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¡Casi, casi, fui!

Cierta tarde recibí un llamado insólito en mi contestador que decía textualmente...

Por Cristina Wargon
@Cwargon


..."Cristina Wargon, la hablamos para invitarla a la fiesta.(¡Sí, la fiesta del año, del país, del continente, la fiesta de las actrices, las modelos, los ejecutivo, los políticos!) Por favor comuníquese a....¡Fangulo! -pensé- que cosa con mis amigos y sus bromas pesadas.

Me puse a discurrir sobre los muchos motivos por los que no me invitarían jamás. Me senté, me cebé un mate tibio y mientras miraba mi imagen en jean, con ese aire de campo de concentración polaco, mezclado con tradición nacional pensé con cierto dolor, no soy lo suficientemente extranjera como esa condesa cuasi rusa que aparece en las revistas y nunca con un mate en la mano. Lejos estoy de ese aire. Término de descender de un vuelo Vip con la última moda de París. No- reflexioné lúgubre dando una chupada al mate que se había trancado- no conseguiré nunca ser como ellas con este aire a primera generación de inmigrante polaca.

Pensé luego en las modelitos que abundan en las publicaciones del glamour, todas de once años, todas vertiginosamente enamoradas de jóvenes resplandecientes o ejecutivos que siempre son: "el gran amor de mi vida" y les dura por lo menos hasta la próxima edición donde el gran amor ha variado por "el último amor de mi vida" y en desaforada amnesia todo vuelve a empezar. Pues bien, con ellas tengo poco que ver aunque, al igual que ellas a los once años también creía que  cada amor iba a durar para siempre. Pero al menos nadie lo publicaba y además ya era una impresentable gordinflona con acné. Me cebé otro mate, me volqué un poco de yerba sobre el jean y con concluí: no doy el perfil, así que es justo que no me inviten.

Sin embargo, algo se había  movilizado en mí, un deseo tan irrefrenable de ir que tuve que hacer  un examen de conciencia. En procura de cierta claridad dividí mis desconciertos en rubros Setentismo y post modernidad: ¿es que acaso yo era una rata que había cambiado mi admiración por el Che Guevara por el más bastardo cholulismo? Sí.

Política y ética: ¿Es que acaso no pienso que los periodistas deben mantenerse lejos del poder?. Sí, siempre y cuando no me inviten a mí.

 

Coherencia: ¿No era yo la que había satirizado hasta el calambre tan extrema frivolidad? Sí  y ¿qué? , Me arrepiento. La opinión  sobre mi misma se desmoronaba ante mis ojos y las dudas hacían leudar mis rulos. Presa de tan espantoso dilema hice lo que cualquier mujer sensata: salí corriendo y me compré un par de zapatos.

Obviamente para la fiesta, es decir altísimos y con un pronóstico de dolor de pies aterrador pero ¿que menos podía ofrendar si iba a esta en medio del jet set local codo a codo con la condesa y hasta se rumoreaba que la mismísima Sofía Loren, en formol, estaría en el evento.

Traté de imaginar el vestido que llevará la Loren para matarle el punto pero un rastro de cordura y la conciencia de que finalmente debo pagar mis tarjetas de crédito a fin de mes me contuvieron. De cualquier manera estuve tres días probándome ropa para suplicio de familiares y amigas. Me puse a régimen y conseguí bajar cien gramos y no tomé sol porque en mi barrio escasea. Finalmente la invitación no llego jamás. Supongo que alguien se dio cuenta.