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Carlos Robledo Puch y su revelación homosexual: "Amaba a Ibáñez y lo mató porque iba a dejarlo"

El asesino serial se quejó de la película sobre su vida, "El Ángel". Pasa sus días en el pabellón para presos gays de Sierra Chica.

Por Rodolfo Palacios (extraído de Infobae)

Al Carlos Robledo Puch real le gustaba bailar, pero no lo hacía tan bien como el Robledo Puch ficticio que Lorenzo Ferro interpreta en El ángel. En un robo ocurrido en 1971, en un supermercado, después de matar a un sereno, Roledo y su amigo y cómplice Jorge Ibáñez sacaron una botella de champán de las góndolas y bailaron, aunque no había música. De sus braguetas y bolsillos sobresalían los billetes.

"El ángel negro" que entre 1971 y 1972 mató a once personas mientras dormían o por la espalda no vio la película. Pero se enteró que el motor de la relación del personaje principal con su cómplice -interpretado por el Chino Darín- es sensual y homoerótico. "Encima pretenden hacerme quedar como un homosexual", se quejó en una reciente carta que envió al cineasta Enrique Piñeiro. "Odio a los homosexuales", le dijo Robledo en 2008 al autor de esta nota.

-En mi vida no haría todo lo que sea blasfemo -dijo aquella vez en la sala de visitas del penal de Sierra Chica-. Hace un tiempo vino un perito a verme. Era un tremendo homosexual. Lo saqué cagando porque se apareció con un tronco y una imagen de la Virgen de las Mercedes, que en manos de un gay es un sacrilegio.

-¿No creés que eso es discriminar?

-Soy sincero. Me molesta la inmoralidad. Yo prohibiría que los hombres se disfrazaran de mujer. La primera vez, les haría una advertencia. La segunda, les aplicaría una multa. La tercera, los mandaría a la cárcel. No me llevo bien con los homosexuales.

-Sin embargo, estás en un pabellón de homosexuales.

-Sí, pero sólo por seguridad. No soy homosexual.

Juzgado por su condición sexual

Cuando cometió los crímenes existía una aberración jurídica: se consideraba a la homosexualidad no una condición sexual sino una posible desviación. El diario Crónica también puso la sexualidad de Robledo Puch bajo la lupa con una delirante prosa. "Durante la reconstrucción de sus crímenes, el joven asesino evidenció síntomas feminoides. Llamó la atención, tanto del periodismo como de los presentes, la frecuencia con que la fiera se recogía el cabello, de modo muy similar al que utilizan las mujeres. Otro rasgo que completaría la más extraña y salvaje personalidad de la criminología argentina, tanto que llegó a decirle a los fotógrafos: 'no estoy para que me saquen fotos'. Aquel gesto tan femenino de recogerse el cabello estuvo acompañado por miradas que le fueron sorprendidas, dirigidas a un joven atractivo que se encontraba entre el público curioso. Por eso dijimos que acaso no escape esta especie humana de sumar a sus tareas criminales otra no menos deleznable".

-¿Usted es homosexual? -le preguntó el forense Osvaldo Raffo en las pericias.

-De ninguna manera -respondió Robledo enojado-, eso es un invento. Salí con chicas circunstancialmente. A mi novia la amo, no le contesté las cartas porque la sigo queriendo y por cobardía nunca le toqué un pelo. Personalmente soy muy posesivo.

-¿A qué edad tuvo su primera relación sexual?

-A los 15 años, durante una de las fugas del hogar paterno. Fue con una chica que conocí en un hotel. Nunca anduve con prostitutas.

-¿Cuál era la frecuencia de las relaciones?

-Unas siete veces por mes. No me lo pedía el cuerpo. Nunca violé a ninguna.

El perito escribió en su libreta: "Niega firmemente la homosexualidad, aunque como interno está alojado en un pabellón que los agrupa".

Cuando pasó a máquina de escribir esta parte de la pericia, Raffo diagnosticó: "En su historia vital, las amistades femeninas son excluyentes, las preponderantes son las masculinas; hay hacia el sexo opuesto, más que frialdad indiferente, una aversión activa. Tan pervertido es el homosexual como el Don Juan, el sádico como el masoquista. La homosexualidad se presume pero no puede probarse. En cuanto si el encausado tiene desviaciones sexuales, podemos decir que el sadismo sí ha existido, y ésta es una forma de desviación sexual, que se manifiesta frecuentemente en la personalidad perversa".

Su amistad con Ibáñez

Al verdadero amigo y cómplice de Carlos Eduardo Robledo Puch le decían Queque, un joven rosarino que se jactaba de entrar por las noches en las iglesias a robar la limosna que dejaban los fieles y soñaba con actuar en cine. "Robar te da adrenalina", le dijo Jorge Antonio Ibáñez a Robledo Puch el día que lo conoció. Lo que siguió fue vértigo y muerte: la dupla cometió unos 20 robos y no dejaron vivo a ningún testigo.

Pero la amistad se truncó el 5 de agosto de 1971, en la esquina de Cabildo y Quesada, en Núñez, Robledo chocó de frente contra un taxi. Manejaba la camioneta Siam Di Tella de su padre. Ibáñez, que era su acompañante, murió en ese accidente. Tenía 17 años. Robledo salió corriendo y se llevó los documentos de su amigo. La comisaría 35a de la Policía Federal cerró la causa como accidente. Pero siempre existirán dudas: los familiares de Ibáñez dirán que fue un crimen (el número 12 del "ángel negro") y que Robledo saltó del auto antes de chocar. "Lo mató porque era la persona que más podía comprometerlo", dirán. "Fue una desgracia. Yo me salvé de milagro", declaró Robledo. "Mintió, estamos convencidos de que lo mató", le dijo a Infobae un familiar de Jorge Ibáñez que pidió reserva de identidad.

-A Jorge lo mató él, la familia siempre tuvo esa certeza. Pero nadie investigó nada.
-¿Qué indicios tienen?

-Carlos manejaba el auto. Simuló un accidente pero hubo algo más.

-¿Qué quiere decir?

-Quizá lo mató de un tiro. O se tiro del auto antes de chocar.

-¿Por qué tendría motivos para matarlo?

-Jorge quería abandonarlo, dejar esa mala vida. Quería ser actor, trabajar en novelas o en películas. Quería de dejar de ser un don nadie. Además antes de morir le dijo a mi mamá que se fuera porque podía llegar a pasar algo.

-Quería cortar el vínculo que tenía con él. Carlos lo amaba y lo mató porque Jorge iba a dejarlo.
-¿Jorge lo amaba a él?

-Más como amigo. Porque él tenía novia.

-Robledo dice que tenía una novia llamada Liliana.

-Mentira, Liliana era la novia de Jorge. Tenía una hermana gemela. Pero no quiero hablar más de esta porquería. Se me retuerce el estomago cada vez que lo nombran.

Autos, boliches y muerte

¿Cómo era el amigo real de Robledo Puch?

"Tenía un gran corazón, era buen mozo y quería retirarse del delito, pero el monstruo de Puch lo arruinó", dice el familiar de Ibáñez.

Los amigos se conocieron en el segundo año del Instituto Cervantes de Vicente López. Ibáñez era un chico alto, morocho, espaldas anchas de nadador, que estuvo detenido dos veces por robo. En 1971 tenía 16 años, dos menos que Robledo, y también era fanático de las motos. Robledo lo admiraba porque era decidido. Robledo le contó que robaba motos. Ibáñez le dijo: "Hay que ir por cosas más grandes".

En el Cervantes los dos tuvieron mala conducta y terminaron expulsados. Pero aprendieron algo: a usar el soplete, clave para abrir cajas fuertes.

A Queque Ibáñez le gustaba la acción. Quería vivir al límite. Lo demostró el primer día que invitó a Carlos a su casa.

-Vení, Carlos, vamos al fondo. Te voy a presentar a mi viejo, es macanudo-le propuso Ibáñez.

Robledo caminó ansioso por el pasillo. Cuando llegó al patio ve a un hombre robusto con un arma en la mano. Era Jorge Eduardo Ibáñez, un misterioso hombre con antecedentes policiales, que sostiene una escopeta calibre 22. Está por tirar al blanco, que en realidad es un cartón con círculos
concéntricos pintados a mano. Al ver a su hijo, suspende el disparo para saludar al invitado: -¿Qué hacés, querido? Mi hijo me habló mucho de vos. Vení, acercate y probá -le dijo el señor Ibáñez a Carlos. Luego le da la escopeta con el caño apuntando al piso.

El chico agarró el arma y no hizo falta que le explicaran cómo es la posición de tiro. Lo vio en las películas de cowboys. Empuñó la escopeta, cerró el ojo derecho y puso el izquierdo en la mirilla.
Tomó aire y disparó.

El tiro quedó a unos diez centímetros del centro.

-Nada mal, muchacho -lo alentó el señor Ibáñez.

Robledo mejoraría la puntería mucho antes de lo que se imaginaba.

Lejos de la escuela, los amigos comenzaron a robar y matar sin freno. Vivieron una vida de boliches y autos caros y hoteles baratos, donde reparten el botín y pasan noches pensando robos. Robledo tenía novia, pero siempre en la historia del caso sobrevoló un rumor de romance entre él e Ibáñez, lo que aparece reforzado en la película de Ortega.

La amistad sufrió el primer golpe el día que Robledo deja abandonado a Ibáñez en una comisaría, después de que fueran detenidos por la Policía porque no tenían los papeles de una moto. Por entonces, Ibáñez buscó acercarse al mundo del espectáculo. Quería ser actor.

Después de un corto distanciamiento, los amigos se reencontraron. Fueron de bares. Robledo notó que su amigo no parecía el mismo: estaba agrandado. Decía que con las mujeres era un ganador y que le ofrecieron participar en el programa Música en libertad, que emitía canal 9. Tomaba cerveza y cantaba la canción de Los Náufragos que pensaba interpretar en la tevé: "Subite, chiquita, subite. Subite a mi ritmo feroz. Cuidate. Estoy hecho un demonio, y la culpable sos vos".

Robledo sintió que algo se había roto entre él y su amigo. Y era para siempre.