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Barreras físicas, barreras mentales

* Por Jorge Eduardo Simonetti. En su mayoría, los seres humanos casi no miramos a nuestro alrededor.

Ensimismados en los propios problemas, pareciera que todo lo que está fuera del largo de nuestro brazo no es alcanzable, de la comodidad de nuestro cerebro no es comprensible, o de la corteza de nuestro corazón no es apreciable.

Lo cierto es que existe un mundo más allá del propio, con semejantes que viven, se alegran, sufren, necesitan, igual que nosotros, y algunos mucho más.-

No es que tengamos una maldad intrínseca, simplemente que obramos en la vida en función de nuestras propias realidades, poniendo nuestros problemas a la cabeza del ranking, y nos olvidamos a veces de mirar  nuestro interior y muchas otras de mirar hacia afuera, hacia nuestros congéneres.-

Nos cuesta identificar (me incluyo) los problemas y derechos de las minorías, que generalmente son  víctimas de la discriminación de quienes integramos la "masa ge-neral", una discriminación que no es directa, ostensible, activa, sino la más difícil de combatir: la discriminación por omisión, por indiferencia, por olvido, que es la peor porque se desenvuelve silente entre los pliegues sociales, causando daño, dolor e injusticia.

Con esta introducción quiero referirme específicamente, en esta oportunidad, a la vida que llevan los discapacitados motores en nuestro país, y más específicamente en nuestra ciudad de Corrientes.-

Como en muchas otras cuestiones, las normas dicen una cosa y la realidad otra.- La Ley Nacional Nº  24.314, garantiza el derecho de todas las personas a contar con un entorno inclusivo, libre de barreras físicas, en los ámbitos urbanos, arquitectónicos y del transporte.
Tan extraordinario texto legal no ha impedido, sin embargo,  que en  la Ciudad Au-tónoma de Buenos Aires (relevamiento efectuado por la ONG "ACCESO YA"), el 95% de las escuelas privadas y el 75% de las escuelas públicas no cumplan con las condiciones mínimas de accesibilidad (por carecer de rampas de acceso, ascensores y baños adaptados).- Esta falta de accesibilidad deja afuera del sistema educativo a más del 85% de los niños con discapacidad mo-triz en edad escolar.

Pero la inaccesibilidad de las escuelas también proyecta sus secuelas sobre los deberes y derechos cívicos, impidiendo o dificultando el voto a quienes tienen limitaciones para el desplazamiento.

El mismo estudio determinó que el 71% de las sucursales bancarias no son accesibles, por tener escalones sin rampas en sus ingresos, puertas angostas dónde no pasa una silla de ruedas o algún desnivel en la circulación horizontal.- Por las mismas razones, un 63% de los cajeros automáticos no permiten el acceso del discapacitado motriz. Ni que decir de las personas ciegas o con visibilidad reducida, en la que los porcentajes se elevan al 100%.
Sólo el 12% del transporte público tiene condiciones para el viaje de estas personas.
No hablemos de otros derechos, como el de trabajar, en el que sólo un 14% consigue trabajo.
Entonces, lo que debería ser normal en la vida, conseguir un trabajo, ir de lunes a viernes de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, cobrar un sueldo, para el discapacitado se vuelve una tarea poco menos que imposible.

¿Cómo nos sentiríamos los "normales" si las escaleras tuvieran escalones de más de medio metro, o las puertas de los baños un ancho de apenas veinte centímetros o los transportes públicos tuvieran accesos a un metro de altura?

Aún cuando no cuento con una fuente de consulta, de la simple observación diaria me animaría a decir que  en nuestra ciudad de Corrientes la situación es igual o peor.-

También tenemos aquí excelentes normas, pero la Casa de Gobierno, la Legislatura, el Superior Tribunal de Justicia, la Intendencia Municipal,  el Ministerio de Gobierno, El Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Educación, la Jefatura de Policía, entre otros edificios públicos, tienen distintos grados de dificultades que entorpecen o directamente imposibilitan el acceso; ni que hablar, con honrosas excepciones, de los bancos, las escuelas, casas de altos estudios, el transporte, los hoteles, etc.

El Municipio, con buena sensibilidad pero poca imaginación y técnica, construyó rampas de acceso en las veredas del mi-crocentro, olvidando que  los  desniveles  de  todo  tipo  deben tener un  diseño  y  grado  de  inclinación  que  permita  la transitabilidad, utilización y seguridad de las personas con movilidad reducida y que éstas deben tener la posibilidad de usufructuarlas "con autonomía".- Ni qué decir del pésimo estado de las veredas.

Es hora que las autoridades tomen debida nota de estas omisiones e instrumenten una verdadera política de estado, eficiente y continua, que ataque el núcleo de esta grave discriminación.- Para ello, que se tome en cuenta la conciencia solidaria de las pocas personas y entidades que trabajan incansablemente para que el murmullo egoísta de las mayorías no tape las voces de los justos.

Sin embargo, lo más importante es que el conjunto de la sociedad tenga una actitud más solidaria con el semejante y, a la vez, más comprometida con el reclamo.-

Aquí vale repetir la sentencia que la ONG Acceso Ya parafraseara en su página: "En vano se harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos, y atacarán las reliquias del despotismo, si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede, y lo que se le debe. El derecho no nace de la letra sino de la acción que lo lleva a la práctica".- Que la disfunción motora de nuestros semejantes no sirva para descubrir una disfunción de sentimientos en la sociedad.- Que las barreras físicas para los menos no respondan a las barreras mentales de los más.

¡Basta de segregación, ya!