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Margarita y Margot

*Por Raúl Acosta. A fines del '60 los crecimientos exponenciales de la estudiantina trajeron una revuelta y otra y otra. Así como en la década del 40/50/60 la aparición del peronismo cambió el rostro del país, la década del 60/70 trajo una vehemente impronta juvenil.

"Siendo presidente", dijo Suárez, "visité Argentina durante la dictadura del general Videla y me reuní en el Club Español con los padres españoles de hijos desaparecidos e intenté colaborar con ellos. Todo lo que hice fue poco, pero era mi deber", terminó Suárez, "mi deber ante mi padre ausente que murió creyendo que su hijo era un fascista".

El texto, publicado en el diario El País, de España, pertenece a una reflexión de Miguel Roig, su autor. Rosarino. El título del artículo es una pregunta ¿Que fue de nosotros?

Las múltiples salidas a la "question" refieren, por tanto, a las veces que podemos hacernos la pregunta.

Que fue de aquellos que arrancamos la década del ’60 entusiasmados por nuestros representantes, pensando en una unidad de campo, ciudad, industrias, obreros calificados. Que fue de Frondizi y sus secretarios, ministros, gobernadores. La más importante cría de dirigentes. La más importante. Los que sobreviven aún descollan.

Que fue de aquellos que en la década del ‘60 creyeron, creímos, en la pastilla anticonceptiva que igualaba sexos y ganas, años de la Alianza para el Progreso, JQ en Brasil, JFK en yankilandia y el Ché y Fidel. Que fue de aquello. En estos días canta Zimermann en Viet Nam. Tiene razón: los tiempos fueron cambiando.

A fines del ’60 los crecimientos exponenciales de la estudiantina trajeron una revuelta y otra y otra. Así como en la década del 40/50/60 la aparición del peronismo cambió el rostro del país, la década del 60/70 trajo una vehemente impronta juvenil. La universidad enciclopedista abierta al pueblo (y la capacidad económica que lo permitió) aumentó largamente cualquier expectativa de cambio. Se creía que se podía. Vamos, que se podía. Un hombre nuevo, muchos ideales, la esperanza entera. Va todo de nuevo.

El choque del comienzo del 70 y su final, como década, pone a todos los que son gobierno, periodistas, capitalistas y líderes obreros, en posición de actores. Todos. Se han agregado, como protagonistas, en este siglo, los púberes del 80; pero aún resisten los primeros, resistimos.

Qué fue de aquellos acontecimientos del ’80. La guerra de Malvinas es demasiado fuerte. Ni que quieran tendrá olvido. El Juicio a las Juntas, con los militares con armas, dinero, capacidad de fuego y tropa no está suficientemente contado. Deberíamos hacernos cargos de distracciones y exageraciones. Hoy hay una nueva montaña. Un actor político del 2011 puede haber nacido mientras Argentina peleaba de modo desigual con los aliados de la OTAN y exigir: háganse cargo.

Que fue de aquellos ’90. Después de la democracia que curaba y sanaba, tras Alfonsín (padre) llegó Menem, el salariazo y la revolución productiva. Llegaron tantas cosas... Es indudable que la década del ’90 marcó la capacidad de olvido y reciclaje de los argentinos con acción pública. Nadie confiesa que Alfonsín y Menem, este último dos veces, fueron votados por la mitad de los argentinos. No se los recuerda así en los resúmenes apresurados, "guglianos", de la historia nacional. Leer a los analistas es un ejercicio de fantasía fenomenal. Todo fue malo y el radicalismo y el peronismo fueron excrecencias de Lucifer en ambos casos. Domingo Felipe Cavallo, aún con vida, es analizado por los ufistas. Parecería, allí una similitud con el análisis que en España hace Roig, que todos podemos ser un recién llegado que pregunta cuando diablos fue que Margarita se convirtió en Margot. El "yo no fui" es muy parecido al "yo recién llego". Es una forma, una técnica para escuchar la realidad, realidad que es de otro. En cuarenta minutos se marcha.

Donde dicha extrañeza se convierte en alarde es sobre el 2000/01. Alguien, de fuera del país, hizo las cosas que hizo con nosotros. Fuimos sodomizados por un ángel caído. No se si la popularidad de tantas películas de terror y fantasía científica, tanto culto al vampirismo, no esconde la respuesta: yo no fui, me lo hicieron, soy la víctima.

Hay muchos analistas que quieren alejarse del barro donde asientan sus pies. El viejo cascarrabias, Bertold, habla a su través. Son brechtianos para acusarnos, liberándose. No me miren los gestos, escuchen lo que digo. No soy yo quien habla, es la historia de los personajes la que habla por mi. Todo está indicado, seremos tragedia. Hay un relato esperándonos al final de la escalera.

Que fue de nosotros en el comienzo del siglo y como caímos en Fernando De la Rúa es algo que no podemos explicar, apenas disculparnos y sostener: yo no fui. Sabemos que es mentira. Fuimos nosotros. Nos igualamos con los vampiros que nos narran. Somos leyenda.
Que fue de "aquello" y su plural, que fue de aquellos, ahora como sustantivo múltiple, afectivo, cariñoso, nos permite la indulgencia y dormir, calmos, apoyados en la almohada. Ni hubo dólar, ni pesificación, ni cacerolas, ni nada. Ni siquiera China e India. Nada. Hoy arrancamos el ayer.
Me susurra el diablillo particular que enumere a los periodistas, a los intelectuales, a los que, después de muerto el perro cuentan que charlaban con la rabia, a quienes desde una flamígera nota anuncian a los buenos y los malos. Llevando, claro está, la pancarta de los buenos. Y a los dirigentes que integran la marcha de la primavera estudiantil (los que lo son, los que lo fueron antes...)

Messi nunca será Maradona, Maradona nunca será Pelé, Pelé nunca será Distéfano. Alfredo nunca será "el charro" Moreno y ninguno de ellos será mejor a quien, al anochecer, jugaba con nosotros en el baldío de la otra cuadra, que si no se hubiese dedicado al vino tinto... Somos un retruécano del nunca acabar.

Adolfo Suárez, hijo de un republicano que combatió al franquismo activamente, memora a su padre cuando recuerda. Y es el quien llevó adelante una transición, sobre los fines del ’70, que actualizó a España después de 1936 y sus consecuencias.

Deberíamos, sin llantos y sin índices, preguntarnos que fue de nosotros, que somos hoy para saber que seremos mañana.

Es atinada la cita de Sennet en el artículo inspirador; ya no hay certeza en el destino laboral y se sabe: nadie se jubilará, 30 años después, en su mismo sitio de trabajo. El alma va en pena dentro del "capitalismo flexible". Podríamos agregar la de Rosanvallon: la seguridad la da el final arbitrario. El ideal democrático no tiene rival en el mundo ¿Cual democracia? Preguntar encierra la desconfianza por la definición de democracia. Quita la desconfianza la fortaleza, la fortaleza es intrínsecamente arbitraria. La seguridad, en las sociedades, la da el arbitrio. Es curioso. Los relatores de "la" democracia (hoy nuestros jueces) nunca cuentan que fue de ellos, ni siquiera que fue de nosotros, piden, denuncian, trabajan sobre el: "che, que fue de ustedes, los malos..."

Dice Roig: "Nosotros, también de manera lamentable, parece que estamos obligados a olvidarnos de lo que fuimos para poder seguir siendo alguien. ¿Qué fue, entonces, de nosotros?".