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A solas con Litto Nebbia

Tras su paso por Mendoza para cerrar el Cantapueblo, el rosarino ensaya algunas revisiones y apuntes sobre el rock actual.

"Cuesta imaginarte alejado de la música. ¿Te proyectaste de otra forma alguna vez?". La pregunta cae en la mesa después de una intensa charla de café con Litto Nebbia, en la que su sentido del humor y melomanía estuvieron dando vueltas en círculos anecdóticos y actuales como la cucharita en el cortado.

"No. Nunca me lo imaginé. La música me gusta tanto que... ¡para qué pensarlo!", contesta él entre risas y el comentario al pie de uno de sus músicos: "Quizá hubieras sido corredor de autor. Tenés nombre de piloto". Las risas salen con fuerza del músico rosarino pero no demoran la explicación retro: "Mis padres eran músicos y yo soy hijo único. Desde pequeño estuve en lo mismo; mis viejos vieron que tenía condiciones, que me gustaba y me incitaron. La música fue la fija".

Y lo es: en su casona de Tigre, Nebbia destinó el espacio de seis habitaciones para instalar una sala de arte, en la que su mega discoteca personal es la principal atracción. "Soy coleccionista", dice este nieto de piamonteses y andaluces, y la sonrisa se le dibuja en la cara.

-¿Qué escuchás?

-Escucho de todo porque me gusta saber qué hay de nuevo. Me paso parte de la vida buscando materiales que no tuve en su momento de origen.

-¿Pero te pasó alguna vez?

- Una vez vino Bill Evans, un extraordinario pianista de jazz de quien tengo unos 100 discos, DVDs y documentales. Un amigo me invitó pero no acepté ir a verlo. Después me contó que en el intervalo, mientras todos fumaban, escuchó a un músico muy conocido decir (Nebbia imposta la voz, y la anécdota adquiere visos de teatralidad): "No me llegó lo que hizo Evans...". ¡Si estaba yo me daba un ataque! En definitiva..., son gustos.

Para un tipo como Litto Nebbia, el comentario es una declaración de principios y el camino para hablar de los propios. Verborrágico, entusiasta, invita: "Hacé la experiencia de escuchar a la orquesta de Aníbal Troilo.

Hace poco sacaron una edición remasterizada de los tres primeros volúmenes, que datan de 1941. A nivel popular, esto era lo que consumía la gente en esa época. Si vos evaluás lo mismo pensando en las canciones que hoy tienen éxito, el mundo va pa’trás.

Las carcajadas de Nebbia se mezclan con el paisaje sonoro que proyectan los parlantes del lobby del hotel, en donde se alojó durante su última visita a nuestra ciudad (aquí cerró el Cantapueblo, junto a una masa de mil voces), y metamorfosean en un boleto de ida hacia sus primeros años de rockstar ya radicado en Buenos Aires.

"¿Sabés? La orquesta de Troilo grababa en el mismo sello en el que lo hacían Los Gatos y Almendra, entre otros. Nosotros pertenecíamos a lo que se llamaba el departamento joven y Troilo, al del tango. Era un sello importante", anota desde sus gafas negras con strass, el fundador de Los Gatos.

-Vos hoy tenés tu propio sello, Melopea Discos. A la hora de producir una banda, o artista emergente, ¿qué buscás?

-Me tiene que gustar la música que hace. Esencialmente que tenga estilo y que no esté copiado. Hoy la música suena muy parecida: el pop a veces se confunde con los  jingles. En otra época una canción se diferenciaba de la música comercialota, destinada a vender un producto.

-¿Y que encontrás?

-Aunque sobra música de calidad en el mundo, los grandes medios de divulgación sólo pasan siete u ocho canciones que corresponden a una campaña publicitaria paga. No "difunden" música, realmente. Tengo cerca de 25.000 discos, incluyendo vinilos heredados de mi vieja; y la mayoría son buenos.

Cuando dice "buenos" habla del primer disco de Jimi Hendrix y Frank Zappa o álbumes de Tom Jobin y Steve Winwood -dos de los pocos grandes que vio en vivo-.

-¿Dónde tenés esa discoteca?

-En mi casa tengo una sala de arte. Ahí tengo todo. En cada una de las paredes tengo diferentes estilos: en una, Inglaterra; en otra, la historia de la bossa nova. Me lo sé de memoria porque hago los archivos y copio álbumes cuando alguien me lo pide. En ese sentido es una discoteca que siempre está con vitalidad y en uso. No es que colecciono y está todo apoltronado.

-¿Y cuándo la disfrutás?

-Cuando no estoy viajando vivo encerrado en mi casa. Me levanto muy temprano, tipo siete de la mañana. Estoy bárbaro porque a los cinco minutos estoy haciendo lo que me gusta: toco el piano, compongo, hago una nota... Es entonces cuando elijo qué quiero escuchar. Como si estuviera en una disquería... Bueno, aunque hoy entrás a una disquería y ya no es atendida por alguien que sepa de música.

-¿Extendés tu melomanía fuera de tu búnker; en recitales, por ejemplo?

-No. Nunca voy a ningún lado. Veo cine, como si fuera un cineasta, y leo mucho. Junto a la música son tres gustos que desarrollo. No voy a recitales.

-¿Por qué?

-No tengo la paciencia social ni tampoco tengo el tiempo. Muy pocas veces he visto espectáculos en vivo, sobre todo cuando estoy de gira. Tengo mucho prejuicio, ¿sabés?

-De...

-De que en el hall van a hacer un comentario que no me va a gustar y me voy a hinchar. Por eso prefiero no ir.