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Charlas de Quincho

Sitios tan disímiles como un museo mexicano y Parque Norte fueron escenarios de lo más jugoso de las charlas de este fin de semana, teñidas de azul y grana por el partido del sábado.

En México nos enteramos de algunos detalles sobre una cena clave en París, que involucra la posibilidad de que una «amiga de la Argentina» ocupe un altísimo cargo. En el centro de convenciones de Costanera Norte, en tanto, se habló de candidaturas, de figuras postergadas en sus ambiciones por causas diversas y de supuestas treguas políticas. También una fiesta sorpresa de cumpleaños reunió a toda una fuerza política, interesada en reparar daños causados a la homenajeada en las últimas semanas. Ella, paciente, explicó que lo suyo son «los cuatro principios del Cardenal». Veamos.

Sin el Tango 01 disponible se reducen y se dispersan las delegaciones que acompañan a la Presidente en viajes fuera del país. Anoche, de regreso de la cena con el hombre más rico del mundo en esa extravagancia -al nivel de su riqueza e imaginación- que es el museo Soumaya en la histórica Plaza Loreto de la ciudad de México-, los acompañantes de Cristina de Kirchner no encontraban cobijo en aquellas mesas de café y whisky hasta la madrugada que animaba en sus viajes Néstor Kirchner, que se convertían en mentideros privilegiados. Merodeaban por los salones del hotel Saint-Regis, donde se alojó la comitiva, algunos ministros (Julio De Vido, Julián Domínguez, Héctor Timerman, Lino Barañao), el comité de empresarios reducido a José Ignacio de Mendiguren y Claudio Cirigliano, entrecruzando impresiones sobre esa cena a la que Carlos Slim llevó a casi un centenar de empresarios mexicanos a quienes les dio un trato protocolar insólito.

Cansado Slim de que los invitados a sus condumios se quejasen de la mesa que les había tocado en cenas anteriores, cortó por lo sano y puso en la entrada una urna en la que cada uno tenía que meter la mano y sacar un número que le indicaba en dónde tenía que sentarse. Una solución mexicana a los problemas mexicanos. Tampoco hubo mucha materia para la conspiración de sobremesa porque los legisladores invitados, Gloria Bidegain y Adriana Puigross lo fueron por su pasado de exiliados en ese país; sólo José María Díaz Bancalari podía aportar algo, pero como estaba solo no tenía con quién tejer alguna maldad política.

Todos querían alguna palabra de Timerman sobre lo principal de su visita a París durante la semana, pero el canciller no quiso abrirle el juego a nadie: su cena con la ministra de Finanzas de Francia, Christine Lagarde, en la noche del miércoles en la residencia del embajador de los Estados Unidos en Francia, Charles Rivkin. La invitación la hizo Hillary Clinton para los participantes de la cumbre de la OCDE, que cumple este año su 50º aniversario, y compartieron la misma mesa Lagarde, Timerman, el ministro de Chile Felipe Larraín y el Chairman del Council of Economic Advisors de Barack Obama, Austin Dean Goolsbee, un economista de 32 años que es el miembro más joven del gabinete de su país. La candidatura a Lagarde a la dirección del FMI en reemplazo del cariñoso Dominique Strauss-Kahn no figuró en la charla de la mesa, cargada de gestos y entrelíneas que consignó el canciller pero sólo para informar en la mañana siguiente a Olivos.

Primero, cómo omitieron los invitados a esa cena de más de 200 personas -entre ellos el presidente de Chile, Sebastián Piñera- cualquier alusión a la crisis del organismo como a la candidatura de la dama. Hillary tampoco hizo mención a eso, aunque en el turno de los saludos les respondió a varios que sabía que ningún otro país, salvo Francia, va a proponer a candidato alguno, con lo cual la chance de Lagarde es de 10 sobre 10. En la mesa Lagarde hizo un brindis por el crecimiento de la economía de la Argentina -única mención al país que realizó durante la cena- y se mostró optimista sobre los adherentes que tiene Francia a su agenda en relación con el FMI: 1) necesidad de reformas; 2) pelear contra la volatilidad de los precios de los commodities; 3) la necesidad de abrirle lugar a los emergentes, o lo que llaman los expertos la «agenda social» del Fondo. Timerman celebró que esos puntos son los mismos que sostiene el Gobierno argentino en todos los foros, particularmente en el G-20, en donde comparte posiciones con el Gobierno de Sarkozy.

El silencio de Timerman sobre Lagarde se entiende porque en el gabinete el encargado de trabajar sobre el relevo en el FMI es su colega Amado Boudou, ausente en la delegación que fue a México pero que sumarán a la comitiva de Cristina mañana, en el tramo de Italia. La Presidente, que se mueve en un pequeño avión de apenas 10 plazas que comparte sólo con asistentes y secretarios, tiene previsto mantener una reunión a solas con Silvio Berlusconi en Roma, en la cual el asunto Lagarde y las posiciones en el FMI van a ser parte de la charla. Allí estará Boudou quien, quizás para ese momento, emita algún gesto del Gobierno en apoyo de Lagarde, a la que Olivos considera amiga de la Argentina. El Gobierno no quiere tener nada que ver con el organismo, pero tener allí a una amiga le va a servir de mucho, en especial en el proyecto de modificar el sistema de cálculo de los índices que hace el INDEC, en el cual el FMI juega un rol más importante del que se reconoce en público.

Como todos eludían el tema FMI en la mesa de Lagarde, la charla derivó a las dificultades que tienen los funcionarios cuando aceptan cargos. Nadie mencionó la lupa sobre la conducta privada que terminó con Strauss-Kahn, pero el economista Goolsbee aportó anécdotas sobre la rigidez de la ley anticorrupción en los Estados Unidos. Contó, por ejemplo, que el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, debió presentar una declaración jurada de bienes a la oficina de ética pública de Washington por cuya preparación el contador le cobró la friolera de u$s 200 mil. Algo habrá hecho.

El resto de la charla se lo llevó el comentario de la magnificencia del lugar en donde se hizo esa cena, la fabulosa Talleyrand House, palacio que perteneció primero al célebre Charles Maurice de Talleyrand y después a los Rothschild, quienes se la vendieron al Gobierno de Estados Unidos para usarla como residencia del embajador en Francia. Estados Unidos suele darle alto nivel a sus delegaciones en todo el mundo, como hace en Roma, cuya residencia del embajador conserva el jardín más grande de uso privado de la capital de Italia, algo que la convierte en la más codiciada por los postulantes a embajadas de su país por el mundo. A los invitados de Hillary a esa cena del miércoles les hicieron recorrer los salones para que admirasen los muebles, las colecciones de cuadros como si fuera necesario un aperitivo con música imperial.

Entre las reliquias que se guardan allí está toda la medallería que recibió el general George Marshall a lo largo de su vida, la mayoría condecoraciones de países agradecidos por el famoso plan de recuperación económica de Europa que dirigió y recibió su nombre, entre ellas el diploma y la medalla del Premio Nobel de la Paz que le concedieron en 1953.

Fue en esos pasillos silenciosos del Saint-Regis, y por la presencia de un hombre informado como Díaz Bancalari, que supimos de otras entrelíneas que animaron el congreso relámpago del PJ en Parque Norte el sábado, que duró apenas 40 minutos, apurados los 620 congresales por el azote del presidente del partido, Daniel Scioli, que los empujaba a votar: «Rápido, rápido, terminemos cuanto antes». La prisa de la agenda del gobernador justifica estos gestos sumarios pero también había algún nerviosismo entre los organizadores que seguían temiendo algún exabrupto de Hugo Moyano, hoy en un corralito político que le quita margen de acción. Demostró que está en una etapa de mansedumbre insólita, hasta se dio un saludo con beso y todo con Juan Manuel Urtubey, a quien le quiso competir con hombre propio para la gobernación de Salta, lo que le valió la acusación de piantavotos.

También extrañó a algunos la exaltación al podio de Antonio Cafiero, a quien se le dio de nuevo el rol de símbolo del peronismo viviente, algo que los cafieristas quisieran que se redujese a alguna dignidad más efectiva, como una candidatura a alguna vice o a alguna banca del congreso. Pero nada; se fue tan despojado como llegó. También motivó risas algún blooper de Miguel Pichetto, que pidió la palabra para mocionar el orden del día del congreso (una tira de formalidades que pocos entienden y que se votaron disciplinadamente) con un argumento insólito: «Me ha pedido el compañero Mazzón que hable...» Que Mazzón es el armador del peronismo nadie lo niega pero este reconocimiento público nunca se le había hecho. ¿Mazzón es como Dios?, preguntó un congresal sorprendido. «No», le respondieron en el mismo tono de broma: «Es Dios que se cree Mazzón».

Pichetto pidió por la reelección y también por el apoyo a los compañeros candidatos a gobernadores, entre quienes incluyó a Luis Beder Herrera, el misionero Luis Viana y el porteño Daniel Filmus, y a su contradictor de toda la vida, el comprovinciano Carlos Soria -lo posterga otra vez como candidato en Río Negro y él se justifica con que la Presidente le dijo que lo necesita en el Senado-. Terminó y se sentó, pero le advirtieron que se había olvidado de otro compañero que es candidato, el cordobés José Manuel de la Sota, que yacía en silla aledaña masticando ya algún agravio. Usó de nuevo de la palabra Pichetto y se enmendó: «También pido el apoyo para De la Sota».

Toda una señal porque este cordobés va a la elección a gobernador peleado como Urtubey con el kirchnerismo de su provincia. Este saludo del congreso le permite ahora chapear en su provincia con un triunfo dialéctico. «El kirchnerismo avanza en donde las jefaturas partidarias son débiles, pero ya Urtubey demostró que se los puede enfrentar», se le escuchó a De la Sota cuando terminó el congreso. La otra entrelínea indeleble fue la presencia del senador César Gioja, que es uno de los vicepresidentes del PJ, y desplazó a su hermano y contradictor que es el gobernador José Luis Gioja, que aspira a una reelección, en gesto que hizo estallar otra de las peleas familiares en la política. José Luis le ganó por paliza un plebiscito a César; éste ahora se venga en esas alturas de papel que son las cúpulas partidarias. Había razones para apurar la partida el sábado; había que almorzar rápido para ver en hora el partido Barcelona-Manchester. El fútbol justifica todo, hasta en política.

Scioli partió de ese congreso con otro activo, que percibió por la manera como lo saludaban los congresales: el fin de las hostilidades hacia su gestión y a su candidatura de sectores del kirchnerismo. En el último mes guardó su bocina el sector Garré -criticaba su modelo de seguridad- y el sabbatellismo parece una anécdota del pasado. En sus cuarteles sobran las razones para justificarlo, pero hay un motivo central: hostigarlo más habría sido poner en peligro la dimensión de la elección en Buenos Aires, restándole vuelo a una candidatura como la que todos esperan con Cristina a la cabeza. «En política, galán mata a billetera», dijo uno de sus estrategas más finos, a lo que le respondieron: Y si el galán además tiene billetera, ni te cuento.

Que estuviera en todas las fotos de la semana junto a la Presidente y ese silencio de sus adversarios alimentó la leyenda de otra reunión a solas con Cristina para acordar esa tregua, algo sobre lo que el gobernador jugueteó con su respuesta de siempre: «Con Cristina hablo todo el tiempo». Con ese dictamen cierra cualquier diálogo sobre quién lo acompañará como vice o preguntas sobre quién acompañará a Cristina en una eventual fórmula presidencial. El fin de semana lo dedicó a las tareas centrales de su campaña: fútbol en La Ñata ayer con el seleccionado de la universidad de La Matanza, que integra el propio rector Daniel Martínez, y por la noche, en el centenario de Laferrere, recital masivo con el Chaqueño Palavecino y esa gacela que es, bailando, Laura Fidalgo.

Ahora se sabe qué le pasaba a Gabriela Michetti: ¡no tenía iPad! Recibió uno en la noche del sábado, y era lo que más deseaba tener («Como una nena de 5 años con una Barbie», se reía), regalado por un grupo de amigos que hizo una vaquita para darle el gusto. Fue en una fiesta sorpresa por sus 46 años que le organizaron su novio, Juan Tonelli, y su amiga Marina Klemensiewicz, una empresaria que es la mujer del vocero de Mauricio Macri y que ahora es candidata a legisladora porteña por el sector de «Gaby» en el PRO. La diputada no tenía previsto festejo alguno y aceptó la invitación a lo que sería una noche romántica; su novio la llevó a pasar el fin de semana a una suite del hotel Hyatt en el Palacio Duhau. Cuando llegó la hora de la cena del sábado, le propuso ir a un restorán fuera del hotel, la subió a un auto y la condujo por las calles del Barrio Norte hasta un salón de la calle Paraguay (el espacio Norton, que se alquila para cumpleaños y casamientos) al que la hizo ingresar en medio de la penumbra. No era lo esperado, hasta que se prendieron las luces y empezó la música.

Estaba todo el PRO que la quiere, o que desea emparchar inquinas de campaña que la dejaron herida, desde Mauricio Macri hasta los armadores de aquel sueño nacional que no fue, Humberto Schiavoni y Emilio Monzó, pasando por un seleccionado de ministros como Hernán Lombardi, Guillermo Montenegro, Diego Santilli y Daniel Chaín (nadie del palo de Horacio Rodríguez Larreta, claro); diputados como Federico Pinedo y Paula Bertol; el procurador Germán Garavano; los legisladores Raquel Herrero, Oscar Zago y Martín Ocampo, (los tres de extracción radical, línea «Tano» Angelici); Helio Rebot; el presidente de la juventud PRO «Frank» Quintana; y el jefe de asesores Torcuato Sozio, del gabinete de la diputada, y un amigo de otra vereda, el diputado Alfonso Prat Gay. Hubo algunas ausencias que se excusaron en viajes, como la de Juan Manuel Urtubey y Ernesto Sanz (comparten las reuniones del grupo RAP, una multipartidaria que busca reformas políticas que nunca llegan, pero donde se come bien y hay viajes); Marcos Peña tampoco fue porque acompañó a un familiar enfermo. La fiesta tuvo mucho de reparación para esta diputada a la que el PRO le debe sus mejores elecciones, pero a la que no ha tratado bien, al punto de que surgió en el último mes una versión sobre que pensaba con los suyos abrirse del PRO y crear un nuevo partido. Lo negó «Gaby», quien hizo exhibir un video sobre su carrera política con fotos y filmaciones acompañadas por la canción «Siempre voy a estar aquí». Un símbolo que costó imponer porque el video no arrancaba y hubo que reiniciarlo cuatro veces. Como si hubiera un complot municipal.

Además del iPad, hubo una montaña de regalos, desde un montgomery de lana que acercó Juliana Awada, animada en el baile junto a Macri, más que Gabriela, que acompañó todos los temas que puso el disc-jockey, todos en la onda nostalgia de «Sótano beat»; también CD con música de Daniel Barenboim, más ropa de las marcas más notables, collares, pulseras y otros accesorios.

El menú de pizza armó algunas mesas en donde discurrió la política en términos más o menos conocidos. Lo más importante fue lo que transmitieron Macri y el equipo nacional: no habrá candidatura presidencial del PRO, quimera que alimentaron durante algunos días los seguidores del jefe de Gobierno. No sólo por la negativa de la cumpleañera a integrar una fórmula con Federico Pinedo o Felipe Solá, sino para no distraer esfuerzos en algo que no sea la campaña porteña del oficialismo, que se juega su existencia misma en la elección del 10 de julio. Eso explicó el cuento que escuchamos esa noche sobre una reunión el jueves en el hotel Savoy entre delegados de Solá y de Francisco de Narváez para cerrar algún acuerdo en la provincia de Buenos Aires. ¿Felipe senador nacional?, se preguntaban algunos.

En lo que más se pareció a una sobremesa, y cuando la música declinaba, «Gaby» explicó, antes de regresar a la suite del palacio Duhau, que su conducta es preservarse como un activo del PRO para otras lides y buscar ahora un perfil bajo. «Voy a acompañar todos los actos de campaña que me pidan, pero nada más», anunció. ¿Qué plan tiene? Por ahora, respondió, seguir al pie de la letra las cuatro consignas del Cardenal.

Esto levantó la curiosidad de quienes masticaban los últimos bordes de las pizzas y Michetti explicó: hace un tiempo, en una reunión, el cardenal Jorge Bergoglio le dio cuatro recomendaciones sobre cómo encarar su tarea política, que son: 1) el tiempo debe dominar sobre el espacio. Hay que trabajar sobre el tiempo planteando proyectos a mediano y largo plazo y no distraerse en la pelea por ampliar espacios; 2) la unidad es superior al conflicto. Hay que buscar el consenso y la cooperación, y evitar la confrontación; 3) el todo es superior a las partes; 4) la realidad es superior a las ideas; la ideologización de la política en la Argentina hace que los dirigentes hagan abuso de los eslóganes y consignas sin ningún contenido. Estos dictámenes que están entre la lógica, la teología y la pastoral, los escuchó con paciencia buena parte de los invitados que dedican sus vidas a pelear espacios, acuñar eslóganes, a quienes no les importa más que el corto plazo, que no respiran si no están peleando con alguien y que viven arrinconados en parcialidades desenganchadas de cualquier noción de «todo». Sirvió -ya era la madrugada del domingo- de sesudo fin de fiesta, casi un sermón.

El almuerzo en el Museo de Arte Moderno con el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi; el agregado cultural de la Embajada de Francia, Hervé Delmare; el artista Pierrick Sorin, un videasta y cineasta nacido en Nantes en 1960, y la directora de la institución, Laura Buccellato, sirvió para sumar un nuevo eslabón a la cadena de intercambios culturales movilizada por el proyecto Tandem, Buenos Aires-París 2011. «Esta cruzada se lanzó en marzo con 200 artistas franceses y 200 argentinos. En el otoño de Buenos Aires llegan los franceses con su arte y ellos nos recibirán también en su otoño», aclaró el ministro mientras apreciaba un queso brie.

Cuando llegó el pollo a la cacerola lo consultaron sobre sus ambiciones políticas, específicamente si lamentó renunciar a la ilusión de hacerse cargo de la Cultura nacional (dado que Mauricio Macri no aspira a la presidencia). La respuesta de Lombardi fue tajante: «De ninguna manera, el presupuesto de Buenos Aires es más alto que el nacional, permite hacer más cosas». La cifra supera los 600 millones de pesos, llega a 800 con el teatro Colón, y sólo para 3 millones de habitantes, agregó un entendido. «Es el 3,2 % del presupuesto de la Ciudad, como recomienda la Unesco», agregó el ministro, antes de escuchar los inevitables comentarios sobre Juanita Viale y la primicia de que Faena inaugurará un espacio de arte con una muestra de Pablo Siquier. «A Mirta le encanta estar en el candelero, observó, pero no por estos temas», dijo ante Sorin, el artista francés, que no se puede escandalizar de nada luego de filmarse a sí mismo sodomizando su almohada. Licencias de una exhibición inspirada en el cine de Chaplin y Jacques Tati, que resulta grata de ver y muy divertida.

Un clima de trabajo mucho menos distendido se percibía el martes por la tarde en el Palacio San Martín de la Cancillería, en el fascinante comedor verde agua poblado por los artistas que acompañarán a Cristina a la Bienal de Venecia, donde recibirá las llaves del Pabellón argentino, un espacio en los históricos Arsenales que será cedido en comodato durante 22 años a cambio de 1,9 millón de euros, y que nuestro país había perdido (por no pagar) durante el Gobierno militar. Tanta tensión generaba el relato que los elegidos no se atrevieron a comer ni una sola medialuna. El verdadero artista elegido para representar a nuestro país en Venecia en el recién ganado territorio de los Arsenales, es el joven rosarino Adrián Villar Rojas, pero como si su obra pareciera poco, el Gobierno organizó una muestra argentina de grandes maestros, algunos todavía vivos y preparando las valijas. Entre otros estaban Marta Minujín, Luis Felipe Noé, Marcia Schvartz, Adolfo Nigro, Margarita Paksa y Eduardo Stupía.

Quincho radical de presentación de los equipos técnicos de la UCR de la Ciudad de Buenos Aires realizado el viernes en el sótano el mítico Café Los Angelitos, en la esquina de Rivadavia y Rincón, al que le cantara Carlos Gardel con la música y letra de José Razzano y Cátulo Castillo. La actividad proselitista radical, alejada de las otrora poderosas manifestaciones de poder territorial económico, estuvo reducida a un panel integrado por la fórmula de ese partido a suceder a Mauricio Macri en la jefatura porteña, integrada por Silvana Giudici y Claudio Auguliaro, el primer candidato a diputado de la Legislatura (un casi desconocido puntero boquense de lealtad al operador Enrique Nosiglia) Víctor Hugo Salazar y el primer candidato a diputado nacional Hernán Rossi. La presentación arrancó accidentada desde los preparativos al advertirse que había sido hurtada una laptop del equipo que comandaba el manager de la campaña radical porteña Pablo Hortal (hermano y representante del cantante Bahiano) que contenía material imprescindible para una exhibición moderna, acorde con estos tiempos multimedia.

Como si fuera poca desgracia para los herederos de Alem, dos sucesivos cortes de suministro de energía eléctrica dejaron a los candidatos en penumbras y sin micrófono, haciendo esfuerzos por hacerse oír ante una módica platea en la que predominaban los mayores de sesenta años.

La modesta demostración de los candidatos radicales se limitó pues a las arengas de estilo y a la mera enunciación de los nombres de quienes, desde sus butacas, se anoticiaban de que habían sido postulados como «referentes» de los equipos técnicos radicales, a saber: el exfiscal Julio César Strassera; el presidente de la Academia Nacional de Educación Horacio Sanguinetti; el ex decano de la Facultad de Arquitectura Bernardo Dujovne; el exministro de Salud delarruista Héctor Lombardo; el constitucionalista Félix Loñ; el expresidente del Club Vélez Sarsfield (ausente con aviso) Raúl Gámez; los actores Luis Brandoni, Diana Maggi y Juan Carlos Dual (la pareja protagonista de aquel suceso televisivo de Hugo Moser de los ochenta, «Matrimonios y algo más...») y hasta el exintendente (y frustrado aspirante radical a la jefatura porteña en la interna que no fue) Facundo Suárez Lastra, dedicado hoy más a la producción de vinos en su finca de La Consulta (Mendoza) que a la política.

Vamos a terminar con un chiste recién llegado de la Madre Patria. Manolo decide podar los árboles de su jardín, y va a una ferretería a comprar una sierra. Le pide al vendedor que le recomiende cuál es la mejor y éste le muestra una moderna motosierra. Y le dice.

-Mire: ahórrese horas de buscar y elegir; ésta es la mejor, sin dudas, la más moderna, y con ella podrá cortar cien ramas por día.

Manolo se deja convencer y compra la motosierra. Vuelve con la herramienta a su casa, y de inmediato pone manos a la obra. Sin embargo, pese a la promesa del vendedor, al cabo de la tarde sólo consiguió podar un par de ramas. «Mañana me levanto temprano y empiezo a podar», se dice antes de ir a dormir. Al alba se despierta, toma la motosierra y comienza la tarea, pero a media tarde apenas había conseguido cortar cuatro ramas más. Recordando la promesa del vendedor, regresa a la ferretería a reclamar:

-Ea, que tú me prometiste que podaría al menos cien ramas diarias, y esta porquería no es capaz de cortar ni cinco...

El vendedor toma la caja, saca la motosierra, la mira, y dice:

-Parece estar todo bie... Vamos a encenderla...

Y le da arranque. Manolo, sobresaltado, grita:

-¿¡Qué es ese ruido!?