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Todo se olvida, nada se aprende

Los operadores del kirchnerismo han olvidado todo y no han aprendido nada en materia de respeto por las libertades de prensa y de expresión.

Ya no basta con ahogar económicamente al periodismo independiente marginándolo de las pautas de publicidad oficial. Ni es suficiente la perversa campaña difamatoria que el monopolio estatal perpetra los 365 días del año contra medios y hombres de prensa que ejercen su derecho constitucional a la libre expresión. Su desprecio por ese derecho se ha extendido ahora a la formación de piquetes para impedir que las publicaciones que resisten las pulsiones hegemónicas del kirchnerismo lleguen al lector. De lo que se trata es de desangrarlos económicamente, porque los costos de impresión no podrán ser recuperados.

El nuevo bloqueo a las plantas impresoras de Clarín y La Nación, en el barrio porteño de Barracas –que esta vez llegó a impedir la circulación de la edición dominical del primero de los diarios–, intentó ser minimizado desde la Casa Rosada bajo el argumento de que se originó en un "conflicto laboral" y que "nada tiene que ver con la libertad de prensa". Absurdo planteo. Porque no existe tal conflicto gremial interno y porque, aun si existiera, el reclamo de un reducido grupo de personas no debe atentar contra las libertades constitucionales de prensa y de expresión. ¿Acaso desconoce el Gobierno que dos fallos judiciales le imponen garantizar la distribución de diarios y que el Código Penal establece una pena de uno a seis meses para "el que impidiere o estorbare la libre circulación de un libro o periódico"?

En realidad, la presión sindical contra la prensa fue un arma ya utilizada durante los dos primeros gobiernos peronistas (1946/1955), del mismo modo que el control del mercado de papel para diarios, que el kirchnerismo ya intentó con sus ataques contra la empresa Papel Prensa.

El entorno de torpes estrategas del oficialismo no ha inventado nada nuevo. Todo lo que hacen o dejan de hacer (como su desprecio absoluto por la Justicia) ya ha sido hecho. Corrigiendo levemente a los Borbones de la Restauración francesa, los kirchneristas han olvidado todo y nada han aprendido.

Lo que no deberían olvidar los ideólogos y ejecutores de estas técnicas totalitarias es el leal reconocimiento de Juan Domingo Perón de que había incurrido en un error con sus ataques a la prensa. A su retorno del exilio, el ex presidente dijo: "Cuando tuve todos los diarios en contra, gané las elecciones presidenciales (el 24 de febrero de 1946); cuando tuve todos los medios a mi favor, perdí el poder" (septiembre de 1955).

Cristina Fernández inició su mandato con la promesa de reforzar la institucionalidad, pero ha avalado hasta ahora –por acción u omisión– todo tipo de ataques contra la prensa independiente, muchos de ellos encabezados por su ahora fallecido esposo, Néstor Kirchner, o por su hijo, Máximo, y su aliado político Hugo Moyano.

Es imperioso que la Presidenta pase de la mera declamación a gestos concretos que pongan fin a esta escalada contra el periodismo y afiancen las libertades de expresión y de prensa, como columnas imprescindibles de un genuino sistema democrático y republicano.