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¿Mito o realidad? El caso María Amuchástegui, el gran flato que sigue sonando

Una nueva y meticulosa investigación reabrió la jaula a los leones sobre el supuesto percance sonoro de una estrella televisiva.

La famosa flatulencia de María Amuchástegui durante una transmisión televisiva en la década del '80. fue uno de los hechos que marcó la carrera de la profesora de gimnasia más famosa de la televisión argentina.

El periodista border Emilio Fernández Cicco era el indicado para desentrañar un rumor de gran arraigo popular y hasta diría tabú por lo que el tema implica. Con la soltura que lo caracteriza, no dudó en llegar hasta el intestino del caso y arrojar alguna nueva luz o sonido a una de las leyendas más perdurables de nuestras pampas.


Origen de la historia

La "memoria" popular señala que María Amuchástegui, conductora del programa "Buen día María" y la gimnasta más famosa del país por aquellos tiempos, sufrió un percance sonoro mientras realizaba ante cámaras uno de sus clásicos ejercicios físicos. El episodio habría ocurrido cuando el programa se emitía por Canal 11. Aquella mañana fatídica la emisión habría sido interrumpida bruscamente después de escucharse el ruido delator de la conductora que, inmediatamente, salió del aire avergonzada. Al regreso del corte y como frutilla del postre, el médico Eduardo Lorenzo (Borocotó) que era columnista de ese programa, habría abordado "la emisión de gases en el cuerpo humano" como tema del día.


Después de casi tres décadas el recuerdo sigue "intacto" en la imaginación de la gente y, si bien las opiniones se dividen en cuanto a la credibilidad del hecho, muchos siguen convencidos de que la flatulencia fue real. Basta leer los comentarios que dejan algunos cibernautas cuando ven una entrevista a Amuchástegui.

 

El detonante

El rumor, según cuenta Cicco, habría surgido del chusmerío entre dos empleados del canal, cuando uno le dijo al otro: "Me dijeron que se escuchó un ruido rarísimo en el programa de Amuchástegui mientras hacía gimnasia. ¿Habrá sido un...?"

Este dato lo obtuvo de una nota titulada "El increíble caso de lo que dicen que hizo María Amuchástegui", firmada por el periodista de espectáculos Jorge Omar Novoa y publicada en la revista La Semana (Nº 508 - 28/08/1986). La conclusión de Novoa era categórica al respecto: "Nada de esto ha sido cierto. Nada de esto ha pertenecido a la realidad. Y todo, absolutamente todo, configura un extrañísimo caso de creencia colectiva a partir de un hecho inexistente". Pero sumaba un condimento que luego jugó un rol clave en la expansión del mito.

Rebeldes sin causa

Novoa había puesto la mira sobre una humorada de los integrantes del programa "La Noticia Rebelde", y les endilgaba la responsabilidad de la estigmatización de la conductora. Los satíricos muchachos habrían aparecido en el programa, provistos de máscaras antigás en clara alusión al supuesto episodio. La propia María estaba al tanto de esto y así lo manifestó en dicha nota: "Me enteré hace más o menos un mes. Mis amigas comenzaron a llamarme. Al principio, no entendía lo que me decían. Ellas mismas se sentían como avergonzadas. Después me contaron que La Noticia Rebelde levantó el malentendido y el asunto creció. No sé por qué lo habrán hecho y quién habrá sido..."

Por mi parte, recurrí a la invalorable ayuda de una gran periodista amiga, Teresita Ferrari, quien formó parte del ciclo completo de La Noticia Rebelde (1986-1989). Ni bien le comenté que estaba por escribir sobre la supuesta flatulencia de Amuchástegui, de inmediato me respondió que "todo era un mito, una mentira y que eso nunca existió". También me confirmó que la parodia al aire de sus ex compañeros fue cierta pero agregó un nuevo dato que, tal vez, fuera el disparador de la leyenda. Según su información "el extraño ruidito" existió durante la grabación del programa de María. Pero no fue precisamente lo que luego trascendió sino que fue una broma pesada de los técnicos que sumaron un efecto de sonido durante los ejercicios y que molestó mucho a la gimnasta, pero eso nunca salió al aire y quedó como una anécdota interna del equipo de "Buen día María".

 

Un largo periplo

La investigación de Cicco sobre el caso es maravillosa y no ahorró esfuerzos por llegar al meollo de la cuestión. Con el afán de publicar un libro sobre el asunto, durante muchos años estuvo indagando con productores, técnicos, operarios, colaboradores, amistades, familiares y hasta la propia protagonista del supuesto incidente. Todos coincidían en que el hecho nunca existió y no fue más que un maldito rumor que terminó siendo la leyenda urbana argentina por excelencia.

Lo más significativo es que nunca pudo encontrar pruebas del hecho y a pesar de haber recurrido a los archivistas más importantes del país: Roberto Di Chiara, Raúl Portal y Diego Gvirtz. "Ninguno había visto nunca aquel video", señala Cicco y suma un dato que le proporcionó Portal: "Nosotros grabábamos al lado. Lo hablamos con ella y los chicos del canal. Ellos, que guardan cosas raras, juran que jamás existió. Es producto del odio y la envidia de la gente".

Esta falta de pruebas es coherente con lo que María afirmó en su momento y ratificó años después frente a Jorge Guinzburg: "Podrían haber inventado algo más veraz. Si hasta mis sobrinos se preguntan: pero cómo va a ser cierto si los programas son grabados, si no salen en vivo. Y claro, si el accidente hubiese ocurrido, no hubiera salido al aire. Figurate que cuando en la grabación se filtra algún ruido, el ruido de las luces de neón, se hace todo de nuevo. Lo mismo cuando hay una falla en la parte musical. Si hubiera sucedido, hubiéramos hecho lo mismo que hacemos cuando hay algo que no nos gusta: lo borramos y volvemos a grabar" [La Semana, Nº 508 - 28/08/1986].

 

La mosca en la leche

Al único testigo directo que Cicco pudo arrancarle una declaración afirmativa sobre el suceso fue al actor Aníbal Silveyra, quien por entonces "era uno de los gimnastas que replicaba los movimientos de Amuchástegui a sus espaldas en el programa".

 

Durante una charla telefónica, a regañadientes Silveyra le admitió: "El pedo se lo tiró. Yo estaba atrás. Y es tal cual como se dijo. Estábamos haciendo repeticiones de abdominales y se escuchó el ruido. Tal vez, si nadie hacía referencia a eso, hubiese pasado. Pero ella se puso de pie, y salió corriendo del estudio. Estaba escandalizada".

Este recuerdo o falsa memoria de Silveyra, no derrumba la falta de pruebas señalada. Si él realmente fue testigo de algo así, no necesariamente confirma que miles de televidentes lo hayan visto o escuchado. Si no salió al aire porque el programa iba grabado y ningún archivista televisivo lo tiene registrado, estamos frente a una leyenda urbana más que a un vox pópuli, vox Dei.

Psico-sociología del rumor Lo interesante es que este caso reúne una serie de características que se ajustan perfectamente a las que muy bien expuso el Prof. Jean-Noël Kapferer en su obra "Rumores. El medio de difusión más antiguo del mundo" (Plaza&Janes Editores, S.A., Barcelona, 1989; versión original: Rumeurs - le plus vieux média du monde, Ed. Du Seuil, París, 1987). Veamos, una de ellas es la dosis de realismo y verosimilitud de la información para "que parezca plausible a los que la escuchan" [p. 76 y 91]. Obsérvese que esta condición se enmarca en el caso de Amuchástegui puesto que, si en verdad le hubiese sucedido, no sería algo improbable y de hecho le ha ocurrido a otras personas frente a cámaras.

Psico-sociología del rumor

Lo interesante es que este caso reúne una serie de características que se ajustan perfectamente a las que muy bien expuso el Prof. Jean-Noël Kapferer en su obra "Rumores. El medio de difusión más antiguo del mundo" (Plaza&Janes Editores, S.A., Barcelona, 1989; versión original: Rumeurs - le plus vieux média du monde, Ed. Du Seuil, París, 1987).

Veamos, una de ellas es la dosis de realismo y verosimilitud de la información para "que parezca plausible a los que la escuchan" [p. 76 y 91]. Obsérvese que esta condición se enmarca en el caso de Amuchástegui puesto que, si en verdad le hubiese sucedido, no sería algo improbable y de hecho le ha ocurrido a otras personas frente a cámaras.

Kapferer también destaca la sensibilidad del momento y dice: "Lo que es aceptable hoy en día no lo era ayer y no lo será mañana" [p. 81]. Efectivamente, si esto ocurriera hoy, seguramente nadie se escandalizaría y pronto pasaría al olvido como un hecho gracioso o desafortunado. Ha ocurrido con algunas situaciones escatológicas en emisiones del programa "Gran Hermano" y no por eso se ha tejido un misterio al respecto o, a partir de ese momento, ha pasado a tomarse como punto de referencia para identificar al protagonista. Otro aspecto interesante es el que el autor denomina el poder de las pruebas y la exageración que acompañan al rumor: "El más mínimo hecho se convierte en un indicio, y el menor indicio constituye una prueba" [p. 113]. En el caso de Amuchástegui el "indicio confirmatorio" se habría dado por su supuesta desaparición de la pantalla televisiva argentina. Hecho que tampoco es real porque el ciclo continuó años después.

Por último, y como razón más importante sobre la credibilidad de un rumor, se encuentra la información deseable: "El rumor es una información que deseamos creer. A veces incluso el deseo de creer es tan poderoso que desplaza a los criterios habituales de realismo y lógica: ésta es el resultado del deseo de creer, y no al contrario" [p. 88]. Tampoco olvidemos que la información deseable es clave en los medios periodísticos. Siempre un acontecimiento no habitual es más noticia que uno corriente. Insistiendo sobre un hecho nunca demostrado y dejando un velo de sospecha sobre su posible existencia, es más atractivo y no hace más que mantener vivo un mito. No en vano Kapferer refiere, en su capítulo sobre 'Rumores y Estrellas', que "No es necesario que los chismes sean verídicos. En general preferimos una historia que nos procure placer a una verdad que no nos diga nada" [p. 186].

Así como espero que todas estas reflexiones no hayan sido al cohete, también deseo que, definitivamente, ese rumor sea elevado a la más alta categoría de LEYENDA URBANA ARGENTINA.