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Lo que se viene para 2012

* Por Guillermo Laborda. Tras las elecciones primarias, la incertidumbre en mercados dejó de ser el resultado del 23 de octubre y pasó a ser lo que hará Cristina de Kirchner a partir del 10 de diciembre.

El proyecto de Presupuesto 2012 que enviará el Gobierno el 15 de septiembre responderá en parte diminuta ese interrogante. Trascendió que el Gobierno trabaja con una estimación de crecimiento del 4,7%, una inflación del 9% -un clásico de la administración kirchnerista- y un dólar promedio, bajo por cierto, de 4,35 pesos. En el proyecto, no se pedirá autorización para la emisión de nuevos bonos, lo que está en línea con el discurso oficial contra el «virus de la deuda» que sacude hoy a Europa. Ortodoxia pura. Igual, no significa que, después del 10 de diciembre, en los debates en comisión, o durante el año próximo, se solicite la luz verde para lanzamientos de bonos. Vence el último pago del Boden 2012 surgido de la crisis de 2001 y el cupón PBI, el obsequio de Roberto Lavagna al mercado (lo incluyó en el canje de la deuda de 2005 sin que incidiera en el grado de aceptación a la oferta a bonistas).

Una preocupación hoy en lo económico pasa por el achicamiento del superávit comercial por las importaciones de energía. Concretamente, los u$s 6.000 millones que se compran al exterior se carcomen la mitad del saldo positivo de comercio. Ese achicamiento tiene su inmediato correlato en los números fiscales. «Nada es urgente, todo es manejable», señalan fuentes oficiales.

Tarifas

El camino para efectuar posibles ajustes por el lado de las tarifas puede recorrerse en dos años. Por el lado de la mayor oferta de energía, el sendero es más largo, de tres años. Demasiado. El menú está a la vista. Deberá elegirse la opción y la velocidad que se imprimirá a las correcciones. Lo que está claro es que, dentro de la filosofía oficial, no hay alternativa a los saltos bruscos, aunque las cuentas lo requieran.

La otra preocupación es obvia: la crisis internacional. En ese sentido predomina cierto pesimismo sobre lo que pueda suceder en Europa y la caída en la actividad mundial. Y esas dos preocupaciones están emparentadas. El debilitamiento de las cuentas públicas por los costos de los subsidios energéticos quita margen para enfrentar esa eventual recesión mundial con medidas como mejoras en la Asignación Universal por Hijo.

¿Y el dólar? El Gobierno es partidario de ajustes en dosis homeopáticas. Las decisiones se toman en función de lo que sucede con el tipo de cambio en Brasil. En ese sentido, los cálculos oficiales contemplan que una devaluación de hasta un 12% en Brasil no tendría mayor impacto en la plaza local. Pero igual se la acompañaría.

Sobre lo que no hay señales ni las habrá hasta después del 23 de octubre es sobre el eventual nuevo gabinete. Postulantes sobran, pero, tal como se decidieron las candidaturas a elecciones y hasta la fórmula presidencial, todo se hará a último momento. Guillermo Moreno comentó en reiteradas ocasiones el «fin de un ciclo» en la Secretaría de Comercio Interior, pero por ahora, nadie recibió instrucciones, comentarios y ni siquiera pistas para futuros destinos. Nada de ello figura hoy entre los temas de agenda presidencial.