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La ley de Murphy en Comercio Interior

Puede decirse de Guillermo Moreno que "nunca deja de fracasar cuando puede fracasar". Sus estrategias para contener los precios no beneficiaron ni a las exportaciones ni al consumo interno.

Si se aplicase la ley de Murphy al secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno, podría decirse de él que "nunca deja de fracasar cuando puede fracasar". Sus absurdos acuerdos de mantenimiento de precios para cientos de productos de consumo masivo terminaron siempre en fracasos.

La población sabía que esos acuerdos con supermercados y corporaciones formadoras de precios resultarían peor que meras ilusiones: fueron siempre mediocres estrategias publicitarias. Las primeras marcas jamás figuraban y las que se ofrecían eran de inferior calidad y ni siquiera tenían el gramaje o el volumen líquido convenido. O, peor aún, era difícil encontrarlas.

Los únicos que al parecer creían en sus opinables capacidades técnicas y en su desequilibrada tendencia a la violencia como argumento concluyente eran Néstor y Cristina Kirchner, confianza que ha prolongado la actual Presidenta. Como una metástasis, Moreno extiende su autoridad –a pesar de su sesgo patoteril– a áreas por completo ajenas a su jurisdicción burocrática. Por caso, el comercio exterior.

En más de una oportunidad impuso su veto al embarque de alimentos destinados al exterior (hasta llegó a ordenar la descarga de carne ya acondicionada en las bodegas de buques), con el argumento de que primero había que atender los requerimientos del mercado interno. ¿Se benefició el país con esa rudimentaria lógica? Para nada. Hemos descendido por debajo del quinto lugar en las estadísticas del mercado internacional de carnes, superados hasta por Uruguay, cuyo sector primario de la economía no admite comparación alguna con el nuestro.

¿Se benefició el consumidor argentino? Para nada. Desde que intervino Moreno, el precio de la carne subió de manera vertiginosa. Cuando un dirigente agrario pronosticó –en medio de la crisis por la resolución 125– que el kilogramo de lomo llegaría a costar 40 pesos, cuatro veces más que el precio de aquel momento, el monopolio mediático del Estado funcionó al máximo para desacreditarlo y afirmar que ese valor jamás sería alcanzado. Pues bien, ha sido sobrepasado.

Lo mismo sucede con la controvertible política triguera. Moreno aplastó las exportaciones del cereal con su argumento de priorizar al consumo interno. Desde que se inició la "morenización" del mercado triguero, el precio del pan subió hasta un 400 por ciento. Para peor, Moreno suscribió acuerdos con corporaciones que se repartirán las mayores cuotas de exportación del grano.

El gobierno progresista parece empeñado en hacer regresar a la Argentina a la "década infame". Pero, al menos, en 1933 el régimen creó la Junta Nacional de Granos para defender en cierto modo a los pequeños y medianos agricultores. Ese organismo fue disuelto en 1991 por Domingo Felipe Cavallo, cuyas teorías (¿progresistas?) siguen teniendo vigencia, a pesar de los pesares.