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2,4 millones de adultos no se pueden independizar en la Argentina

Según un cálculo realizado, se trata de jóvenes de entre 25 y 35 años que no pueden retirarse de la casa familiar debido al precio de los alquileres y de la imposiblidad de acceder a una casa propia. 


Sin lugar a dudas, independizarse se convirtió en Argenitna una misión imposible. Según los últimos datos disponibles en el país, hay casi 2,4 millones de personas de entre 25 y 35 años que no pueden irse de la casa familiar. Se trata del 41% de la población de esa edad, un porcentaje alto en relación con países europeos o Estados Unidos, donde no se supera el 30%.

Esos son los datos del economista especializado en vivienda Federico González Rouco. Suma, además, que hay siete provincias con más del 50% de los jóvenes que aún no puede emanciparse. Claro que dentro de ese grupo hay personas que eligen conscientemente no irse de la casa familiar por las razones que sean, pero también hay muchos otros que quieren alquilar o comprar su propia propiedad y no pueden.

¿Las razones? Un combo complicado de un mercado de alquileres roto, ingresos bajos y falta de crédito hipotecario. “Hoy estamos en un momento complejo porque todas las alternativas que podría pensar una persona al momento de salir de la casa familiar están complicadas”, señala González Rouco.

La principal, dice, es el alquiler. “La oferta de alquileres está complicada y además están caros en términos del ingreso. Los alquileres subieron, pero los ingresos están muy bajos. Va de la mano de que la Argentina no tiene un mercado sólido que fomente la construcción para alquilar, como sí sucede en las principales ciudades del mundo”, apunta.

A eso se suma un crédito hipotecario inexistente, ni siquiera para quienes tienen ingresos altos. “Por otro lado, la situación laboral está muy compleja en todo el país. La migración laboral, que es uno de los factores por los que la gente se emancipa, está frenada”, suma el economista.

Claro que no siempre fue así en la Argentina. “En los ‘90 un joven profesional recién recibido podía acceder a un crédito y comprarse un departamento o alquilar sin dificultad un inmueble de las mismas características. Cuando las crisis económicas se vuelven crónicas el deterioro del poder adquisitivo se agrava y la independencia económica se hace muy costosa y difícil”, analiza Soledad Balayán, analista inmobiliaria de Maure Inmobiliaria.

“La inflación persistente en altos niveles que tenemos es uno de los motivos. No hay inversión ni crecimiento económico que permita que el empleo formal aumente y sin empleo estable y buenos salarios no es posible ni acceder a un crédito ni a un alquiler. Además la intervención del estado en el mercado de alquiler no ayudó porque hizo que la oferta se vuelva muy limitada provocando considerables aumentos en los montos de alquiler que los salarios promedio no logran solventar”, sigue.

TN contactó con 10 jóvenes entre 25 y 35 años que no encuentran manera de independizarse de la casa familiar. Las identidades de los entrevistados fueron resguardadas por seguridad. Martín F. tiene 34 años, trabaja desde los 18, pero con un sueldo “mitad-mitad”: eso quiere decir que recibe $60.000 formales y otra suma igual, pero en la informalidad.

En Avellaneda, el lugar donde vive, podría alquilar un monoambiente por $70.000 u $80.000, dice, pero por las dificultades para ingresar y el poco margen que le quedaría a fin de mes luego de pagar el alquiler, prefiere quedarse en la casa familiar. “De chico siempre anhelaba laburar para comprar una casa y, cuando van pasando los años, la cosa va cambiando. Estar en un país inestable me lleva a ‘vivir el momento’ y tener que conformarme con un par de días de vacaciones al año en algún lugar no muy lejos”, dice, nostálgico.

Juan O. es estudiante, tiene 26 años y hace un año quiere mudarse solo o con amigos, pero con el salario que tiene no le alcanzaría ni para vivir con alguien más, dice. “Para mí es imposible vivir solo porque entre que pago expensas, impuestos y servicios no me queda nada para vivir después. Sigo viviendo con mis viejos y siento que no puedo arrancar mi vida, básicamente”, resume.

Daniela L. tiene 29 años y está terminando la carrera de Nutricionista en la Universidad de Buenos Aires. Antes, estudió otra carrera que no terminó. Para compatibilizar con los horarios de la facultad, tuvo que hacer trabajos informales y esporádicos, por lo que sus ingresos son variables cada mes. Sin la posibilidad de pensar una estructura de ingresos y gastos, todavía vive con sus padres, a pesar de que todos los meses cree que podrá irse de la casa familiar. Admite que no vive mal con sus padres, por lo que tampoco quiere sacrificar del todo esas comodidades por un gasto grande y pocos metros cuadrados.

Una generación frustrada con la casa propia: ¿cambiará el escenario en algún momento?

“Es muy difícil que esta situación se revierta en el mediano plazo. Se requiere un muy buen control de la inflación y una economía sin tantas restricciones ni cepos. Otro componente importante es la confianza y la posibilidad de planificar a largo plazo sin cambios de reglas de juego constantes, que es todo lo contrario que viene pasando en los últimos mandatos”, apunta Balayán.

González Rouco suma algunas soluciones. Una de ellas, dice, es empezar a pensar cómo hacer para que la construcción se vuelque al alquiler, y no solamente esté en oferta la vivienda existente. “Lo más fácil es pensar en exenciones impositivas, pero eso es muy corto y no sé si alcanza. Hay una pata de seguridad jurídica, estabilidad en las regulaciones y respetar los contratos”, añade el economista.

Va a ser un camino largo y difícil. Se puede empezar por definir qué va a pasar con la Ley de Alquileres, dice. Hace un año se amaga con modificarla y por ahora no hay novedades. “No veo que la inercia actual lleve a una situación mejor, no veo que estén dadas las garantías para que el mercado de alquileres se desarrolle ni que con este enfoque que hay sobre la política de créditos en el sistema financiero se pueda mejorar algo”, concluye González Rouco.

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