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Lo que no se vio del rescate de los 33 mineros

Esos hombres son, sin duda, la clara muestra de que los milagros no sólo existen, sino que pueden producirse cuando y dónde menos lo esperamos. De este modo se manifiestalo imposible haciéndose realidad y desdibujando las caras pálidas para fortalecer las ánimas de los desanimados.

Setenta días bajo tierra, bajo 622 metros bajo tierra. Así fue como permanecían estos 33 hombres chilenos trabajadores de las minas de Copiapó, que quedaron sepultados el pasado 5 de agosto en la que fue denominada mina San José.

La operación de rescate, sumamente planeada y cuidadosamente concebida, contó con rescatistas de la armada chilena y aspirantes, como Roberto Ríos. Que relataba que: “Era un clima hostil, con barro. Nos comentaban que la mina estaba viva y que se escuchaban detonaciones”.

Emitida por medios de todo el mundo a millones de personas expectantes y alertas, la Operación San Lorenzo, contó con seis rescatistas que podían bien convertirse en héroes o, asimismo, en protagonistas de una nueva tragedia dentro de la anterior.

Sin embargo el orgullo les embebe las palabras y de esa manera, Manuel Gonzalez nos relata que: “Siempre fui pensando y mirando para ver si había algún tipo de anomalía en el trayecto”. “Cuando llegué abajo empezaron a gritar ´¡¡ahí viene el marino!!, ¡¡ahí viene el marino!!´. Conversé un buen rato con Luis Urzúa, el jefe de turno. Era un tipo muy pausado, transmitía seguridad. Se notaba que era un líder nato”, agregó Gonzalez repleto de entusiasmo por su cometido y vivencia. Vivencia que, entre otras cosas, encierra el haber estado en un ambiente hiper reducido, a 40º de temperatura y una humedad de casi el 100%.

Por su parte, Edison Peña y Jimmy Sánchez eran los mineros más jóvenes e inexpertos, por lo que, la experiencia les estaba causando un mayor estrés. “Sánchez tiene a penas 19 años, es un adolescente que ni siquiera podía ente de lo que estaba sucediendo, el trauma que esta situación puede generar en una mente que aun no está del todo formada es mucho más grande de lo que muchos se imaginan”, relató Hernán Pierro, psicólogo especialista.

“Florencio Avalos era la prueba de fuego para nosotros. Si llegaba bien arriba, nos íbamos por un tubo”, declaró el hombre de enviado por el presidente Sebastián Piñera a la mina.

A penas se asomaba la medianoche cuando, el primer trabajador fue subido en la cápsula y comenzó con el rescate. En las afueras de la mina, mientras se aguardaba por el arribar de los trabajadores a la superficie, Byron, de 7 años, lloraba desconsoladamente en la espera de ver a Carlos, su papá, con vida, sano y salvo.

La alegría del comienzo del salvataje estaba permanentemente entremezclada con el temor, la incertidumbre, las ansias y la desesperación. Las familias y los allegados de los 33 mineros que por más de dos meses permanecieron hambrientos y sin lo indispensable bajo la tierra, sufrían un shock indescriptible. Tanto es así, que las lágrimas no fueron las únicas protagonistas. Hubo desmayos, descomposturas, quiebres emocionales muy fuertes y desesperanzados varios.

No obstante los medios reflejaban la cápsula vestida de los colores de la bandera del país andino y las caras de espera y felicidad.

“Cuando hicieron los sondajes, ellos escuchaban a lo lejos. Y cuando los dejaban de oír, por un cambio de martillo o cualquier otra cosa, sentían una angustia tremenda, decían ‘nos dejaron abandonados’. Me ponía en el lugar de ellos y debe haber sido terrible”, descansó Ríos.

Por su parte Patricio Roblero, relató que los mineros estaban intrigadísimos por la experiencia de los hombres en Irak, ya que, la mayoría de los rescatistas, había actuado en aquella zona de guerra. “Les conté que había trabajado en la Zona Roja de Bagdad, la más peligrosa,
atendiendo heridos. Me preguntaron si volvería a Irak y les respondí que sí, que ese era mi trabajo, era lo que sabía hacer bien. Algunos de los mineros me comentaron que, por la misma razón, volverían a trabajar en la minería”, aseguró Roblero.