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Ley antitabaco en la Ciudad

La salud de los porteños, garantizada por la extensión de la norma que impide fumar en todos los espacios públicos cerrados

Se hizo esperar un poco, pero finalmente llegó. Desde mediados de diciembre y por decisión de la Legislatura porteña está prohibido fumar en todos los espacios cerrados de acceso público, tanto estatales como privados (cines, teatros, bares, restaurantes, salas de recreación como los bingos, confiterías y cafés) para "proteger a la población de los efectos nocivos del humo del tabaco ambiental, prevenir en el inicio del consumo de cigarrillos, restarle socialización al uso y disminuir el consumo de fumadores".

En realidad, se trata de una modificación de la ley de control de tabaco ya existente, que ahora, de esta forma, puede garantizar la protección de la salud pública de todos los que residen, trabajan o transitan por la ciudad, y hace que Buenos Aires se sitúe a la par de las grandes ciudades del mundo en políticas de control de tabaco.

La importancia de la medida es enorme. En principio, por la posibilidad de ser imitada, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, donde varias veces fracasó la idea de hacer extensiva la prohibición de fumar en lugares públicos o privados cerrados por la fuerte oposición de las cámaras comerciales. Pero también refuerza el tratamiento por parte de Diputados de la ley nacional de control de tabaco, que ya tiene media sanción en el Senado. Sería deseable que otras salas de juego, que no están dentro del ámbito del gobierno porteño, se acojan también a esta norma.

Aunque decisiones como ésta provocan reclamos numerosos por parte de quienes se ven afectados directamente (los fumadores activos, en primer lugar, y los comerciantes, en segundo), lo cierto es que son las únicas medidas eficaces para lograr enfrentar el tabaquismo, ya que desnaturalizan el consumo social del tabaco -muchos jóvenes han sido al comienzo fumadores "sociales" para superar problemas de timidez y de integración en su grupo-, no presentan dudas para su aplicación y ofrecen protección a todos los trabajadores frente a la exposición al humo de tabaco ajeno, que los enferma y puede llegar a matarlos.

Ahora bien, es evidente que, en tanto los fumadores activos y la sociedad en general no comprendan hasta qué punto están dañando su propia salud y la del resto de la comunidad, no podrán elegir a conciencia no perjudicarse más.

Como hemos insistido ya desde estas columnas, elEl tabaquismo es nocivo para todos y en ello deben hacer hincapié todas las campañas públicas continuamente. La educación, en este punto, vendrá, como siempre, a solucionar todos los problemas.