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Ahora, también piquete de bañeros

El uso de la fuerza para lograr un aumento salarial ha llegado a Mar del Plata, para desconsuelo de los veraneantes.

La imagen más patética del piquete con el cual los bañeros sindicados de Punta Mogotes aguaron el primer domingo del año de los turistas la dio un taxista porteño: "Soporto los piquetes todos los días del año, ¿y, ahora, también aquí?". Había otros verbos, además de aguar, para calificar la situación de quienes se vieron impedidos de acceder con automóviles a las playas de su preferencia, pero ninguno, como ése, parecía tan denotativo de lo absurdo y contradictorio de las escenas transmitidas por los medios de comunicación el domingo último.

El contagio de los piquetes que cortan calles y rutas en cualquier época del año, y por cualquier motivo que sea, también se puede volcar contra quienes abandonan las ciudades en las que viven con la esperanza de alejarse de la rutina de todos los días y de disfrutar de un tiempo de descanso y ajeno a los conflictos de la vida cotidiana. Pero el piquete acecha donde menos se lo espera. ¿Encontrará en las urnas la respuesta que cabe?

Aparentemente, anteayer llegó la calma, cuando el sindicato de guardavidas alcanzó un primer acuerdo con concesionarios de balnearios, a los que reclaman un sueldo adicional y un aumento salarial del 30%, beneficios que ya habían logrado los colegas que dependen del municipio. Finalmente los empresarios se comprometieron a pagar 2000 pesos a cuenta del sueldo de noviembre hasta que se determine si les corresponde hacer frente a ese quinto mes de trabajo.

Bañeros, según la antigua nomenclatura, o guardavidas, según el sello del sindicato que los agrupa, los piqueteros de Punta Mogotes reclamaron algo más que un aumento salarial. Demandaron, en sordina, ser incorporados al plantel de empleados municipales del partido de General Pueyrredón, cuya ciudad cabecera es Mar del Plata. No conformes con la conquista de que el período laboral se extienda en adelante desde el 15 de noviembre al 15 de abril, ansían ser parte computable del régimen presupuestario de ese partido del sudeste bonaerense.

Los bañeros están luchando a brazo partido no ya con olas bravías, sino con las corrientes adversas que han encontrado para convertirse, como lo han hecho antes que ellos cientos y cientos de miles de argentinos, en empleados públicos. Así le va al país, a sus provincias y municipios, aunque eso poco les importa a estos luchadores. Ellos reivindican el derecho a una vida mejor sin tener en cuenta qué significa para el conjunto ciudadano abultar aún más los presupuestos oficiales.

Nadie se pregunta quién pagará por lo que se pide. Pagarán, desde luego, los contribuyentes del fisco al que se afecte, llegado el caso, la incorporación masiva de nuevos trabajadores.

Nadie se ha preguntado, tampoco, sobre el derecho que asistía a los guardavidas a utilizar contra pacíficos ciudadanos la fuerza en aquel tipo de protesta callejera. Acaso tampoco se haya advertido que se ha consumado una de las pocas novedades que faltaban en cuanto a la metodología piquetera, tan presente en el territorio nacional.

¿Y las autoridades públicas, entretanto? Bien, gracias.