DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

A seis años del crimen de Candela Rodríguez, la Justicia dictará sentencia pero la madre desconfía

La madre de la víctima no se conforma y reclama que se investigue a la ex cúpula de la Bonaerense.

La desesperación de Carola Labrador durante los nueve días de 2011 en los que su hija estuvo desaparecida y su vida se volvió un infierno para siempre tocó como una daga caliente el corazón de todos los argentinos. Candela Rodríguez fue encontrada asesinada el 31 de agosto de aquel año.

El cuerpo, que presentaba signos de asfixia y abuso sexual, fue descubierto en un descampado de Villa Tesei por dos cartoneras. Ocurrió en medio de un operativo de búsqueda que llevaba 216 horas e incluía, supuestamente, a miles de policías bonaerenses. Ese momento, en el que las dos mujeres anónimas descubren el cuerpo muerto y violado de la nena de 11 años, se convirtió en una foto indeleble en la memoria colectiva: un símbolo patético de la inacción estatal, de la sombra fría de la mafia.

Pasaron seis años y dos días de aquel crimen, seis meses de juicio, muchas versiones, un testigo clave muerto y más. Pero la Justicia no se acercó demasiado a la verdad. Y Labrador afrontará este mes la sentencia del juicio contra apenas tres acusados.

El Tribunal Oral 3 de Morón definirá el 20 de septiembre próximo el destino de Leonardo Jara (acusado de hacer un llamado amenazante a la familia de la víctima), Fabián Gómez (tareas de inteligencia en la casa donde se mantuvo cautiva a la nena) y Hugo Bermúdez, el hombre que violó y mató a Candela, y quien, según Carola Labrador, sabe demasiado. Tanto sabe que no habla, aun con el peso de una factible condena perpetua encima.

-El no habla, dice que es inocente. Pero alguien se la dio a mi hija. Bermúdez fue el último orejón del tarro. Acá falta mucha gente, que ni debe estar en este país,-dice con fiereza Labrador.

Mientras conversa con Infobae, la mamá de Candela, de 45 años, repite un gesto que parece inconsciente pero no: acaricia una foto de su hija en la que la nena sonríe y posa con una peluca de cotillón. Cada tanto se aparta de su discurso férreo cargado de búsqueda de justicia y parece como si reflexionara en voz alta. Como si se lo dijera a ella misma.

"Candela era una luz. Muchas veces pienso cómo sería ella hoy, con 17 años, cómo hubiera sido su fiesta de 15, lo nerviosa que estaría por su viaje de egresados. Viví 11 años hermosos con ella, pero la interrumpieron a ella y a mí me arruinaron". Y recorre la foto con la yema de sus dedos.

A Candela se la llevaron de la esquina de su casa, en Coraceros y Bustamante, Hurlingham. Por lo que pudo reconstruir su mamá, la subieron a una camioneta negra y ella gritó varias veces "dejame". La tuvieron cautiva en una o dos casas (la investigación oficial marca dos lugares pero Carola y sus abogados defensores sostienen que sólo estuvo en una, en el barrio Costa Esperanza, en San Martín) y la mataron en otra vivienda, la de la suegra de Bermúdez, a ocho cuadras del lugar donde la tiraron asesinada, en Villa Tesei, y a unas 20 de donde la habían secuestrado.

A las cinco horas de desaparecida Candela, Carola hizo la denuncia. Y al otro día los canales de televisión replicaban su búsqueda. Labrador hizo pública su desesperación y, según sus propias palabras, "a la Policía se le transformó en un carbón encendido, su foto estaba en todos lados".

El rol de Labrador fue determinante y protagónico durante esos días. La mujer se refirió a la posibilidad de un secuestro e incluso le mandó un mensaje a su hija a través de la televisión. Las versiones sobre una venganza contra Alberto Rodríguez, el padre de la chica, que en ese momento estaba preso por piratería del asfalto, se instalaron como una verdad.

La hipótesis lo vinculaba a partir del secuestro de una tía de Candela, ocurrido dos meses antes, y un llamado supuestamente de los captores: "Hasta que esa conchuda no devuelva la guita, a la nena no la vas a ver nunca más. Que le pregunte al marido donde dejó la guita".

Rodríguez recuperó hace dos años la libertad, sufrió tres ACV y trabaja como barrendero municipal en Tres de Febrero. Desde aquel 31 de agosto la vida para esta familia se volvió dantesca. A Ian (15), el hermano menor de la víctima, lo atropelló un colectivo la última Nochebuena mientras andaba en moto.

Le quedaron fuertes secuelas. A Emanuel (20) le quisieron robar y le metieron un tiro en una de sus piernas. Pero las secuelas emocionales son aún más fuertes que las físicas. Ian sufre de ataques de ira. Emanuel, que era mejor promedio de su distrito escolar y jugador de las inferiores de Independiente, dejó la escuela y el deporte. Hace dos años trabaja en Ceamse.

"No se vive después de esto. Se sobrevive. El motor son mis hijos, que me necesitan porque sus papá está enfermo", suspira Carola en la charla con Infobae. Toma aire y sigue: "Yo estaba desesperada, re dopada, todo el tiempo perdida. Fue una locura. Lo que pasé no selo deseo a nadie. Es muy difícil salir de esto. Podés terminar loco con una desgracia así".

Las nueve noches para Carola fueron una. La conmoción del crimen de su hija la llevó al consumo de psicofármacos, el tratamiento psiquiátrico y una internación que duró seis meses. Después fue recuperando la fuerza pero la reconstrucción emocional fue endeble y se desarmó de nuevo con el arranque del juicio, en el que declararon más de 300 testigos. "Me hizo mal escuchar tanta mentira, no podía estar ahí y verle la cara al asesino de mi hija. Bermúdez me miraba fijo y yo lo evitaba. Pero le hubiera arrancado el hígado", confiesa, presa del instinto.

La investigación del crimen nunca se movió de la hipótesis de la venganza contra el papá de Candela, quien en el juicio declaró no conocer a los acusados. Las vinculaciones con el secuestro de la tía de Candela, las presuntas conexiones de Carola con punteros de San Martín y el manejo de la distribución de la droga en ese partido con la ayuda de varios sectores de la Bonaerense (distintas facciones de la Policía local armaban falsos operativos para secuestrarse integrantes entre sí) centraron las sospechas.

Antes del juicio, el trabajo del fiscal de instrucción, Marcelo Tavolaro, y del juez, Alberto Meade, fue por ese lado pero resultó como mínimo desprolijo. Detuvieron a ocho personas, se sirvieron en exceso de siete testigos de identidad reservada, y hasta anunciaron los allanamientos que estaban por activar. Fue tan caótico, que, a propósito, la Policía filtraba los llamados extorsivos que recibía la familia y las respuestas de Labrador.

Según Carola, Tavolaro se dejó manipular por la Policía. "Allanaron Costa Esperanza, donde la tuvieron cautiva pero no la zona donde estaba mi hija y dejaron libre la zona la noche del 29 para llevar a mi hija a lo de Bermúdez. Tavolaro me dijo que por mi culpa habían matado a mi hija, que ella era una loquita. Me faltó el respeto". El juez y el fiscal apuntaron a los ejecutores del plan pero nunca fueron más allá.

La investigación del crimen nunca se movió de la hipótesis de la venganza contra el papá de Candela, quien en el juicio declaró no conocer a los acusados. Las vinculaciones con el secuestro de la tía de Candela, las presuntas conexiones de Carola con punteros de San Martín y el manejo de la distribución de la droga en ese partido con la ayuda de varios sectores de la Bonaerense (distintas facciones de la Policía local armaban falsos operativos para secuestrarse integrantes entre sí) centraron las sospechas.

En abril de 2012 la Cámara de Apelaciones de Morón anuló la causa, liberó a los detenidos y tachó a Tavolaro y a Meade. Al fiscal lo apartó por "forzar la interpretación de la prueba" y al juez, por "haberse apartado del rol de imparcialidad". Siete meses y medio después del crimen la causa volvió a foja cero.

Una investigación realizada por una comisión especial creada en el Senado provincial por el ex vicegobernador Gabriel Mariotto concluyó que las acciones policiales se dieron todas con un motivo siniestro: desviar la atención de la zona donde ocurrió el caso y provocar así el entorpecimiento de la búsqueda de la nena. "Este accionar atentó dramáticamente contra la posibilidad de encontrar con vida a Candela", afirmó el documento.

Para la comisión del Senado, la parodia de la Policía apuntó al "encubrimiento de los autores y de los móviles del asesinato" y concluyó: "La Policía tuvo conocimiento del contexto en el que se había producido la desaparición de la niña y ese contexto no es otro que el narcotráfico y la modalidad de narco-secuestros, negocio ilegal del que también forma parte un sector de la Policía".

-A mí hija la mataron los narcopolicías, -coincide Carola Labrador.

-Usted siempre dijo que esto incluso salpica a las autoridades policiales provinciales.

-Sí, claro. Juan Carlos Paggi (jefe de la Policía Bonaerense al momento del crimen, renunció tres meses después del crimen), Hugo Matzkin (su suceor) y Roberto Catronuovo (ex superintendente de Seguridad) manejaban toda la información y sabían todo. Sabían dónde estaba, quién la tenía. Acá el que manejó todo mal fue Tavolaro que se dejó manipular. Candela estuvo nueve días viva, sana, bien, hasta que la agarró Bermúdez, la abusó y la mató.

-Pero los policías que usted menciona nunca fueron ni sospechosos para la Justicia.

-Los jefes de la Policía tienen que ser investigados. Detrás de esto hubo una guerra entre Castronuovo y Paggi, que manejaban la droga de la Provincia. Donde la tuvieron a ella nueve días lo manejaba Castronuovo en complicidad con el hijo del intendente Hugo Curto.

Para Carola, su hija fue levantada por los secuestradores al "voleo". Ella está segura de que la querían "para venderla a la trata o cambiarla por droga". Pero que la búsqueda de la nena, y la viralización de su ausencia, tocó los intereses del sector policíal vinculado al negocio narco, que desató una disputa de poder, entre lo que Carola llama "los capos".

Labrador cree que incluso la muerte de su hija ensucia a Ricardo Casal, ex ministro de Justicia y Seguridad. Pero desvincula al ex gobernador Daniel Scioli. La foto del momento en que Carola reconoce el cuerpo de su hija junto a un Scioli visiblemente confundido es otra imagen memorable. "Se rodeó de la peor lacra. Le mintieron, lo manipularon porque se venían las elecciones y había que ganar", asegura.

La voz de Carola (y lo que dice) parecen constituirla como una dama de hierro. Pero debajo de la superficie sólida de la lucha inclaudicable se reconoce a la madre que lucha por sobrevivir sin su extensión natural, el cuerpo de su hija.

"Tengo días buenos, malos y malísimos. A veces no me puedo levantar. A veces quiero matar a todo el mundo. A veces lloro todo el día. Trato de estar bien por mis hijos porque están todo el tiempo mirándote. Mis hijos están pendientes de cómo estoy. Trato de andar en bici, hacer gimnasia, ir a natación, a yoga, curso de cocina que hay, curso que hago. Necesito cansarme, llegar a la noche agotada para no tomar pastillas para dormir o antidepresivos porque eso también me hace daño", cuenta sin sonrisas de cortesía.

También canaliza en el contacto con otras madres víctimas. Se hizo muy amiga de Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, aun desaparecida, víctima de las redes de trata. "Hablo mucho con Susana y sé que si mi nena no hubiera aparecido hubiese seguido búscandola por los siglos de los siglos. Ahora pasa con la familia de Santiago Maldonado. No saber si está, si no está, es terrible", comenta, bebe un sorbo de un café cortado y sigue: "Yo sé que no tengo vuelta. Susana o la familia de Santiago tienen esperanzas, pero conviven con la incertidumbre. Susana me dice que la va a buscar hasta que se la entreguen como a mí. Lo mío no tiene vuelta atrás. Sólo me queda pedir Justicia".

Su reclamo, asegura, no se acabará el 20 de septiembre. Lejos del planteo de narcopolicías y corrupción y complicidad política que sostiene Carola Labrador, el fiscal que reemplazó a Tavolaro (quien tiene un pedido de juicio político), Mario Ferrario, adhiere a la hipótesis de la venganza contra el papá de Candela y mantuvo la acusación contra los sospechosos.

Un mes después de que el segundo fiscal tomara la causa, el testigo clave Roberto Aníbal, un carnicero que había relacionado a los acusados, murió tras la explosión de su casa por una "fuga de gas". El hombre no llegó a cobrar los 100 mil pesos de recompensa que ofrecía la Provincia. Ya le habían baleado la casa y las piernas y lo habían amenazado por "cagar a los pibes" cuando voló su casa, que también era su carnicería.

Juzguen o no a Bermúdez y a Jara (sobre Gómez la defensa de Labrador pidió la absolución por considerar que las pruebas en su contra fueron inventadas). Carola es asistida por el abogado Fernando Burlando y su equipo. Ella jura que el nexo lo armó el padre Julio César Grassi pero hay versiones negadas que dicen que el abogado mediático llegó por su amistad con Scioli.

Como sea, Labrador siente que los abogados y su familia son los únicos que sostienen su búsqueda por la verdad. "Perdés a tu hija, perdés tu trabajo, perdés tu vida, perdés todo. A uno no lo ayuda nadie. El Estado no está. Te quedás solo, con tu hija muerta y sin nada". Sus palabras salen como la lava en un volcán en erupción. Y queman.

La mamá de Candela no confía en el Tribunal que juzgará a Bermúdez, Jara y Gómez. "No se van a meter con la mafia", los provoca porque espera la pena máxima: "Que les den perpetua es lo que busco pero eso no me va a dar alegría si lo hacen. Pero para que se haga Justicia tienen que ir presos todos".

¿Quiénes son todos? "Los que se la llevaron, los policías que no hicieron nada, todos. Pero en este país no hay justicia, mucho menos para los que somos pobres".

(Fuente Infobae)