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La libertad de todos o de unos pocos

Un amigo de muchos años se arrima a la mesa y como quien no quiere la cosa tira: "¿Che, lo de Clarín y la falta de libertad de expresión es verdad o puro chamuyo?". La discusión se instala y entre vino y vino, a la espera de unos riquísimos chorizos, hay opiniones de todo tipo.

Por suerte, esta es una apreciación totalmente personal, la mayoría de los comensales comprende que es parte de la victimización de un grupo editorial que todo lo mide en términos de negocios o espacios de poder.

Muchos preguntan cosas puntuales y ponen ejemplos como el de Chávez y su "polémico" premio en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social.

Pero la discusión es sobre cuánta libertad de prensa o de expresión existe en el país. Y desde distintos sectores, ninguno de ellos vinculados al sector de las comunicaciones, tipos comunes, laburantes, profesionales, comerciantes, docentes, arriban a la conclusión de que no hay tal falta de libertad como Clarín y sus socios mediáticos se han lanzado con todo a hacer rodar desde el fin de semana pasado.

Ellos mismos, platenses, cuarentones, de buen pasar, arriban a esa conclusión ya a la hora de la ensalada de frutas y con un costillar en el recuerdo.

Y, sin saberlo, originan estas líneas.

Jamás, en toda la amplia e intrincada historia argentina, ha existido la libertad de expresión que existe por estos tiempos, graficada no sólo en la cantidad de medios de comunicación vigentes, sino también por la pertenencia ideológica de esos titulares. Y éste sea acaso uno de los pilares para entender el momento comunicacional por el que atraviesa el país.

¿Cuántos canales de noticias maneja la prensa opositora y cuántos están en manos del Gobierno? ¿Cuántas poderosas armas informativas están a disposición de los que dicen ser independientes (y obviamente no lo son) y cuántas pueden ponerse la camiseta del Estado en manos de su gobierno?

La goleada es tan categoríca como antojadiza la idea de que no hay dónde decir lo que cada uno quiera decir.

Claro está, si es contra el gobierno de turno. Porque si es a favor, enseguida empezará la desacreditación y el ninguneo. Como le pasó a Florencia Peña, Pablo Echarri o Andrea del Boca.
La enorme desesperación de los que antes fijaban agenda y tomaban decisiones en pos de su propio beneficio y que ahora han perdido esa posibilidad, los ha llevado a hablar de ataque a la libertad de expresión. Lo notable es que lo dicen todo el tiempo en cuanto medio tienen a disposición. ¿Entonces?

¿No fue acaso el escenario dominante en las últimas jornadas que en todos lados se hablara de la presunta falta de libertad de expresión? ¿Y cómo hicieron para expresarlo si hay un plan orquestado para evitarlo?

Es una maniobra de poco sustento. Además, pululan los medios electrónicos en donde se trata de todo lo malo que uno pueda imaginar a la mismísima presidenta de la Nación. ¿No hay censura para eso y sí para otras cosas. Se cae por su propio peso.

Mientras tanto, hay que disfrutar la libertad que algunos insisten con manchar como sea.