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Los 80 años de Julio Ricardo: lee a Hannah Arendt, reivindica la idea de Fútbol para Todos y sigue sintiéndose maestro de escuela

Mi amigo cumple 80 años. Entonces le regalo esta nota, que no tiene ningún rigor periodístico. Pero que está cargada de amor fraternal.

Por Julio Lagos, Infoabe

El tipo mantiene su pinta, conserva su porte. Dos señoras lo observan desde una mesa vecina. Una de ellas se decide y le dice:

-Señor Julio Ricardo, lo vimos y lo gugleamos en el teléfono... Leímos que cumple años... ¿80, no?... Lo felicito, se lo ve muy bien...

Con su sonrisa gardeliana, se levanta, se acerca a su admiradora y, fiel a su estilo, le besa la mano.

Un Julio Ricardo químicamente puro, que se mueve a sus anchas en el bar Tolón de Santa Fe y Coronel Díaz.

Es amigo mío desde hace 58 años, cuando ambos empezamos a colaborar en Polémica en el fútbol, con Carlos Fontanarrosa.

Necesito hacer una aclaración: lo que sigue tiene la apariencia de una crónica. Pero en realidad es un mimo, una caricia. Es un regalo de cumpleaños para mi amigo que -como bien dijo su admiradora- hoy llega a los 80 años. Si el lector deja de lado su lógica exigencia de rigor periodístico, lo invito a que siga leyendo.
Julio Ricardo me sorprende de entrada:

-Una de las pocas veces que lloré en mi vida fue en 1982, en Bandeira, en Pontevedra, camino a Santiago de Compostela. Yo había ido a transmitir el Mundial de España y me hice una escapada al pueblo de mi abuelo José. ¡Era un personaje extraordinario!... Llegó a la Argentina a los 4 o 5 años y nunca olvidó su tierra natal. Se dedicó a fundar escuelas allá, desde aquí. Él, que era prácticamente analfabeto, decía que lo único importante era la educación. Y contribuyó durante años para que aquella aldea tuviese aulas y un centro cultural. Cuando yo llegué, fui a esa escuela y vi la placa con el nombre de mi abuelo, que él jamás vio porque nunca había regresado a Galicia.

Julio Ricardo López Batista nació el 13 de enero de 1939 y desde muy chiquito vivió en el pasaje La nave, del barrio de Caballito, cerca del taller de los subtes y de la iglesia de Santa Julia. Su papá, José López Pájaro, fue un periodista de fecunda trayectoria, lo mismo que sus tíos:

-Papá dirigió la revista La Cancha, que durante muchos años compitió con El Gráfico. También hizo Los hinchas, un programa de radio que fue popularísimo, junto a Borocotó, Félix Daniel Frascara y Antonio David Guerra. Y luego fundó una organización de transmisiones deportivas que se llamó Cóndor, voces y oídos del deporte. Organizó el Círculo de Periodistas Deportivos y creó la Escuela, que lleva su nombre. Su hermano Oscar, que fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Locutores, fue jefe del informativo de Radio El Mundo, y después formó parte del grupo que compró Radio Libertad, junto a Romay, Rufino y Gerola. Y otro tío mío, José, fue director del diario La Mañana de Mar del Plata. Ellos tres influyeron muchísimo en mí, porque en mi casa había un ambiente de diversidad intelectual que me marcó para siempre. Yo le agradezco a los tres, fundamentalmente a mi papá, por haberme comprometido de chico con la lectura.

Ya en su adolescencia, Julio supo qué camino quería seguir:

-Me gustaba mucho la filosofía, pero por sobre todo quería ser maestro. Maestro de escuela, no profesor. Maestro de escuela laica, gratuita y obligatoria, como esa a la que yo iba, en Cachimayo y Pedro Goyena.

Y Julio se recibió de maestro en el Normal Mariano Acosta, a los 17 años:

-A los 18 empecé a trabajar, haciendo suplencias. Durante tres o cuatro años, estuve en montones de escuelas. Y cuando cumplí 22 años me nombraron titular en la escuela de Puán 360, donde fui maestro de quinto y sexto grado durante seis años.

El maestro de grado era, al mismo tiempo, un periodista deportivo de promisoria carrera. Había empezado en el diario Noticias Gráficas a los 17 años:

-Mi primera crónica fue un partido entre Sacachispas y Deportivo Riestra. Pasé la información desde un teléfono público que estaba en Lacarra y Barros Pazos. Y al poco tiempo empecé a colaborar en las transmisiones de Radio Porteña, con un relator que se llamaba Héctor de Thomas, y que trabajaba con el seudónimo de "Crack". Yo daba la información de los goles de otros partidos y salía al aire diciendo "¡Atento Crack!"...

No pasó mucho tiempo, y esas apariciones secundarias dejaron lugar a responsabilidades mayores: Radio Splendid, junto al relator Alfredo Curcu, y el Noticiero Deportivo del Canal 13:

-En 1966 me tocó viajar a Inglaterra, para transmitir el Mundial. Allí me sorprendió que en Londres lo más importante no era el fútbol, sino un conjunto musical que aparecía por todas partes: Los Beatles. Su música se escuchaba permanentemente, todos los chicos tenía el pelo cortado con el flequillo de Los Beatles, era una locura total... A tal punto que aproveché que Brasil y Portugal tenían que jugar en Liverpool y me fui un par de días antes para conocer la ciudad del conjunto que arrasaba y que era más noticia que el propio Mundial... Al regresar a la Argentina, otra vez en la escuela, el maestro de grado invitó a un grupo de alumnos a ver Yeah, yeah, yeah (Anochecer de un día agitado) en el cine Rivera Indarte.

Recuerda, y cuenta un sorprendente detalle:

-Uno de los alumnos era un pibe al que le gustaba mucho la música, Nito Mestre... Nunca me voy a olvidar su cara, cuando salimos del cine... "¡¡¡Maestro, esto es genial!!!", me dijo. Y desde ese día, los autoricé a poner música de Los Beatles en los recreos... Poco después, Nito armó un conjunto con otro chico que también era de Caballito... El amigo era Charly García y el grupo se llamó Sui Generis...

Su primer auto, conseguido en canje, fue un Renault Dauphine:

-Si bien el colegio me quedaba a pocas cuadras de casa, me encontré con el problema de que el horario de la escuela terminaba a las doce del mediodía, pero yo ya estaba en el Noticiero del 13, que empezaba a la una... Así que me iba con el auto por Directorio, seguía por San Juan y llegaba al canal a las 12 y media...

Finalmente, tuvo que dejar de trabajar en la escuela:

-Pero nunca me pude sacar el maestro de encima... Lo más importante de mi vida es la enseñanza, yo me sigo sintiendo un maestro de grado.

Ya definitivamente dedicado al periodismo, Julio Ricardo compartió una fecunda etapa junto a Luis Elías Sojit, uno de los personajes más relevantes de las transmisiones deportivas:

-Sojit vivía en Brasil, adonde estaba exiliado luego de la caída de Perón en 1955. Mi papá, que no sólo no era peronista sino que te diría que estaba en la vereda de enfrente, movió cielo y tierra para traerlo de vuelta a la Argentina. Y lo logró. De esa manera, Luis Elías pudo volver a trabajar. Ahí fue que lo acompañé en las transmisiones de fútbol, en las que él relataba y yo era comentarista. Eso era para Radio Porteña. Y en 1961, con él, viajé por primera vez a Europa, cubriendo la gira de la Selección Argentina de fútbol que se preparaba para el Mundial de 1962 en Chile.

Fue junto a Luis Elías Sojit que Julio vivió una de las experiencias más terribles de su vida:

-Sojit era un especialista en las transmisiones de carreras de autos, las clásicas competencias de Turismo Carretera que recorrían todo el país. Y uno de los atractivos era el avión, que sobrevolaba el recorrido de los autos, con un relator que comentaba desde el aire. Un día le pedí a Sojit que me dejara hacer ese trabajo. "¿Te animás?", me preguntó. Le dije que sí y desde entonces transmití desde el avión. Un día se corrió La Vuelta de Olavarría, la localidad de los hermanos Emiliozzi. En esa época, la rivalidad deportiva entre ellos y los hermanos Gálvez era apasionante. Era el domingo 3 de marzo de 1963. El día anterior había llovido mucho, y los caminos eran de tierra. Nosotros con el avión siempre seguíamos al puntero, que habitualmente era Juan Gálvez. Estabamos acostumbrados a verlo manejar con absoluta prolijidad, sin tener jamás un despiste ni un derrape. Ese día, como de costumbre, Juan iba puntero, a la altura del Camino de los Chilenos. Yo iba narrando, cuando de repente veo que el auto de Juan Gálvez sigue de largo en una curva. Seguí relatando y contando algo increíble: Juan Gálvez chocó contra un terraplén y su auto empezó a dar vueltas en el aire. Una, dos, tres, vueltas... ¡Yo lo estaba viendo y narrando!... Y entonces dije: Luis Elías, el auto de Juan Galvez quedó dado vuelta en la ruta... ¡¡¡Yo salgo ahora mismo de la transmisión!!!...

Y efectivamente, Julio Ricardo cortó el contacto con Sojit y el avión descendió de inmediato, cerca del lugar del accidente. El avión, un pequeño Cesna 102, no tuvo dificultad en aterrizar a un costado del camino:

-Salimos corriendo hacia donde estaba el auto de Gálvez... Su acompañante, Raúl Cotet estaba ileso... Pero Juan no... Sacamos los equipos de transmisión que ocupaban casi todo el espacio del avión, subimos el cuerpo de Juan y el piloto lo llevó a la ciudad... Nosotros nos quedamos junto al auto volcado, hasta que después nos fueron a buscar. Lo único que rescaté fue el casco. Me lo quisieron comprar, me ofrecieron fortunas. Tiempo después se lo di a Cotet, quien me contó que Juan Gálvez, tan prudente en todo, no usaba el cinturón de seguridad porque una vez había presenciado la muerte de un piloto que murió quemado porque no había podido desatarse...

En lo estrictamente futbolero, Julio hace nombres:

-He visto grandes jugadores: Beto Alonso, Pelé, J.J. López... El mejor del mundo, sin dudas, es Messi... Aunque para hablar de fútbol hay que sacarlo a Diego, es aparte... Maradona es el más grande de todos los tiempos.

Otro nombre propio le trajo un dolor de cabeza:

-¿Qué sentiste cuando en las redes sociales se burlaron de vos, porque confundiste el apellido de Teo Gutiérrez?

-Me lastimó. Las redes, los posteos que se escudan en el anonimato, pueden ser bestiales, no tienen límites. Pero lo que me dolió fue que algunos colegas, no la gente, se hayan encargado de burlarse y de ponerlo de manifiesto. Cuando nosotros empezamos a trabajar nos enseñaron que no hay que hacer periodismo sobre los periodistas, eso era una consigna, una orden espiritual, casi religiosa. Entre nosotros, tomando un café hablábamos de todo, pero al aire o en una nota escrita, no se aceptaba criticar a un colega.

Julio Ricardo nunca ocultó su simpatía con el peronismo:

-Sigo teniendo un compromiso personal con un mundo político y con un universo intelectual que a mí me importa, pero traté de no hacer ostentación de eso nunca. No sé si alguien dejó de trabajar conmigo porque pensaba distinto a mí, pero yo siempre respeté a los que opinaban diferente.

Durante el gobierno de Carlos Menem, en 1990, Julio Ricardo fue interventor en ATC, hoy Canal 7:

-Fue un período breve, cinco o seis meses. Y renuncié.

-¿Por qué renunciaste?

-Mi proyecto personal era que los canales tenían que ser difusores culturales. Y la política oficial era la venta de los canales. El tramo en el que yo estuve, durante ese tiempo, le fue muy bien al Canal, llegó a fin de año sin perder más plata. Pero la política general caminaba en otro sentido.

-¿Volverías a aceptar un cargo oficial, aconsejarías a alguien que lo hiciese?

-Si está convencido y tiene los caminos para lograrlo, sí. De lo contrario, no. Es una tarea de enorme responsabilidad, soñar con la comunicación, con la cultura... Y el desgaste puede ser muy grande. De esa experiencia rescato que cuando terminó ese breve período, para el cual había pedido una licencia, volví a trabajar en los programas del Canal, el noticiero por ejemplo, como uno más de los compañeros, que me trataron con el cariño, el afecto y la amistad de siempre.

Poca gente recuerda que Julio también fue relator:

-Sí, al menos en dos oportunidades. En un caso, yo relataba y Fernando Niembro fue el comentarista. Y otra vez en 1978, en Canal 9, cuando fui relator y Osvaldo Ardizzone hizo los comentarios.

Pero por supuesto, su perfil más conocido es el de comentarista, al lado de los más grandes narradores del radiodeporte en Argentina. Por eso le pedí que definiera a los más famosos: José María Muñoz y Víctor Hugo Morales.

-José María tenía una tribuna en la garganta, una voz que nació para el fútbol. Y Víctor Hugo Morales es el Maradona de los relatores de fútbol.

-¿Y tu compañero en la televisión, Marcelo Araujo?

-Marcelo es uno de los éxitos más grandes de la comunicación. Hasta el año 90 se bajaba el volumen del televisor y se ponía la radio. Marcelo logró que la gente escuchara el relato de la televisión y no prendiera la radio para acompañar la imagen.

Esta referencia me abre el camino para preguntarle por Fútbol para todos:

-Yo creo que el fútbol es un fenómeno de la cultura. Hace 10 años había mucha gente que no podía ver fútbol porque no tenía cable. Fútbol para todos para mí es Cultura para todos. Era una buena oportunidad. Así que me gustaba trabajar para esa idea, que yo no la había generado. Me fui cuando se fue Marcelo, que era el director periodístico. Por solidaridad con él, también me fui.

-¿Creés que la investigación que se está haciendo sobre los fondos asignados a la producción puede tener consecuencias personales para vos?

-Si bien sigo coincidiendo con la idea, administrativamente no me perjudica. Yo era un contratado.

-¿Y te gustaría que hoy te contrataran para comentar partidos de fútbol en un canal?

-Sí, pero más me gustaría hacer un programa donde podamos encontrar distintas opiniones, diferentes vertientes, no para discutir y pelear sino para
fundamentar...

-Hoy en la tele lo que más se hace es discutir y pelear...

-Sí, en la tele y en la cancha también. Me he pasado la vida viendo la conducta de los plateístas, que en teoría pertenecen a sectores más favorecidos, y que pierden el control y le dicen barbaridades al árbitro, a los rivales, a sus jugadores, a los periodistas de la cabina... Te repito, creo que el deporte es un elemento fundamental de la cultura y debe servir para educar, para acostumbrar a los chicos a vivir en comunidad. Para que el otro no sea un enemigo al que hay que destruir... Es un adversario con el que yo voy a disfrutar el tiempo que me está regalando... Mirá, de grande estoy tratando de aprender a entender al otro, a entender el bien y el mal... y que en realidad esa diferencia es muy fluída. Soy un enamorado de Hannah Arendt, que me enseñó y me hizo reflexionar, se es bueno en un sentido y se es malo en otro. Y al revés. No hay nadie absolutamente malo o absolutamente bueno.

Ex fumador ("dejé el cigarrillo hace 40 años"), admirador de Woody Allen, cree que la transición política española es un modelo a seguir:

-España era el patio trasero de Europa y pasó a ser el primer ejemplo de estado de bienestar... Pensá que ellos tuvieron la guerra civil... Y después de Franco, la izquierda, con Santiago Carrillo y La Pasionaria, entendió que debía moverse un poco al centro. Y la derecha, con Fraga Iribarne y Adolfo Suárez, se dio cuenta de lo mismo... Y así pudieron convivir y cambiar la Constitución... Eso se lo deben a la política, pero a la gran política...

Ahora, desde la altura de sus 80 años, Julio Ricardo opina que se ha instalado la "gerontofobia":

-Es una palabra creada por mi hermano periodístico Ernesto Cherquis Bialo... Y se nota mucho en la televisión... Me parece que habría que darle más espacio a las personas mayores, aunque más no sea para acompañar a los jóvenes. No hay que desperdiciar la experiencia, que es muy cara porque requiere mucho tiempo...

Salimos del Tolón. Un matrimonio joven pasa a nuestro lado y lo saluda, y un señor con acento cordobés se acerca y al darle la mano le dice:

-Usted es un caballero, don Julio...

Cuando le pregunto si disfruta de este reconocimiento, me contesta casi con vergüenza:

-Creo que hay mucha gente muy generosa... Recibo una respuesta afectosa y cálida, que me gusta.

El joven maestro del barrio de Caballito, el cronista del avión de Sojit, cumple 80 años.

Sus amigos estamos de fiesta.