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"¿A quién no le gustaría tener todo bajo control?"

*Por Juan Ignacio Pereyra. La conductora de "Telenoche" habla de sí misma, de sus defectos y de su necesidad de estar siempre haciendo algo. "Eso te define", dice. Cuenta que le hubiera gustado tener más hijos y que le encanta ser madre.

–¿Alguna vez te aburrís?

–¡No tengo tiempo para eso! Hay cosas que me gustan más pero me encanta todo lo que hago. Igual, me falta tiempo. Me canso físicamente pero no me hastío. A veces la cabeza se satura un poco.

–Tenés una agenda apretada, ¿no?

–Sí, sí. No hay un "más o menos", son todos los días muy apretados, de muchas cosas por hacer. A veces almuerzo en el camarín. Mientras me peinan, estoy con el tupper y la ensalada. Es todo muy variable.

–¿En qué momento te desconectás?

–Algo sagrado es la mañana, cuando me llevo el café con leche a la cama y leo los diarios. Son veinte minutos que me tomo para arrancar el día, antes de meterme en la ducha. Es como una previa para despabilarme. Es uno de los mejores momentos para mí porque sé que no hay ni teléfono ni nada.

–¿Te imaginás sin la televisión?

–No. No me imagino sin trabajar, no sé si sin la tele. Pasa que me cuesta imaginar algo que no estoy viviendo. Cuando empecé no tenía ni idea de si quería ser conductora. Siempre me imagino tratando de hacer lo que me gusta.

–¿Qué te gusta que no sea trabajo?

–La maternidad me gusta tanto como trabajar. Son, lejos, las dos cosas que más me interesan en la vida. Me arrepiento de no haber tenido más hijos. No tuve más por hiperexigente.

–¿Por hiperexigente?

–Por querer hacer las cosas en exceso bien, por pasada de rosca en el sentido de querer dedicarle a la segunda hija el tiempo que le dediqué a la primera. La verdad, hubiera tenido más. Después el tiempo se inventa y los chicos se cuidan entre ellos. Soy muy preocupada. Si hay dos, podría haber cuatro. Pero te das cuenta después.

–¿Hacés planes a futuro?

–No sé pensar a largo plazo y creo que no es bueno. Hay gente que tiene un plan, metas. Yo nunca las tuve. Tengo dos hijas con el mismo padre y entre ellas se llevan ocho años. Está claro que no planificamos. Tuvimos ganas de tener un hijo y después otro. Pero pegados iba a ser un caos. Otros planean tenerlos seguidos, que se lleven pocos años y después tener tiempo para ellos. Pero eso no soy yo.

–¿Sos de recriminarte muchas cosas?

–Sí, sí, me recrimino siempre. "Recrimino" es una palabra que no uso. Pero sí, me hago cargo de más. Me arrepiento de cosas, como de no haber tenido más hijos. Creo que hubiera estado buenísimo para todos. Desde chiquita sabía que me gustaba la maternidad pero no pensé que sería tanto, tanto.

–¿Buscás tener todo bajo control?

–¿A quién no le gusta tener todo bajo control? Controladora no soy, eh. Exigente sí. Y si sos autoexigente sos exigente con los demás. Me paso de rosca a veces. El controlador es más celador, es el que les dice a los chicos que se laven los dientes. Se lo digo una o dos veces pero no soy tan insistente. La exigencia es un mandato más fuerte. A mí me gusta que se saquen buenas notas. Y no es que se lo repito, ellas ya lo saben.

–¿De dónde viene eso?

–¿Qué? ¿La buena nota? (risas) Supongo que la exigencia viene de mis padres. La opinión de mi mamá es muy fuerte, ella me inculcó que debía ser autónoma, inteligente y buena madre. Calculo que eso te va quedando.

–¿Cómo era la relación con ellos?

–No sé, yo en general creo mucho en el ejemplo más que en decir grandes frases para que los hijos recuerden. Por más que los hijos recuerdan siempre grandes frases y después van al analista a quejarse de eso. Mis padres son personas muy estudiosas todavía hoy, los dos son docentes universitarios. Mi viejo (Jorge Mario) tiene 76 años y sigue enseñando. Mi mamá es profesora de literatura y él de derecho comercial, pero también trabaja como documentalista.

–Digamos que para ellos la jubilación no existe...

–¡Claro! No pararon nunca. No es tema, no se para. La actividad es algo que te define. No es que lo hacen porque hay que hacerlo, lo hacen porque les gusta. Mi viejo tenía su estudio de abogado con clientes importantes pero todos los sábados se levantaba para ir a dar clases a la UBA y en otras universidades. La docencia era lo que más le gustaba. Me acuerdo de que siendo chica veía que él era exitoso y nunca paró de dar clases aunque laburaba todo el día.

–¿A vos te pasa lo mismo que a ellos?

–Sí, no me puedo imaginar sin actividad. Ellos lograron despertarme muchos intereses. Ser periodista ya es que te gusten muchas cosas. Me interesan la actualidad, la economía, la política... todos los temas. La actualidad fue algo que siempre me interesó. Empecé trabajando como cronista y así me siento todavía. Me fascina contar lo que pasa y me encanta preguntar. Es que a los periodistas nos interesan todos los temas, ¿no?

–¿El deporte también te interesa?

–El deporte no me interesaba tanto porque no soy deportista, pero mi hija sí lo es. Así que ahora ella ha logrado que a mí me interese. Me gusta eso, que un hijo venga y te despierte una cosa nueva. Le pongo mucha garra si algo me interesa. Tengo muchas herramientas y muchos intereses, y eso me lo deben haber dado mis padres. Mi papá es un enfermo... un melómano, un tipo con una colección de música fuera de lo común. Obvio que desde que nací tenía un combinado en mi cuarto, lo que además delata mi edad.

–¿Pasás mucho tiempo con tus hijas?

–Trato de estar lo más posible con ellas. Me gustaría que fuera más pero tampoco soy una madre ausente. Un día por semana voy a almorzar con Elena, que es la más chica. En el día a día me pierdo tantas cosas... Estoy muy pendiente de lo que hacen, todos los días les reviso los cuadernos.

–¿Qué defectos tenés?

–¿Viste las personas que dicen "mi peor defecto es la sinceridad"? Dicen una virtud en lugar de un defecto. Es genial. Pero hay que tener cuidado con eso. Es muy difícil reconocer defectos y uno suele terminar diciendo una virtud. La otra es que si uno reconoce un defecto después vienen los malos y se aprovechan. Así que no sé si soy yo la que tiene que decir mis defectos. Pero bueno, sí, me gustaría ser menos culposa. No es nada bueno, claramente. Encima es caro sacarse eso.

–¿Hacés terapia?

–Por supuesto. Hace mucho que voy. Tengo períodos, pero siempre me hago algún control (risas). Pasa que, además, después no te sacás esa culpa. No se nota porque ando segura por la vida: se me ve segura, resolutiva... pero soy culposa.

–¿Sos creyente?

–¿Sabés que no? Y eso que lo he intentado. No pudo ser. Me encantaría serlo, es un defecto.

–¿Por qué?

–Sé que básicamente es un respaldo importante. Me gustaría saber que está Dios sosteniéndome la espalda. Pero no lo puedo sentir. Lo intenté con un gran cura, a quien adoro, como Jorge Casaretto (ex obispo de San Isidro), pero no pudo ser. Lo sigo queriendo un montón, lo admiro, pero no logró que creyera. Creo en él como persona pero no en Dios.

–Después de tantos años en la televisión, ¿cómo manejás la exposición?

–No me gusta el perfil alto. Suficiente ya con que la gente esté acostumbrada a verme todos los días en el noticiero. Pero no ando por la calle disfrazada de María Laura. No voy producida, con tacos, maquillaje...

–Pero la gente te reconoce igual, ¿no?

–Bueno, sí, en general me saludan y se sorprenden de que soy chiquita, bajita, que parezco más joven. Prefiero eso a otras figuras que andan de personaje. Está bueno andar de personaje porque te dejan entrar a todos lados (risas). Pero prefiero que me descubran de casualidad, entonces la gente se acerca desde otro lugar, más sincero y no tan cholulo.

–¿Ser mujer no hace más difíciles las cosas en un medio como la televisión?

–Me parece que no. De hecho, hay una historia larga de mujeres que hicieron una carrera reconocida en periodismo o conduciendo programas, desde Pinky hasta Mirtha Legrand, pasando por Susana Giménez, Mónica Cahen D'Anvers y Magdalena Ruiz Guiñazú. Todas ellas tienen peso propio.