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Thelma Biral y Juan Leyrado son un éxito con "Dios mío": Dos potencias se saludan

Protagonizan una comedia dramática que entretiene y emociona en el Multiteatro. Aquí, nuestra mirada.

Fuimos al teatro y nos encanta. Vimos "Dios mío", uno de los estrenos más recientes de la cartelera de Buenos Aires, que comparte un fenómeno de público en las salas del Multiteatro, que agotan localidades con esta obra, Toc Toc, Le Prenom y Love love love.

Thelma Biral y Juan Leyrado protagonizan esta obra de la dramaturga israelí Anat Gov, adaptada por Jorge Schussheim y dirigidos magistralmente por Lía Jelin. Ver en escena a estos dos "monstruos" del teatro es cautivante.

La anécdota -si se quiere- es pequeña y su desarrollo va por textos ingeniosos, a veces cínicos y muy verdaderos, pero algo previsibles teniendo en cuenta el personaje que visita una tarde de verano en su consultorio-casa a una terapueta: el mismísimo Dios.

Entre Ana -la terapeuta- y Dios, sucederá una sesión de terapia tras la que llegaremos a la conclusión de que la metáfora es contundente: hasta el Todopoderoso podría sufrir y transitar las mismas compejidades, neurosis, traumas y situaciones conflictivas que cualquiera de nosotros, que a veces nos sentimos Dios o la mismísima nada. Bueno, a El le pasa lo mismo, al revés. Pero la paradoja funciona a lo largo de una hora entretenida y llena de colores.

Como los del cielo del jardín de Ana en la cálida escenografía que incluye un jardín en el que hasta llueve. La puesta de Jelín tiene artificios que transportan al espectador a sensaciones y climas perfectamente creados para el ensueño, la intriga o la emoción más genuina. De repente, el cielo se llena de estrellas y esos dos seres -aunque uno sea Dios- se vuelven pequeños en la inmensidad del "cosmos" del que hablan.

La obra es buena pero no sería lo que es sin los dos actores que la protagonizan. Juan Leyrado es magnético y siempre contundente, juega los tonos de voz maravillosamente y puede ser el ser más omnipotente de todos o un niño que llora y está a punto de romperse en mil pedazos lleno de fragilidad, y le creemos siempre. Un actor enorme.

Thelma Biral está para el aplauso de pie. Impecable físicamente, con un manejo del cuerpo y las acciones envidiable; vuelve a demostrar -cómo si lo necesitara- la gran actriz que es. No en vano años de formación y tránsito por los escenarios le permiten ser pez en el agua. Emociona, cautiva y transmite cada sensación de esa mujer que lucha por haber tenido un hijio autista -Esteban Maturini, brillante, es una revelación- y encima se topa con un Dios al que -como todos- ha puteado más veces que alabado y en el que no creía.

Lia Jelin los ha dirigido con solvencia y estilo; y todos forman lo mejor que tiene el teatro: un equipo puesto al servicio de un texto para no solo mejorarlo sino para contarnos un cuento redondo, entretenido, cálido y con el mejor de los finales.

Rodrigo Lussich