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Para la Casa Rosada, el gran ganador de ayer es su método

* Por Carlos Pagni. El kirchnerismo comenzó a ver anoche el triunfo de la fórmula Lucía Corpacci-Dalmacio Mera para el gobierno de Catamarca como la confirmación gozosa de todas sus presunciones.

Sobre todo de la principal: con la muerte de Néstor Kirchner, los argentinos redescubrieron la calidad de su gobierno con una intensidad capaz de corregir la derrota de 2009 y de producir la victoria de Cristina Kirchner en octubre de este año.

Que Catamarca no pueda ser tomada como una reducción a escala del país, y que el radicalismo exhiba allí, al cabo de 20 años de ejercicio del poder, un desgaste muy ostensible, son, para el oficialismo, datos secundarios. Tampoco habría que detenerse en la ajustada diferencia que permitió la victoria. La lectura oficial es otra: así como el fracaso de 2009, en la misma provincia y con Corpacci y Mera como candidatos al Congreso, inauguró la declinación electoral de aquel año, el triunfo de ayer es la primicia de un renacimiento que desembocará en la reelección.

Más allá de que afirmar esa tesis sería tan irracional como negarla, Cristina Kirchner sacará de los resultados catamarqueños un conjunto de lecciones que regirán su conducta el resto del año. Esa nacionalización se verá favorecida por un factor principal: el oficialismo empezó a convencerse desde anoche de que en Catamarca comenzaron a validarse las virtudes de su método.

La primera regla que la Casa Rosada puso en práctica en Catamarca regirá en todos los distritos: se trata de reunir con discreción a la diáspora peronista bajo una misma oferta electoral. El gerente de esa estrategia es Juan Carlos Mazzón. Cristina Kirchner heredó a este meticuloso operador de su esposo, quien, a la vez, lo heredó de Carlos Menem. El ecumenismo de Mazzón no podría ser más adecuado para alcanzar el objetivo: reducir al peronismo disidente a su mínima expresión, para inducir a una gran polarización bipartidista.

En Catamarca esa táctica supuso premiar a antiguos aliados de Luis Barrionuevo, como Mera Figueroa, y acercar a la familia Saadi, esta vez a través de un primo de Ramón, Gustavo. Mazzón mantuvo tratativas con Barrionuevo, pero no consiguió integrarlo: el gastronómico postuló a su hermana Liliana.

El modelo seguido en Catamarca reprodujo el que el mismo Mazzón adoptó en Santa Fe, sumando a los principales colaboradores de Carlos Reutemann -Celia Arenas, Ricardo Spinozzi- a las listas del ecléctico Rafael Bielsa. Estas reconciliaciones suponen la suspensión de veleidades facciosas. Se notó en la campaña catamarqueña: allí no hubo setentismo, camporismo ni reformismo progre, sino peronismo de Perón.

La segunda innovación que el Gobierno introdujo ayer fue gestionar con personal más calificado el habitual tsunami de recursos con que los Kirchner seducen al electorado. No sólo el publicista Fernando Braga Menéndez tomó este año unas inesperadas vacaciones de montaña. También se radicó en la provincia Gustavo Fernández Russo, un ex radical del malhadado "grupo sushi" que ahora secunda a Juan Manuel Abal Medina en la Secretaría de Medios de Comunicación. La tecnología y el pragmatismo de estos "cristinistas" mejoraron las proverbiales chapucerías de Armando "Bombón" Mercado, el ex esposo de Alicia Kirchner. Aun cuando siguió recibiendo en su casa, como de costumbre, mercaderías procedentes de Buenos Aires, Mercado ingresó a un cono de sombras, como tantos otros compinches de Kirchner. Su clientelismo, además, debió dar un salto civilizatorio: esta vez repartió libros.

Sería un error suponer que la presencia de expertos en el arte de repartir con elegancia, como Braga o Fernández Russo, suspendió otras propensiones del kirchnerismo. Ministros como Florencio Randazzo y Alicia Kirchner rastrillaron el terreno durante meses. Y los gobernadores Luis Beder Herrera, José Alperovich y Jorge Capitanich invadieron la provincia como si se tratara de una guerra de liberación. Ese despliegue no debería confundir: los artífices nacionales del triunfo de ayer fueron Mazzón, Randazzo y Abal Medina. Los dos últimos anoche volaron a la provincia a rubricar su éxito electoral.

Estos movimientos son apenas curiosidades frente a la regla áurea que el kirchnerismo puso a prueba en Catamarca. La exhibición de Cristina Kirchner como sujeto electoral excluyente, como la estrella solitaria de la que reciben la luz los candidatos locales. La publicidad que, con tanta generosidad, se divulgó en los canales provinciales machacó con ese formato, que las encuestas vinieron a ratificar más tarde: en el Frente para la Victoria están convencidos de que la visita de la Presidenta, hace dos semanas, redundó en un repunte del 15%. La presentación tuvo el estilo de todas las epifanías presidenciales: un discurso más o menos emotivo atravesado de estadísticas sobre logros y promesas. El inventario fue tan amplio que incluyó obras públicas destinadas a otras provincias.

La atribución de la victoria a la performance de Cristina Kirchner reforzará la táctica de mantener a raya al PJ en homenaje a una composición frentista o "colectorista".

También convalidará la tesis de que la Presidenta no necesita de los aparatos provinciales para ganar las elecciones, que es la razón por la cual se autorizó el desdoblamiento del calendario en muchos distritos.

Hay un detalle que hace más convincentes estas tesis: Corpacci, la ganadora de ayer, es un producto de la escudería kirchnerista. Sobrina política de "Bombón" Mercado, la nueva gobernadora es hija de un viejo militante del PJ catamarqueño, pero ingresó a la política con el advenimiento de los Kirchner. Hasta ese momento se había dedicado a la infectología. Dalmacio Mera, en cambio, es un ejemplar del PJ clásico, a pesar de su juventud. Huérfano de padre desde pequeño, se formó al lado de su tío, el inolvidable Julio Mera Figueroa. No es la única planta de ese vivero: Juan Urtubey, su primo hermano y gobernador de Salta, también viene de esa escuela. Anoche festejaron juntos.

El triunfalismo que la victoria de Corpacci y Mera insuflaba desde anoche en el Gobierno impedirá advertir otros factores que están detrás del resultado de ayer. Uno muy evidente es la fatiga del radicalismo catamarqueño, que está en el poder desde 1991 y por tercera vez a las urnas con Brizuela del Moral. Además, la UCR dejó desguarnecido su principal bastión, la capital de la provincia, donde anoche perdió. Allí gobernó por dos períodos Ricardo Guzmán, un abogado de notable formación que, impedido de otra reelección, acompañó a Brizuela en la fórmula. En su reemplazo el radicalismo postuló a Luis Fadel, un concejal poco conocido, que satisfacía las exigencias del ex gobernador Oscar Castillo. No es la primera vez que los radicales privilegian el equilibrio de su interna en detrimento de una porción de poder.

Para la Casa Rosada la derrota radical tiene otro significado: con Brizuela perdió el vicepresidente Julio Cobos, y con Guzmán, Ernesto Sanz. El Gobierno quiere ver a Cobos y a Sanz fuera de carrera. Sobran los indicios de que prefiere a Ricardo Alfonsín como competidor del radicalismo en octubre.

De todos modos, estas peculiaridades son para el kirchnerismo minucias de café. Tampoco le interesa que en Catamarca no se despejen las grandes incógnitas de su futuro, que son el voto de la clase media urbana y del sector agropecuario.

Mucho menos se refiere a los grandes desafíos del año: Capital, Santa Fe, Córdoba, el interior de Buenos Aires. El resultado de ayer sirve a otro plan político. Será utilizado para reforzar la idea central de la campaña. Ese axioma no es que los comicios, en Catamarca, comenzaron a ganarse. Para el imaginario oficial, lo que se demostró ayer es otra cosa: que la elección de octubre ya está ganada.