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Productores dañados por la sequía

El importante perjuicio de la reciente sequía deberá dar lugar a crédito público y privado, así como a fuentes asociativas de capital.

Por sus manifestaciones, el gobierno nacional no parece haber asumido la importancia del daño infligido por la reciente sequía, principalmente a los productores de soja y de maíz, los dos principales cultivos que representan las tres cuartas partes de la producción de cereales y oleaginosas.

El fenómeno climático tuvo una duración breve, a lo largo de diciembre, enero y principios de febrero, pero resultó de una gran intensidad, con registros pluviales mínimos y en ocasiones inexistentes, en el marco de jornadas de intenso calor. Lo peor del caso ha sido la convergencia de este lapso con la etapa de floración de los cultivos y la formación del grano, factores determinantes de la magnitud de la cosecha.

Así las cosas, las pérdidas inicialmente estimadas respecto de una cosecha normal, en 15 millones de toneladas, se acercarían a 20 millones, una mitad para el maíz, proporcionalmente más dañado por sus menores siembras en relación con la soja, el cultivo más importante.

Viene al caso cuantificar la incidencia de la sequía en la economía de los productores, tomando como referencia su localización geográfica, el tamaño de las empresas rurales y su condición de arrendatarios de propietarios de los predios sembrados. Hay que destacar que aproximadamente la mitad de los 31 millones de hectáreas sembradas con cereales y oleaginosas tienen lugar en campos propios y la otra mitad en lotes arrendados.

Hemos tomado aquí para un ejemplo cultivos del norte de la provincia de Buenos Aires como el área de Junín, sede reciente de Expoagro. Para una soja de siembra temprana, de escala grande a mediana en campo propio, estimamos un beneficio de 335 dólares por hectárea y, de escala media a chica, de 276 dólares para la misma unidad. Teniendo en cuenta rendimientos normales, estos beneficios son desalentadores por representar la mitad de lo habitualmente esperado.

Un hueso duro de roer es el resultado de los cultivos en campos arrendados, por la importante incidencia del arrendamiento.

En escalas grandes a medianas, también de soja de siembra temprana, el quebranto resultaría de 183 dólares por hectárea y, en campos medianos a chicos, de 231 dólares. Para el maíz en campos propios, en escalas medianas a grandes, se estima un beneficio de 152 dólares por hectárea que se reduce a 74 dólares en las escalas medianas a chicas, beneficios ambos que resultarían el tercio de lo considerado normal. Nuevamente, en el caso de campos arrendados de maíz, mediano a grande, el quebranto suma 365 dólares por hectárea en tanto que para escalas medianas a chicas, resultaría de 452 dólares por la misma unidad.

De lo expuesto surge que la mitad de las hectáreas sembradas con soja y con maíz en campos propios, unos 10 millones, restando otros cultivos, estarán proporcionando magros beneficios, insuficientes para afrontar los costos de las muy próximas siembras de maíz y cebada, y de maíz y soja en la primavera, además de las siempre necesarias inversiones que ya se mostraron esquivas en Expoagro, al margen del brillante contexto de la gran muestra.

La otra mitad de las siembras, otros 10 millones de hectáreas, dejarán como saldo cuantiosos quebrantos que incidirán en mayor medida que lo señalado respecto de los cultivos en campos propios. A menudo, en una franca descapitalización.

Como consecuencia de lo señalado, surgirá la necesidad de buscar financiación para la próxima campaña agrícola, ya sea sobre la base del crédito bancario o también a formas asociativas con capital privado, entre los cuales convendrá contar con los pools de siembra tan denostados como útiles para lograr mayores cosechas.

En lo que respecta la formulación de un programa de crédito público se requiere como punto de partida el cabal reconocimiento de esa realidad.