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11-S: cómo se podría haber evitado

*Por Gustavo Sierra. Mucho antes de que el mundo supiera quién era Bin Laden, el agente del FBI John O’Neill ya estaba obsesionado con atraparlo.

Fue durante años el encargado de la lucha antiterrorista dentro de la policía de investigaciones estadounidense y, si sus rivales internos de la CIA no le hubieran ocultado información, es muy probable que O’Neill hubiera detectado el complot que llevó a los atentados del 11 de septiembre del 2001 y salvado la vida de los 3.000 que murieron en New York, Pensilvania y Washington ese día.

La primera presa conquistada por O´Neill fue Ramsi Ahmed Yusef, que había organizado el atentado contra el World Trade Center en 1993. Por un aviso de inteligencia lo detectó en 1996 en Pakistán y dirigió un equipo que lo secuestró y trasladó en forma semiclandestina a New York para enjuiciarlo. En ese momento se determinó que Yusef se comunicaba regularmente con un hombre en Afganistán y que se lo conocía como "el financista de la jihad, la guerra santa". Era Osama bin Laden y O’Neill ya sabía que estaba organizando grupos para atacar a Estados Unidos y que la red se denominaba Al Qaeda.

A partir de ese momento, todos en la comunidad de inteligencia del mundo occidental supieron de este agente proveniente de Boston y origen irlandés. Sabían que el agente era un obsesivo y que por su manera directa de trabajar se había ganado unos cuantos rivales entre sus colegas de la CIA. Y fue precisamente la central de inteligencia estadounidense la que detectó el 5 de enero del 2000 una cumbre de terroristas en Kuala Lumpur, la capital de Malasia. Allí se encontraron varios operadores de Al Qaeda para planificar una serie de ataques en el mundo.

Los radares de la National Security Agency, que monitorea todas las conversaciones a través de sus satélites, lograron determinar que uno de los líderes era Muhammad Ali al Hada, conectado con los atentados a las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998 (224 muertos). Y que parte de su familia tenía visas para entrar en Estados Unidos otorgadas por el consulado en Jedda, Arabia Saudita. Entre ellos, el yerno de Al Hada, Khalid al Mihdhar, y otro pariente, Nawaf al Hazmi. Estos dos entraron sin problemas por el aeropuerto de Los Angeles con pasaportes a su nombre, vivieron 9 meses en ciudades estadounidenses y realizaron cursos para pilotear aviones.

Toda esta información estaba en manos de la CIA pero no se le informó a O’Neill ni a ninguna otra persona de su unidad, la encargada de controlar las acciones terroristas dentro de Estados Unidos. Nunca nadie conectó a esos terroristas con la red de Bin Laden. "Me voy a ir a la tumba creyendo que el 11 S se podría haber evitado", asegura Mark Rossini, entonces uno de los enlace sde inteligencia con la Casa Blanca. "Si le hubieran dado los nombres a O’Neill, él hubiera sabido que venían a matar gente aquí". Mihdhar y Al Hazmi fueron dos de los 19 kamikazes que secuestraron aviones para incrustarlas contra los centros emblemáticos de la cultura estadounidense.