margarita Stolbizer. No sólo De Abrante mostró sus habilidades musicales; también la abogada laboralista Lidia Vaiser cantó tangos y melancólicos fados, en competencia con otra bien entonada, la actriz Virginia Innocenti, quienes cantaron en serio, no como el conjunto de excéntricos musicales que tomaron el tango y los ferrocarriles en broma, algo que no sonó tan bien en la mesa de Solanas, para quien el tango y los trenes son algo serio. Raffo, ante tanta diversidad, se vio obligado a presentar mesa por mesa, micrófono en mano, quiénes eran los invitados y las razones de su presencia, un festival de la amistad y el cariño poco frecuente en reuniones con políticos.

Se ausentaron de esa fiesta Graciela Ocaña (marido enfermo) y Mario Mazzitelli (jefe del PSA); eso y la discreción de Solanas y Raffo para no politizar la reunión bastaron para sumir a la cena en una fiesta ajena a las inquinas y las contrariedades de oficio. Pino, en una mesa principal, charló sobre su profesión de cineasta junto a su mujer, la actriz brasileña Angélica Correa, y reflexionó en voz alta sobre el significado de la obra de artistas e intelectuales y la política, terreno en el cual, dijo, abundan las confesiones. Teorizó con ese estilo llano e ingenioso sobre cómo toda obra tiene siempre referencias políticas que la señalan, pero que es un error leer esas obras sólo como mensajes políticos. Las obras de la cultura, afirmó, son algo superior, expresan al pueblo y no hay que reducirlas a lo político, que es importante, pero que no agotan las expresiones de la cultura.

Para ilustrarlo, señaló: «No hay una sola página de Borges que tenga un pensamiento reaccionario. El Borges reaccionario era en todo caso de la boca para afuera». Deslizó el diálogo de este hombre que seguramente es el más ilustrado que todos los políticos criollos, como autor que es de obras que nadie discute, hacia su propia obra. Contó cómo logró que Astor Piazzolla hiciese la música de su filme «Tangos: El exilio de Gardel». Piazzolla había estado en pleno Gobierno militar almorzando con Jorge Videla y había salido diciendo que los exiliados eran enemigos del país. Eso le valió el enmerdamiento de su figura por parte de los exiliados. Solanas, que era uno de ellos y vivía en París, creyó que su película tenía que ser la de Piazzolla, y superando posiciones, se lo pidió porque entendía que era la mejor expresión musical de la Argentina. No creyó Pino que buscando esa colaboración traicionase posiciones, en busca de su objetivo de hacer una obra como «Tangos», que sigue siendo una de las representaciones más hondas de aquel tiempo y de los que siguieron en el país. Piazzolla aceptó y emprendió una tarea conjunta con él, llena de anécdotas y detalles que no se cuentan aquí por discreción: es algo que debe relatar el propio Solanas como y cuando lo entienda oportuno; él es un creador, son sus historias, que las cuente él.

Comienza la temporada alta de quinchos de comidas de las fundaciones. El jueves por la noche fueron los 10 años de la Fundación Germinare, cuya misión es brindar a niños de bajos recursos oportunidad de progresar a través de la educación. Importante convocatoria: más de 500 personas asistieron al restorán Central de La Rural, pero a diferencia de otros eventos de esta naturaleza, hubo una proporción elevada de jóvenes de entre 30 y 45 años. Asistieron Alec Oxenford (cofundador de olx.com y fundador de deremate.com) junto a Felicitas Castrillón, Alejandro Estrada (dineromail .com), Alejandro Gravier, Nacho Blaquier, Carlos Magariños (expresidente de la ONUDI, hoy director del BaPro) junto a Belén Di Paolo, Juan Martín Sacerdote, el anfitrión Juan Pablo Maglier (La Rural), Tato Lanusse, siempre pegado a su Blackberry, Guillermo Dietrich (subsecretario de Transporte porteño), Alejandro Etchart (ex «head hunter» de Spencer Stuart, hoy accionista de Prifamon), Mariano Letemendía, el financista Juan Ball, el pintor Eduardo Hoffman (donó una de sus obras), y Guillermo Hang, entre otros. Los conductores del evento, Maru Botana e Iván de Pineda.

Pero Mauricio Macri junto a Juliana Awada acaparó buena parte de las miradas a pocas horas de haber decidido buscar la reelección porteña. Estuvo pero se retiró rápidamente Francisco de Narváez con Agustina Ayllón. Habló primero la fundadora y directora ejecutiva de Germinare, Constanza Oxenford, relatando las peripecias de los inicios de la fundación en 2001, año no precisamente muy grato en la historia argentina. Luego, el turno de las palabras del rabino Sergio Bergman para dar luz verde al tatin de peras y queso brie, bondiola de cerdo, chutney de manzanas, y de postre, torre de lemon curd.

¿Quién será el número dos de Mauricio Macri? Nadie agregó nombres a la trifecta integrada por Diego Santilli, Sergio Bergman y María Eugenia Vidal. Muchos, no sólo Lanusse, comían chequeando sus celulares. Precisamente ante ello se relató el siguiente chiste: una persona va al médico y le dice: «Doctor... no levanto cabeza, me río solo, no hablo con la gente, me hablan y no presto atención... ¿qué tengo doctor?». El galeno le responde: «Un BlackBerry». La razón del nombre de este tipo de celulares, comentado en otra mesa, es porque cuando había esclavitud en los Estados Unidos, a los esclavos nuevos se les ataba una bola negra de hierro muy irregular con cadena y grillete al pie, a la que se llamaba «blackberry». La marca del celular entonces hace referencia en inglés a esa fruta. Era un símbolo de esclavitud. Paradójicamente ahora a los empleados que se les da ese celular quedan atados al trabajo todo el tiempo. ¿Esclavitud moderna?

Vino luego el remate de obras de variados artistas. Una larga puja se desató sobre «La Banda» de Guillermo Roux, pintor argentino nacido en 1929. Hubo más de Milo Lockett y de Josefina Robirosa. Lo atractivo del encuentro hizo que no hubiera deserciones del público hasta los sorteos, ya pasada la medianoche.

Seguimos con el arte: Rosario es un territorio de buenos artistas; desde los históricos, como Fontana, Antonio Berni, o Juan Grela, entre tantos, hasta los contemporáneos, cada día más numerosos. Para consolidar el rico escenario artístico, a comienzos de 2003 la intendencia a cargo de Hermes Binner fundó a orillas del Paraná, en los antiguos silos Davis, el Museo de Arte Contemporáneo que hoy es dueño de la colección de arte actual más completa del país. En las terrazas del restorán Davis, rindiendo honor a la boga y otros pescados y, luego, a un lemon cheese memorable, Marcela Römer, directora de los museos Castagnino y Macro, junto a la crítica Beatriz Vignoli, el historiador Pablo Montini y la artista Lila Siegrist, aclaraba que a Rosario le sobra la sal y pimienta del arte, y sostenía que es la única ciudad que ofrece una alternativa a la poderosa Buenos Aires.

Lo cierto es que hoy, para los coleccionistas porteños y extranjeros es una ciudad de visita obligada. Abundan museos y centros culturales. Sobre el elegante Boulevard Oroño está el Castagnino, cuyo patrimonio va desde la Edad Media hasta los grandes maestros del arte argentino, y a pocos pasos de allí, en el parque de la Independencia, está el estupendo Museo Histórico. Pero también hay lugares alternativos, buscados porque tienen un arte excelente a precios insospechados (por lo bajos). En el Pasaje Pam se encuentran obras de artistas con ascendentes carreras internacionales y, sin ir muy lejos, está el joven Adrián Villar Rojas. Este rosarino, con apenas 30 años y muchísimo talento, fue elegido por la Cancillería Argentina para representar a nuestro país en la Bienal de Venecia. Se trata de la megamuestra más importante del mundo que se inaugurará el 3 de junio, con la presencia de Cristina de Kirchner, quien recibirá las llaves de un nuevo pabellón de exposiciones, un enclave crucial para el arte que la Argentina había perdido (por no pagar) en los tiempos del Gobierno militar. En los 500 metros cuadrados de los Arsenales venecianos, el joven rosarino está gestando su obra.

En el interior del Macro, frente al restorán, un grupo de graffiteros llegados de los lugares más remotos del mundo, culminaban sus obras rabiosamente contemporáneas. Una de las salas alberga un inmenso robot iluminado y caído, como si estuviera derrotado; mientras un caballo rojo de tamaño natural surge de la pared luchando para desasirse de unos animales prehistóricos. La paradoja, comentó Römer, es que los graffiteros, artistas callejeros por excelencia, renunciaron a pintar los paredones del Museo y disfrutan en su interior. Todos aspiran a otro status, concluyeron. Así, aunque en otro orden de cosas, frente a los silos Davis y en un entorno pobretón, se levantan lujosas e inmensas torres, al compás de la creciente prosperidad financiera que generó la soja. Por la noche, la conversación continuaba en el flamante restorán El Real, ambientado como una casa de principios del siglo XX. Las berenjenas y el tiramisú resultaron inolvidables. Nadie se imagina la excelencia de la comida rosarina ni, mucho menos, sus precios de ocasión.

Vamos a terminar con un chiste vial. Un hombre, tras una noche de juerga, vuelve a su casa manejando cuando lo detiene una patrulla que está haciendo control de alcoholemia. El conductor obedece y sopla, sabiendo de antemano el resultado: su nivel de alcohol en sangre quintuplica los límites permitidos. El hombre saca un billete de $ 50 y se lo da al agente, que le permite seguir. Arranca el auto pero poco después se topa con un segundo control de alcoholemia. Ya antes de soplar en el aparato, saca otro billete de $ 50, pero el agente le dice:

- No señor, con esto no me arregla... Son $ 100.

El conductor obedece, paga y sigue manejando. Pero pocos metros más adelante se encuentra con un tercer control de alcoholemia. Saca un billete de $ 100, pero el agente le dice:

- No, papá: acá el peaje son $ 200...

El conductor increpa al policía:

- ¡Pero cómo puede ser! Hace un rato un colega tuyo me cobró $ 50, otro, pocos metros más adelante me pidió $ 100 y ahora vos me pedís $ 200!

- ... Y por $ 200 más te saco de la rotonda...

Ajeno a las especulaciones sobre disidencias en el oficialismo de las provincias, Daniel Scioli fue la figura principal en el cóctel en la Nunciatura por el día del Papa. En la foto, con el nuncio Adriano Bernardini. Mauricio Macri hizo ayer una aparición en una exposición en Chabás (Santa Fe), después de anunciar que resignaba la candidatura presidencial. Debió acomodar agendas porque también estaba previsto que fuese Amado Boudou, quien al final se quedó entre Santa Fe capital y Rosario.