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Riesgo de colapso

* Por Marcelo Zlotogwiazda. Mientras aquí muchos se preguntan por el dólar poselectoral y la mayoría tiene los ojos puestos en Grecia, la ONU está alertando sobre los riesgos de colapso del dólar y del sistema financiero global

Mientras en la Argentina muchos se preguntan qué va a pasar con el dólar después de las elecciones, en el mundo la mayor atención está focalizada sobre Grecia, un país que está atrapado por un formidable déficit fiscal, un déficit comercial no menos significativo, y una descomunal deuda externa. La tragedia es de tales proporciones que ha dado lugar a declaraciones de gente muy importante que son más propias de un drama teatral que de la política real: "No los obligaremos a vender la Acrópolis, pero sí todo lo que puedan privatizar", dijo, humillante, el ministro de Economía holandés, Jan Kees de Jage. "Si el dinero del rescate no llega antes de fin de julio tendremos que bajar la persiana y no podremos seguir pagando la deuda", fue la réplica en tono amenazador de su par griego Giorgos Papakonstantinou.

El presente griego es un déjà-vu de la Argentina de 2001. No sólo por el gigantesco déficit presupuestario, el rojo furioso en la balanza comercial, y una deuda imposible de afrontar, sino además por la analogía entre el atraso cambiario de la Convertibilidad y los problemas de competitividad que les provoca el euro. No es casual que haya tantos adeptos para que apliquen una solución "a la Argentina". En Grecia sobrevuela el fantasma del default y de un cambio monetario. Y eso genera pánico de colapso.

Pero si el combo compuesto por un exorbitante desequilibrio fiscal, un saldo negativo inmenso en comercio exterior, y una deuda monstruosa provoca esos temores acerca de Grecia, es lógico que también despierte miedo respecto de, nada menos, que los Estados Unidos, donde esas tres variables clave registran números proporcionalmente iguales o peores: el déficit comercial anual es de 500.000 millones de dólares, el fiscal supera el billón de dólares, y la deuda pública alcanza la astronómica cifra de 15 billones de dólares.

La alarma existe, y entre quienes la propagan se encuentran instituciones de primer orden. Mientras aquí muchos se preguntan por el dólar poselectoral y mientras la mayoría tiene los ojos puestos en Grecia, la Organización de las Naciones Unidas está alertando sobre los riesgos de colapso del dólar y del sistema financiero global. Literalmente. La semana pasada la ONU presentó la actualización de mitad de año del informe Situación Económica Mundial y Perspectivas 2011, y entre los cinco principales riesgos incluye "el posible colapso del dólar". En la presentación del documento, Rob Vos, director del Departamento de Economía y Asuntos Sociales de la institución, señaló: "No estamos diciendo que el colapso sea inminente, pero los factores se están articulando de modo tal que podemos llegar rápidamente a esa situación si otras cosas no mejoran en otros frentes, como el riesgo de que Estados Unidos no pueda cumplir con sus obligaciones".

El informe da cuenta de cómo se ha venido derrumbando el dólar si se lo mide en términos reales (es decir, tomando en cuenta las respectivas inflaciones) contra una canasta de las principales monedas: ahora está en el punto más bajo de los últimos treinta años, con una caída de casi el 40 por ciento respecto de enero de 2002. Se explica que "la tendencia de largo plazo a la baja del dólar está asociada con su rol como principal moneda de reserva, y con que el crecimiento desparejo exacerba los desbalances globales, y esos desbalances hacen que se acumule deuda estadounidense, ya que el patrón de crecimiento potencia el déficit comercial con la contrapartida de superávits en Alemania, Japón, China, otros países asiáticos y los exportadores de petróleo. Y esa enorme posición deudora de Estados Unidos presiona el dólar hacia la baja".

Los que minimizan el riesgo de colapso se apoyan en el hecho de que precisamente porque el mundo acepta al dólar como moneda de reserva, Estados Unidos puede permitirse los déficits y el consecuente endeudamiento. Lo que el documento de la ONU contraargumenta es que "las expectativas de mayores pérdidas en el valor de las reservas pueden disparar una crisis de confianza en la moneda de reserva que pondría en riesgo al sistema financiero global". El informe promueve "una profunda reforma en el sistema global de reserva para reducir la dependencia del dólar como principal moneda de reserva".

Con algo más de 3 billones de dólares (aumentaron en 200.000 millones en el primer trimestre de este año), China encabeza por lejos el ranking de reservas mundiales. Se sabe que algo más de un tercio está conformado por Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, a lo que hay que sumar una cifra desconocida de dólares en billete. Las reservas de Japón llegan al billón de dólares, Rusia anda por los 500.000 millones, y Brasil, India y Corea en alrededor de 300.000 millones cada uno. No es difícil imaginar lo que sucedería con el dólar si esos países se hicieran eco del consejo de la ONU y achicaran su tenencia de dólares.

La lógica indica que esa posibilidad se ve limitada por la interdependencia: una considerable caída adicional del dólar (ni hablar de un colapso) desvalorizaría a las reservas remanentes, y además afectaría al mundo entero. No obstante, hay que prestarles atención a declaraciones como las que, por ejemplo, hizo hace un par de semanas el presidente del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan: "Nuestras reservas en dólares son excesivas".

Este escenario internacional no puede quedar al margen de las especulaciones sobre lo que puede ocurrir con el tipo de cambio en la Argentina tras las elecciones. Porque si bien la inflación en dólares (precios que aumentan más que esa divisa) erosiona la competitividad de la economía, eso se ve atenuado por la inflación en dólares que hay en muchos países del mundo, que no es tan alta como aquí y que en casi todos lados se da por una directa caída de la cotización del dólar. El caso más cercano e importante es Brasil, donde una vez más el dólar cayó por debajo de 1,60 reales.

Menos de la mitad de lo que valía a fines de 2002.