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Un corredor de autos chocó a una estudiante y la dejó en estado vegetativo

Macarena Mendizabal nunca más volvió a conectar con la realidad; la Justicia todavía no tomó declaración indagatoria a los acusados.

José Luis Mendizabal, de 55 años, golpea suavemente la mesa ante el dolor de lo inconcebible: el hecho de que su hija Macarena, de 23 años y que hasta 2015 estudiaba psicología en la Universidad Católica Argentina (UCA), esté internada una vez más, tras haber sufrido un shock séptico durante la internación domiciliaria que su familia había logrado a partir de febrero de este año, después de haber pasado más de 500 días en distintos hospitales, como consecuencia de un accidente sufrido en 2015.

A los 20 días del accidente Macarena ya respiraba por sus propios medios, dos semanas atrás fue internada nuevamente en grave estado y hoy está conectada a un respirador. Más de dos años después del accidente, aún no hay condenados por el hecho. El proceso judicial avanza lento y ni siquiera se tomó declaración indagatoria a los involucrados.

"Ese fin de semana, como cualquier otro, fue con su grupo de amigos a bailar a un lugar de la Costanera. Se fue diciendo ´Hasta luego´... Hay partes de la temática del accidente que ni la mamá ni yo las tenemos del todo claras...Ella fue en su auto, porque como no ingería alcohol era la conductora designada siempre y, ese día, cuando salieron del boliche...". Mendizabal relata en siete minutos ininterrumpidos todo aquello que pudo reconstruir junto a su familia sobre el accidente; también, cómo era su hija y cómo se encuentra hoy, en diálogo con La Nación.

"Cuando salieron del boliche Maca les dijo a sus amigas que tenía que hablar algo con Ramiro (Sala Giménez), por eso se fue con él. Lo que no sabemos es por qué le dio las llaves de su auto a él", agrega su madre. "¡Nunca le daba el auto a nadie!", expresa Vanina.

Por algún motivo todavía desconocido, Sala Giménez estaba al volante del auto de Macarena al momento del accidente. Él formaba parte de un grupo de amigos que Macarena y sus amigas habían conocido durante el verano. Ese día se habían encontrado en un boliche que se ubicaba frente a Tierra Santa, llamado Mint, en la Costanera porteña. Se fueron juntos y, detrás, en otro auto, los amigos de ambos presenciaron el momento del accidente, que paralizó toda la Costanera.

Por el impacto, Sala Giménez dice no recordar nada de lo sucedido. Los Mendizabal le recriminan su poca colaboración con la reconstrucción del hecho y que se haya negado a hacerse el test de alcoholemia ese día, además de "no haberse acercado a la familia" después del accidente. "Te ve y se va escondiendo...", dice Aruj. "La vez que quiso acercarse fue como muy asesorado por sus abogados", agrega.

No obstante, el principal sospechoso de ser el responsable del accidente no es Sala Giménez sino quien conducía el auto que impactó contra ellos, un Honda Civic Si que, según pudieron reconstruir los padres de Macarena, venía haciendo zig zag desde la puerta del boliche Jet y habría cruzado un semáforo en rojo a alta velocidad cuando impactó contra el auto de su hija.

"Él se llama Santiago Edgardo Silvoso. Aparecieron chicos que vieron a este hombre haciendo zig zag a alta velocidad. Le hicieron el test de alcoholemia y dio positivo, tenía 1.46 de alcohol en sangre. Estuvo un día preso y después lo largaron", comenta Aruj.

Recién el primero de junio próximo se tomará declaración indagatoria al acusado.

"Es un muchacho que no es tan muchacho, creo que hoy tiene 39 años, era corredor en ese momento de Fórmula 4 Metropolitana, un empresario, que nunca lo conocimos porque jamás se acercó a nosotros", agrega Mendizabal, mientras explica que "según lo manifiestan siete testigos que declararon en la causa" Macarena y Sala Giménez estaban cruzando un semáforo en verde en Obligado y Pampa cuando "un Honda Civic Si, un auto que viene originalmente casi de carrera, los embistió del lado del conductor".

Entonces, explica: "Sabemos que por la fuerza misma de la inercia, por la fuerza que se produce en ese momento, el cerebro de Macarena giró adentro del cráneo provocándole lo que se llama daño axonal difuso". Esa madrugada -dice- cuando su hija fue derivada al hospital Fernández dos médicas se negaron a operarla por el grave cuadro que presentaba. "Pero apareció un tercer neurocirujano, Victor Castillo, que decidió operarla y le salvó la vida. Ahí nosotros estuvimos 44 días, le tuvieron que practicar una craneotomía, le sacaron gran parte del cráneo para descomprimir la gran infección que tenía".

Del Fernández Macarena fue derivada al hospital Italiano, en San Justo, partido de La Matanza -los Mendizabal son de Ramos Mejía-, luego, a una clínica de rehabilitación donde permaneció muy poco tiempo y, por último, antes de la internación domiciliaria, al Fleni (Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia) de Escobar, donde pasó 412 días. No lo hizo sola, sus padres siempre estuvieron con ella.

"Hay dos vidas. Hay una antes de esto y otra después de esto. Nosotros teníamos una vida hermosa. Nosotros estamos divorciados hace 20 años y a pesar de eso teníamos muy buena relación con nuestros hijos. Macu se las bancó todas.", expresa el padre. Y cuenta que, antes del reingreso de su hija al Italiano, estaba viviendo en un country. "Los chicos (por sus hermanos) la sacan a pasear en su sillita y vamos aprendiendo día a día. Esto es lo que jamás en tu vida vos podés llegar a plantear que te puede pasar... Esto es el infierno mismo".

"Nosotros no sabemos si ella nos ve o si nos escucha", dice su mamá. "Pero creemos que nos escucha porque a veces hace respuestas a algunas órdenes, pero muchos son movimientos involuntarios".

"Yo digo que es un cuerpo que habla, por los gestos. En ésta última etapa había recuperado bien lo gestual, lloraba, lloraba con cara de llanto", agrega Aruj. "A veces te agarran dudas de si no llora por algo emocional...", añade Vanina. "Por algo que escucha o que ve", dice el padre, que explica que "cuando ella está bien, en ciertos momentos del día, tiene algún grado de comunicación. Por lo menos nosotros lo vemos así".

Macarena pudo respirar por su cuenta a los 20 días del accidente. Pero no alcanzó. Craneotomía, replaquetación, traqueostomía, gastrostomía y shock séptico, son solo algunos de los términos con los que debieron familiarizarse los Mendizabal a lo largo de todo este tiempo.

A partir del 12 de febrero de este año, y tras remodelar la casa íntegramente para adaptarla a su hija, la familia había logrado la internación domiciliaria de Macarena, que durante el día, en su silla postural, era integrada a la vida familiar. Esa fue la política que el Fleni les inculcó: "Los pacientes se levantan, no están en la cama", también, que Macarena debía tener un orden marcado por rutinas.

"Así estuvimos bien hasta hace 15 días cuando producto aparentemente de un colapso de un pulmón con una neumonía Macu llegó acá casi muerta con muy poca presión arterial", explican, sentados en la confitería del hospital Italiano de San Justo, donde está internada Macarena.

"Ese pulmón sigue colapsado, no expandió a donde debería haber expandido, pero bueno... está tratando de pelearla como lo hizo toda la vida porque es un toro; y porque tiene muchas ganas de vivir", dice su padre.

Los médicos, cuenta Aruj, les dicen que se trata de un "cuadro neurológico irreversible". "Todo lo que es neuronal, y el cerebro también, es un misterio y la realidad es que uno sigue luchando con la esperanza de que ella pueda llegar a conectar. Al principio las expectativas eran que Macarena con dificultad pueda llegar a caminar, ahora ya ni siquiera pensamos en eso, lo que queremos es que ella tenga calidad de vida hasta el último día de su vida y, segundo, que pueda manifestar lo que le pasa".

"Para los médicos, donde tiene la lesión Macarena es en el agujero negro de la medicina del mundo -dice su padre-. La realidad es que ni siquiera en el Fleni -que es un lugar de excelencia- nadie se la pudo jugar a decir `ésto es para toda la vida´ ni nadie se la pudo jugar a decir que no lo era".

(Fuente La Nación)